«Todos los hombres son culpables ante una madre que ha perdido a un hijo en la guerra; y a lo largo de la historia de la humanidad todos los esfuerzos que han hecho los hombres para justificarlo han sido en vano»
Vasili Grossman
Antes de empezar
La derecha nunca duda. Siempre acierta. Por el contrario, anda no poca izquierda perpleja, en shock, rendida o jugándoselo a cara y cruz. No sabe qué hacer con la guerra de Ucrania. Cuando tenían las respuestas les han cambiado otra vez las preguntas. Demasiado tiempo a la defensiva desde que cayó el Muro de Berlín. Quizá también demasiado tiempo sin atreverse a imaginar, rehén de los errores del pasado, aunque esos errores no fueran suyos. En cualquier caso, y para que no haya engaños, ¿no es mejor la perplejidad de la izquierda que el belicismo sin dudas de la derecha? Ellos siempre lo tienen claro: más bombas, más muertos, menos problemas. La valentía y la generosidad está hoy, sin embargo, con lo más difícil: los empeños en regresar la paz. La opción más ingrata, porque no es la que interesa a los que construyen la opinión publica. Aunque, tranquilos, cuando la economía reviente, dirán lo contrario.
La valentía y la generosidad está hoy con lo más difícil: los empeños en regresar la paz. La opción más ingrata porque no es la que interesa a los que construyen la opinión publica. Aunque, tranquilos, cuando la economía reviente, dirán lo contrario.
Lejos del belicismo de la derecha y sus aliados de la tercera vía, la solución inmediata no es tan complicada: apostar por las víctimas. Y eso implica, si mantenemos la cabeza fría, por (1) recibir a todos los refugiados que vengan de Ucrania. De paso, entender que todos los refugiados, vengan de donde vengan, deben tener asilo; (2) lograr un inmediato alto el fuego (con diplomacia, con sanciones y con unidad internacional); (3) poner en marcha un escudo social para que el pueblo europeo no pague el costo de una guerra que no ha buscado ni querido; (4) recuperar por parte de la Unión Europea (UE) la soberanía y encontrar su propia camino con Rusia y China.
Apostar siempre por las víctimas
Lo escucho de mucha gente honesta. Gente que, como cualquier persona sensible, no aguanta las imágenes de una Ucrania asolada por el delirio imperial de Putin. El argumento dice así: «Hay que ayudar a la víctima de una agresión en cualquier caso, y aún más cuando es evidentemente más débil que su asaltante». Es una idea con mucha fuerza y mirar para otro lado ante este testimonio no sirve. Ni siquiera apelando al más crudo realismo político. Hay que ir un poco más allá.
«Hay que ayudar a la víctima de una agresión en cualquier caso, y aún más cuando es evidentemente más débil que su asaltante». Esta manera de pensar forma parte de la manera de estar en el mundo de la izquierda. Aunque nos costara caro.
Esta manera de pensar forma parte de la manera de estar en el mundo de la izquierda. Si hoy pensamos que estamos en el lado correcto de la historia, es porque hemos identificado ese lado correcto de la historia. Y siempre nos hemos puesto ahí peinando la historia a contrapelo con Walter Benjamin para acordarnos de los perdedores, apostando con Paolo Freire por los oprimidos, recuperando con Simone Weil la memoria de los castigados por enfrentarse a la idolatría del poder. En definitiva, poniéndonos del lado de los maltratados, de los inocentes y de los débiles. Aunque nos costara caro.
¿No es ahora el momento de hacer lo mismo en Ucrania? ¿Tiene más fuerza la oposición a la guerra y a la violencia que la compasión por los débiles? ¿Qué pasa con Ucrania que no vale lo que nos ha valido tantas veces en tantos otros sitios? ¿No tiene validez universal lo de «más vale morir de pie que vivir de rodillas»? A la izquierda siempre le ha faltado «realismo» y la derecha le ha faltado «idealismo». Es tiempo de ir buscando nuevos marcos.
El lado correcto de la historia
No son pocas las razones que acompañan al argumento de apoyar con armas a la población ucraniana que está siendo golpeada con saña. Una de ellas la dio Willy Brandt (Mi camino hacia Berlín, 1961) cuando explicaba como un error que la socialdemocracia del SPD no tomara las armas contra Von Papen cuando disolvieron el Gobierno prusiano el 20 de julio de 1932: «Las fuerzas democráticas tuvieron una vez más la oportunidad de detener el audaz avance de los nazis en una batalla abierta». Explicaba el que luego sería canciller alemán del SPD que en el argumento para no tomar las armas y defender la democracia estaba la clara superioridad de las tropas de asalto nazis y del reaccionario Eiserne Front. Les hubieran machacado. Los parados no podían hacer huelga y Hitler prometía pan, trabajo, empleo y uniformes. Willy Brandt, tres décadas después, era contundente ante lo que terminó viendo como un error:
«Hoy día, no obstante, resultaría evidente que la resistencia activa que los dirigentes republicanos consideraban como insensata habría tenido, en definitiva, algún sentido. Aún suponiendo que la lucha hubiera costado muchas vidas, hubiera probado al mundo, cuando menos, que una gran parte del pueblo alemán creía en la democracia, habría unido a las fuerzas republicanas y desterrado la sensación general de derrotismo que más tarde, desmoralizó a la izquierda democrática y facilitó la estabilización de la dictadura de Hitler».
