La maqueta humanidad

Los de arriba quedan extenuados con la verdad y han dejado que los cambios sean notados por quienes están en tránsito de abajo hacia arriba; estos ya no replican más los símbolos viejos, sino que empiezan a dictar unos nuevos dadas las nuevas condiciones del exterior, de manera que posicionándose se han de convertirse en los nuevos capitanes de un barco que dirige la Historia hacia un porvenir inesperado.”


Siempre se ha cuestionado cómo se organizan los seres humanos jerárquicamente y en qué medida el contacto con la realidad le va dando a cada uno su lugar dentro de la estructura. Si escogemos aleatoriamente un lugar y una fecha determinada dentro de la historia, podemos ver que desde allí las estructuras jerárquicas parecen definidas e inamovibles, sin embargo, en la larga duración de la historia, las estructuras van cambiando de manera que la movilidad de los individuos dentro de la jerarquía los lleva de arriba hacia abajo y viceversa. ¿Qué hace entonces que las estructuras rígidas se suavicen en el tiempo? ¿de dónde nacerá el ímpetu que hace que tumben de la cima aquellas generaciones que se creían invencibles? Para encontrar esas respuestas debemos establecer una mirada inversa para buscar el anteproyecto “humanidad” y su maqueta de diseño que establece los patrones dentro de los cuales esta se rige; patrones en los que el individuo está sumergido y difícilmente logra captar para desmontar las cosas que lo condicionan.

En la caverna de Platón los sujetos estaban atados de pies y manos con la mirada puesta al frente donde veían unas imágenes que establecían para ellos lo que era la verdad. Si lograban siquiera voltear su mirada y desencadenarse, encontrarían que esa verdad era el reflejo de unos objetos que generaban sombras en la pared que ellos miraban y, además de eso, otros individuos eran los encargados de proyectarlas por medio de un fuego artificial. El desencadenado, yendo en búsqueda de la verdad, va cuesta arriba para salir de la caverna y encontrarse con la luz real, pero esta luz quema los ojos y la mayoría de “libres” quedan paralizados ante ella como estatuas que se usaran para hacer sombras en la pared inicial de la caverna. Otros, soportaran la luz, mirando su reflejo y no directamente, de manera que a pesar del dolor que pueda causar la verdad, no mueren en consecuencia, pero sí la entienden medianamente; y vuelven al fondo de la caverna para intentar desencadenar a los eternamente amarrados, para que no sean más engañados, pero terminan por morir en sus manos por mentiroso, sus palabras no reflejan lo que está proyectado en las paredes. Otros se salvan, entienden que a pesar de sus intentos los encadenados jamás escucharán a un hombre distinto a ellos, pero sí creerán sin dudar en las imágenes que se proyectan en las paredes, entonces, optarán por ir a generar imágenes con las estatuas de los hombres que casi consiguen la libertad, pero quedaron paralizados; e irán constantemente fuera de la caverna para encontrar más objetos que mostrar dentro y mantener entretenidos a aquellos que están encadenados. Estos últimos sujetos han entendido que la luz de la verdad solo sirve para iluminar aquello oscuro y saber por dónde caminar. No hay verdades absolutas para quienes están encadenados; pero hay medias verdades para quienes transitan.

Ahora bien, se puede coger la estructura del contenido de la metáfora de la Caverna y trasladarla a un escenario en movimiento. En la Caverna la vida es estática y no hay ganancia, el único que se mueve es el libre, pero ¿cuál es la razón de su movimiento? ¿cuál es el beneficio que obtiene por encima del que está encadenado? La siguiente parte del diseño es darle movimiento y vida a dicha estructura, ahora tenemos a un montón de gente metida en un barco. Este barco está en altamar, navegando a una tierra prometida donde todo está en las mejores condiciones, pero no hay una ruta definida, solo hay designios que son dictados por algo más que la luz del sol, por donde es su ocaso y su amanecer, por la dirección del viento, por la posición de las estrellas y todo lo que se puede ver en la cubierta exterior del barco. Tal verdad iluminada solo puede verla quien dirige el barco, aquel que no quedó paralizado cuando saliendo de su fondo se encontró con la luz cegadora. Entonces ahora su deber es dar órdenes a través de imágenes para que el barco se mantenga en movimiento mientras él dirige su curso. En el fondo del barco solo hay gente que está remando encadenada. Esta gente no sabe qué es la luz, pero reman porque alguien baja y les dice que trabajen para poder llegar “a la tierra prometida esperada”. Este que baja, replica los símbolos de la verdad que se encuentran inscritos en las estatuas de su tránsito hacia afuera. El que baja, ya se desencadenó, subió, y volvió a bajar para dar indicaciones. Una promesa renovada da fuerza a los eternos remadores. De repente, baja alguien que dicta que las promesas eran falsas y que todos están mal dirigidos; una revolución en el fondo lo mata. Este subió hasta arriba y vio que no había nadie vivo, todo eran puras estatuas, entonces baja e intenta dar un giro brusco a las imágenes proyectadas, logrando su muerte en manos de quienes lo creen mentiroso. Sin embargo, ha dejado sembrada la semilla de la duda en algunos en el fondo. Cuando las promesas cambian sin una transición delicada, algún encadenado, el más devoto y creyente, empieza a preguntar qué ha pasado, pero todos a su alrededor dicen que no ha pasado nada. Y en su insistencia rompe sus cadenas y empieza su tránsito hacia el exterior del barco. En el mismo movimiento, baja y replica los mensajes de las estatuas que se encuentra, mientras sale y entra del interior del barco. Renovando suavemente las promesas proyectadas a los encadenados, este logra ser su nuevo gobernante.

Los de arriba no mueren, se paralizan por el hecho de que no renuevan los símbolos cuando cambian las condiciones del exterior. Los de arriba quedan extenuados con la verdad y han dejado que los cambios sean notados por quienes están en tránsito de abajo hacia arriba; estos ya no replican más los símbolos viejos, sino que empiezan a dictar unos nuevos dadas las nuevas condiciones del exterior, de manera que posicionándose se han de convertirse en los nuevos capitanes de un barco que dirige la Historia hacia un porvenir inesperado.

Jonathan Cardona Gamas

Soy de Bello, Antioquia. Estudiante de Economía de la Universidad Nacional de Colombia. Hice algunos semestres de Historia en la Universidad de Antioquia. Me gusta la filosofía y el ajedrez. Mis inclinaciones están enmarcadas dentro del constante y abrumante cambio que tiene el mundo de hoy, por eso dentro del discurso seguramente constantemente hablaré sobre tecnología, globalización, medio ambiente y la relación con nuestra sociedad. Tengo 27 años y me gusta mucho escribir.

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