El 70% del municipio de Medellín es rural y como lo demuestran los hechos, hay una gran inequidad territorial y social que genera grandes dificultades a la comunidad y vulnera la capacidad que el municipio puede tener en autonomía y soberanía alimentaria, consolidación territorial, calidad de hábitat, sostenibilidad y en bienestar y estabilidad social, capacidad de resiliencia y autorregulación en casos de emergencias.
Estas vulnerabilidades se expresan en estos momentos de cuarentena de manera profunda y hacen una radiografía de la situación que se está viviendo en la ruralidad. En voces de la comunidad y ante una red que estructuró la Corporación Ecológica y Cultural Penca de Sábila, con 113 habitantes de las 43 veredas del Distrito Rural Campesino con el fin de informarse y hacer alertas a la institucionalidad, se pueden señalar las siguientes situaciones:
- “Les compran productos a los más grandes, de 10 – 12 productores y ¿el resto?
- Tenemos de todo para ofrecer, pero solo nos piden cebolla y cilantro, la producción perdiéndose y la gente muriendo de hambre. En la vereda El llano hemos botado lechuga, espinaca y cilantro. En La Ilusión hemos botado el ají. Tenemos: Cebollas de todas, coles, espinacas, ajíes, aromáticas, coliflor, brócoli, mandarinas, limones, plátanos, yuca, café, mora, fresa, yacón, tomate, frijol, maíz, todas las lechugas, perejil, alverja, tomate chonto.
- ¿Qué se hizo la Umata? Abandonaron a la gente de los mercados campesinos y eran solo 200.
- No hay transporte para la centralidad, las medidas que se tomaron para la ciudad nos dejaron sin transporte, necesitamos ir a la centralidad para vender y comprar.
- ¿Cómo estudiar virtualmente en San Sebastián de Palmitas? no hay internet, 4 centros educativos rurales no tienen agua potable, ¿se estudia por Whats App?
- Con solo cebolla no se hace una sopa, sin poder vender nuestros productos es muy difícil conseguir el grano.
- En las veredas nos queda muy difícil conectarnos, no sabemos en qué programa de ayudas estamos, no tenemos cómo consultar, saber, cómo recibimos subsidios y ayudas.
- Algunos de las JAL solo entregan las ayudas alimentarias a quienes votaron por ellos
- Los intermediarios están pagando menos, se vende menos y se esperaba vender más. Vendimos lechugas a 580 pesos.
- En la ciudad solo con panela y arroz, sin verduras, la gente se desnutre.
- Los que cultivamos flores para Semana Santa, el día de la madre y el día del padre lo perdimos todo.
- Le debemos todo a la tienda.
- La situación de seguridad es terrible.
- En Urquitá de Palmitas la situación es desesperante, dramática. Primero la granizada, luego la cuarentena y después despidieron a todos de las obras del túnel de occidente, lo perdimos todo y para variar a Urquitá no llegan las ayudas.
- El cuido de las gallinas en la Florida de San Antonio y en la potrera de San Sebastián de Palmitas se puso muy caro, pasó de 57.000 a 70.000, por eso la canasta de huevos se vende a 15.000, antes se vendía en la mayorista, ahora por la cuarentena, solo los vendemos en el sector”.
La vulneración de derechos entre la ciudad y la ruralidad es más evidente en la ruralidad, así lo manifiestan todos los indicadores de calidad de vida, los simples y los multidimensionales, la vulneración lo es más en las veredas más agrícolas y en estas, lo es más con las mujeres.
En últimas se puede señalar que se quedan por fuera del mercado las pequeñas parcelas, que no hay condiciones de mercado para la diversidad alimentaria que se produce en Medellín, hay una dispersión e ineficiencia administrativa, no hay transporte público liviano para la ruralidad, se ha perdido la conectividad en todos los órdenes, no hay condiciones tecnológicas y de comunicación, no hay condiciones para estudiar, no están construidas las condiciones para el intercambio de productos entre el campo y la ciudad y viceversa, no hay seguridad para la cosecha, no hay créditos, se está vendiendo menos y más barato y en general, las ayudas no están llegando.
Se pueden señalar algunas otras situaciones más estructurales sobre la ruralidad. En general son muchas las dificultades de movilidad para personas y la producción, las partes altas de las veredas no tienen transporte público, los costos de movilidad para la comunidad son altísimos. No hay encadenamientos de comercialización directa, niveles altos de asociatividad y economía solidaria, las políticas de desarrollo rural no pasan de distribuir insumos, no hay protección de la cosecha en casos de alto riesgo.
Se requiere un marco de política pública que garantice la implementación de la política nacional y la misión rural (COMPES) de 2015. Prácticamente no hay acceso a la salud en estas veredas, sólo hay en las centralidades y de muy bajo nivel. Pueden existir muchas alternativas para ofrecer salud básica y preventiva a la comunidad campesina. Se registra analfabetismo, sobre todo en mujeres adultas y más en San Sebastián de Palmitas, no existen condiciones para estudiar o acceder a la formación tecnológica y universitaria.
El 70 % de la propiedad es informal, se cobran impuestos con el estatuto tributario urbano, se endeuda la población para registrar carteras impagables de impuestos, el municipio se ha excedido en el aumento del impuesto predial y aunque el Concejo ha ofrecido exención de impuestos a cambio de producción agropecuaria, estos no se pueden tramitar dada la informalidad de la propiedad. Los especuladores del suelo hacen su agosto, las bandas ilegales apalancan las negociaciones ilegales de predios y las parcelaciones afloran por doquier, aun en zonas de conservación como en San José de la Montaña. La construcción ilegal sin permisos es descontrolada, el proyecto de hábitat no existe para la ruralidad. Sin precedentes en América Latina, la población rural y campesina no ha sido censada en los últimos 30 años.
Ante estas razones, la población campesina considera al Distrito Rural Campesino como una esperanza para no desaparecer, esperan también que en la Ecociudad de la actual administración sí haya la voluntad política y humana para dignificar la labor de los y las campesinas, articular de manera efectiva la vida y la economía campesina con la economía de la ciudad y que no solo se hable del Valle del Software sino, que se reconozca la necesidad de incluir a las Montañas del Software, pues sin una ruralidad digna, pierde valor la “Ecociudad”.
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