En 1959, Fidel entra triunfante a La Habana y el destino de América Latina cambia de rumbo, con la dictadura más oprobiosa del continente, que hoy enfrenta el grito del pueblo que anhela libertad.
Castro juró que su revolución no era comunista, pero ya en 1961, se pregonaba marxista-leninista, convicción que lo llevó a la expansión armada del comunismo en la región, aupado por los intereses y los recursos de China y la URSS.
No podemos devolver el reloj de la historia, pero un ejercicio imaginario “sin Cuba”, nos mostraría la Colombia que no pudo ser, el papel nefasto de Cuba en la que terminó siendo y, peor aún, en la que se podría convertir con el socialismo progresista.
Sin Cuba, no se habría dado la “revolución cultural” que infectó a la juventud sesentera -la mía- en colegios y universidades, con la complicidad de FECODE, gremio coetáneo de la revolución cubana (1959), que hoy persiste en adoctrinar a nuestros jóvenes.
Esa transculturación, con el teatro y la “música protesta”, glorificó la revolución y mitificó a criminales como el Che, que reconoció cínicamente sus crímenes en la ONU. Me impresiona recordar la canción que añoraba “tu querida presencia, comandante Che Guevara”, o que alguien cantara, como si nada, que “tu fusil es la música más linda bajo el sol”.
Sin Cuba, que financió y entrenó al M19, probablemente ese grupo no habría existido, y Petro no nos amenazaría hoy con el socialismo. Cuba entrenó y financió al ELN y las FARC, y hoy protege a los elenos, que trafican y atacan a Colombia desde su refugio, mientras las Farc, también narcotraficantes, eran huéspedes de honor y, en esa desequilibrada condición, con la complicidad de Santos, se negoció allí el acuerdo firmado contra la voluntad popular; un verdadero ataque “desde adentro” a la democracia colombiana.
Cuba fue clave en el ascenso de Chávez y Maduro, recreado por Moisés Naím en una novela-crónica de la total presencia cubana en Venezuela, a partir de contrainteligencia, espionaje y control de la población, aprendidas de la KGB y, luego, de Hezbolá y Hamas, que hoy se camuflan entre mafias colombianas, están en Nicaragua, Bolivia y Ecuador, quebraron la estabilidad chilena y amenazan a la región.
Se pueden imaginar cómo habría sido América Latina “sin Cuba”; sin Montoneros ni Sendero Luminoso; cómo sería Colombia sin Farc, ELN y M19, sin narcotráfico ni 60 años de violencia.
Hoy, el régimen cubano enfrenta su desastre. El pueblo, acosado por el hambre, la pandemia y la falta de libertad, perdió el miedo y sale a las calles. Se agotó la mentira de los logros sociales y la disculpa del bloqueo. ¿Acaso están bloqueados por Rusia y China, que los proveen de lo que les niega Estados Unidos?
El bloqueo es eso, una disculpa; el régimen una mentira. Mi invitación para 2022 sigue siendo salvar a Colombia del mismo desastre.
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