La [in]estable gobernabilidad democrática

En tiempos de posverdad y hechos relativos, cuando se posesione el próximo presidente el 7 de agosto de 2022, se encontrará ante una innegable crisis de confianza y de legitimidad, y le corresponderá repensar la institucionalidad democrática en el marco de la Constitución y del Estado social de derecho”.


El domingo 19 de junio, más de 39 millones de ciudadanos habilitados para votar, definirán la elección para presidente de la República entre los candidatos Gustavo Petro y Rodolfo Hernández. Puesto que, conforme lo indicaban las encuestas fue necesaria una nueva votación o segunda vuelta, de acuerdo con lo señalado en el artículo 190 de la Constitución Política de Colombia.

El debate electoral se desarrolla en medio de una sociedad que se recupera de la pandemia del Covid 19, una economía que transita en buen camino de reactivación tras la caída abrupta de los indicadores, grandes cuestionamientos a la capacidad, eficiencia y transparencia de la Registraduría Nacional del Estado Civil tras las elecciones de congreso en el mes de marzo y hechos de violencia contra líderes sociales, comunales y políticos.

No obstante, podemos decir que esta campaña se ha caracterizado por el llamado colectivo de los votantes por el cambio, la extrema polarización y la desinformación. ¿Cuál ha sido el punto de encuentro de la carrera por la presidencia? Crispación, incertidumbre y ánimos caldeados. La ciudadanía está agotada, molesta y radicalizada en sus posturas. El principal argumento para ir a las urnas es la instrumentalización del inconformismo.

Al respecto, vale la pena citar al expresidente Barack Obama, quien criticando al entonces candidato Donald Trump, en la campaña del 2017, señaló: “si para ganar una campaña tienes que dividir a la gente, no vas a ser capaz de gobernarla. No vas a ser capaz de unirla más adelante, si empezaste así”. Es decir, no todo vale y el medio es importante para lograr el fin.

En este escenario, en tiempos de posverdad y hechos relativos, cuando se posesione el próximo presidente el 7 de agosto de 2022, se encontrará ante una innegable crisis de confianza y de legitimidad, y le corresponderá repensar la institucionalidad democrática en el marco de la Constitución y del Estado social de derecho. Bien lo ha señalado el Banco Interamericano de Desarrollo, la confianza, es un asunto transversal y pilar de la democracia. En Estados Unidos, Trump no logró unir a la sociedad que estaba divida y enojada, y como consecuencia de ello, sufrió crisis de gobernabilidad

El nuevo inquilino de la Casa de Nariño, deberá entender que una posible debacle institucional se supera con apego a las leyes, sin sectarismos ni odios y con permanente diálogo y consenso. Juan Pablo Calvás en su columna del 13 de junio en El Tiempo anotó que la tarea más difícil, si no imposible, será “la de permitir que entre todos logremos pasar la página de la división y el odio que se convirtió en el motor de estos eternos meses de campaña presidencial”. Nuestro destino como sociedad, no puede ser el miedo y la confrontación porque la democracia es viable donde el voto va más allá de la división de la población y permite conciliar los conflictos internos (Eric J. Hobsbawn, Historia del Siglo XX).

Miguel Ávila Bruno

Profesional en Gobierno y Relaciones Internacionales de la Universidad Externado de Colombia. Especialista en Derecho Público de la Universidad Autónoma (Bogotá). Experiencia en dirección, gestión y asesoría de entidades públicas.

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