«Es trágico ser derrotado en una batalla heroicamente librada con enorme desventaja; pero rendirse sin combatir convierte en farsa la tragedia. Despoja a la víctima de su postrera y más preciosa posesión: la estima de sí misma».
La lectura de fondo sigue siendo adecuada en el corazón de mucha gente que quiere ver al pueblo de Ucrania armado: «Es trágico ser derrotado en una batalla heroicamente librada con enorme desventaja; pero rendirse sin combatir convierte en farsa la tragedia. Despoja a la víctima de su postrera y más preciosa posesión: la estima de sí misma».
No perder la calma para que los demás no pierdan la vida
Sin embargo, cuando uno se está ahogando, lo más sensato es intentar guardar la calma. Porque es donde más difícil es guardar la calma. Intentando enfriar la cabeza podemos preguntarnos si puede compararse, como se viene haciendo, lo que está pasando en Ucrania y lo que pasó con Hitler. No es fácil. Porque de entrada, lo que pide el cuerpo es decir que sí y dejar de pensar. Pero no es tan sencillo. Cuando esa comparación la está usando la extrema derecha que hasta ayer apoyaba a Putin, conviene que seamos prudentes.
Decir que Putin es como Hitler nos desvía de las razones económicas y geopolíticas de esta guerra (que le interesan a EEUU y golpean duramente a Europa). Los nazis iban dando señales de sus planes desde el putsch de Munich que llevó a Hitler a la cárcel a escribir el Mein Kampf. En un contexto de auge del fascismo en toda Europa. Los nazis siempre quisieron guerrear en nombre de su gran nación y su espacio vital y los errores del Tratado de Versalles le dieron un pulmón de oxígeno estúpido. Incluso la extrema derecha que coqueteaba con Putin se ha alejado. Agresiones como la de Ucrania no están en los tiempos y por eso no puede funcionar. Recurrir al ejemplo de Hitler suele servir solo para explicar poco y cerrar las discusiones. ¿O nos olvidamos que Putin pidió el ingreso en la OTAN? ¿No tiene que ser la tarea europea regresar a Moscú a la Ilustración, a la que también pertecene, y alejarla de la locura medieval zarista?
El problema ¿ha empezado con la invasión de Ucrania?
Sin la entrada de las tropas rusas en Ucrania no habría esta guerra, pero el conflicto ya estaba ahí. Kissinger advirtió que la expansión hacia el Este de la OTAN era un tremendo error. Además, llevan cayendo bombas en el Donbás desde 2014. ¿Por qué no las oíamos? Igual que no quisimos oír que se estaba humillando a Rusia empujando la frontera de la OTAN hasta las puertas de Moscú.
A Putin, también de manera estúpida, le han mimado todo este tiempo los que ahora quieren mandarle bombas, en vez de haber ayudado a que Rusia se integrara en la comunidad vital europea. Lo han reconocido hasta el antiguo Secretario General de la OTAN Javier Solana o el ahora tan belicista Josep Borrell. A los norteamericanos no les interesaba y, entonces, no lo hicimos. Cosas de la soberanía europea.
En todo este tiempo le han dejado masacrar a chechenos, encarcelar a disidentes, han permitido a sus ricos campar por sus respetos por las cities del mundo, concediéndoles todo tipo de privilegios. Y además, le han regalado el argumento de defenderse porque le han llevado los misiles y los aviones enemigos a la puerta de casa. ¿De verdad que el argumento es la invasión de Ucrania? Porque no están mejor en Yemen, en el Sahara, en Libia, en Afganistán, en Palestina, en Siria. Con tanta hipocresía nos va a resultar mucho más difícil a las personas decentes ponernos de acuerdo.
¿Busca EEUU con la guerra en Ucrania defender los derechos humanos o separar a la UE de Rusia?
El escenario en Ucrania viene fraguándose desde, al menos, 2013, cuando unas lumbreras de la OTAN y de la Unión Europea apoyaron el golpe del Maidán contra el Presidente proruso Yanukóvich. Antes, unas lumbreras de la OTAN, junto al Presidente Bush, habían presionado en la Cumbre de Bucarest de la Alianza Atlántica (2008) para que Ucrania y Georgia se incorporaran a la alianza militar. Los mismos lumbreras que apoyaron a Georgia para que entrara en guerra con Rusia y le costó un trozo de su territorio. No despiertes a un oso dándole patadas en el hocico. O, como ha dicho el Coronel retirado Manuel Morato, destinado en la OTAN y agregado español para Rusia y Ucrania durante muchos años, «Putin tenía un problema existencial. Y con una gran potencia nuclear y militar no se juega».
