Cuando se visita el museo del Louvre en París se encuentra un descomunal y cautivante cuadro pintado por Eugenio Delacroix: La Libertad Guiando al Pueblo. Se pinta un hecho histórico: la revolución francesa de 1789 que escribió los derechos del hombre y del ciudadano, y que inspiró las declaraciones de independencia de Colombia en 1810, que dictó la Constitución, había caído en manos del Directorio y la locura.
Marat termina asesinado; Robespierre silenciado en la misma Asamblea; se erige la guillotina en la Plaza de la Revolución, hoy de La Concordia. El caos termina llamando a Napoleon Bonaparte, pero ese cesarismo lleva a la derrota de Francia después de siete guerras mundiales. La monarquía borbónica de Carlos X regresa. La voluntad del déspota arrojó al olvido, a las cárceles y a la muerte, a los demócratas de 1789.
La revolución de 1789 había sido masacrada. Víctor Hugo, en Los Miserables, recrea maravillosamente todos estos sucesos. El pueblo, unido, vuelve a levantarse. Esa es la revolución de 1830. Eso fue lo que plasmó magistralmente Delacroix: en primer plano: ¡La Mujer! Sin recato, con el torso desnudo, al frente, dirigiendo, animando, llamando a la calle, empuñado la bandera de la Francia revolucionaria en una mano, empuñando el fusil con la otra mano. A su lado, la juventud, hasta los niños involucrados. Al otro lado las clases sociales confundidas en un ideal: desde la clase media, comerciante, industrial, banquera, profesional, escritora, en la cual se autorretrata Delacroix con su sombrero de copa, hasta la clase trabajadora, campesina, que lo acompaña.
Esa revolución francesa pintada por Delacroix es la misma revolución que está siendo llamada, concitada, para este 21 de abril en Colombia. El cesarismo de Petro, parecido al de Carlos X, quiere acabar con la República constituida en 1991 que puede equipararse, guardando las proporciones, a la República francesa constituida en 1789. Nuestra Constitución no es la de 1789 y sus presidentes, Alvaro Gómez, Horacio Serpa y Antonio Navarro, obviamente no le llegan a los talones a los asambleístas franceses, al Tercer Estado descrito por Sieyes, pero es nuestra Constitución, y tiene que ser defendida a como de lugar, comenzando por la calle.
Gustavo Petro es un fascista comunista, algo que resulta de los más abominable: un totalitarista al que no le tiemblan las manos para destruir al Congreso y ponerlo con prebendas a su voluntad, o, imitando el “Golpe de Brumario”, ponerlo al servicio de su “consulado”. Petro quiere poner a la Justicia a su servicio para imponer, no la igualdad ante la Ley, sino para quitarle la venda que ilumina la majestad de la Justicia, y ponerla, con víscera, al servicio de sus intereses egoístas de su maniqueísta propósito.
El pueblo colombiano tiene que imitar al pueblo francés de 1830 y siguiendo a nuestras mujeres, que son las que tienen el empacho, la claridad, la franqueza, la decisión, salir detrás de la bandera de la igualdad, de la fraternidad y de la libertad, y gritarle, recordarle a este “Carlitos X” que la soberanía del pueblo se expresa en las calles este 21 de abril y que tiene que respetarla.
Estamos a tiempo. A defender la autonomía territorial y la democracia participativa que plasmamos en la Constitución.¡A la Calle!
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