En Ucrania, y al margen de la historia, que tiene argumentos para todos, y con el objetivo de salvaguardar sus fronteras, Putin, como ya había hecho cada vez que la OTAN pretendía seguir acercando los misiles a su frontera, se quedó un pedazo del territorio en disputa. En este caso, Crimea, además de empezar a apoyar a los sectores prorrusos del Donbás. Que llevan bombardeados por el Gobierno de Ucrania desde 2013. El argumento de que el Gobierno de Crimea es la II República no encaja. La II República era un gobierno popular, no flirteó con nazis ni bombardeó parte de su territorio (como ha hecho la parte «occidental» de Ucrania). Nunca tuvo una política agresiva hacia fuera ni desoyó su complejidad territorial.
¿Después de un año con los informativos abriendo con Venezuela y el malvado Maduro ahora es de pronto un aliado? ¿Somos tan imbéciles? Si la guerra fría tuvo lugar en territorio europeo, la guerra caliente parece que también. Por imbéciles.
Los problemas internos y externos de EEUU explican más cosas. Es evidente que en la guerra en Ucrania, Estados Unidos está librando su guerra contra Rusia y China. ¿O cómo se explica que ahora Venezuela de pronto ya no sea el eje del mal? ¿Después de un año con los informativos abriendo con Venezuela y el malvado Maduro ahora es de pronto un aliado? ¿Somos tan imbéciles? Si la guerra fría tuvo lugar en territorio europeo, la guerra caliente parece que también. Por imbéciles.
Los tres sectores económicos norteamericanos más relevantes –lo que Michel Hudson llama las «tres oligarquías económicas»- querían esta guerra, principalmente para doblarle el brazo a Alemania y evitar que se aliara con Rusia a través del suministro de gas. De esta manera, no solamente solventaban sus inmediatos problemas económicos sino que ponían orden en su futuro y alejaban a Europa de una alianza con Rusia y, por tanto, con China. Esas tres oligarquías son las que controlan el Congreso y el Senado norteamericano.
Las «tres oligarquías económicas»querían esta guerra, principalmente para doblarle el brazo a Alemania y evitar que se aliara con Rusia a través del suministro de gas. De esta manera, no solamente solventaban sus inmediatos problemas económicos sino que ponían orden en su futuro y alejaban a Europa de una alianza con Rusia y, por tanto, con China.
Las tres oligarquías económicas que mandan en EEUU
En primer lugar está el complejo militar-industrial, que ha logrado que en menos de dos semanas de conflicto que el «capitalismo del pentágono» se haya disparado y sus accionistas sean ahora infinitamente más ricos. A esa gente la guerra ya les ha venido bien.
En segundo lugar, está el sector del petróleo, del gas y de la minería. Como plantea Hudson, estos grupos buscaban «monopolizar el mercado petrolero de la zona del dólar y aislarlo del petróleo y el gas rusos. Ésta ha sido una de las principales prioridades de EEUU durante más de un año. Esto es así porque el oleoducto Nord Stream 2 amenazaba con unir las economías de Europa Occidental y Rusia». Las perforaciones en alta mar, el fracking, el uso de pozos contaminantes, el bloqueo a Venezuela… Todo ha sido aprobado por Biden y tenía el mismo objetivo. ¿O es que aún hay ingenuos que pensaban que se trataba de lograr energías verdes o de derechos humanos? Si es así, hay que cambiar de canal de televisión y de periódicos.
Faltaba aislar a la UE de Rusia una vez, algo también relevante, inhabilitado Irán. Misión cumplida. Y el oleoducto Nord Stream 2 ha sido detenido. No es extraño que los alemanes hayan decidido invertir 100.000 millones de euros en armamento. Con la OTAN no tienen la más mínima soberanía, y el resto de Europa, menos.
El tercer bloque son los nuevos rentistas, el mundo de las finanzas (de donde viene Biden), los seguros y el mundo inmobiliario (responsable de la crisis de 2008 pero que no visto a ninguno de sus grandes referentes en la cárcel por corruptos). El mundo de las comunicaciones, con los gigantes Amazon, Apple, Alphabet –Google-, Microsoft y Meta –Facebook- atraviesan las tres oligarquías y, si bien dependen más del mundo financiero, están igualmente interconectadas con el complejo militar-industrial.
De momento, el sector energético ya está consiguiendo sus objetivos y los precios -y por tanto los beneficios- se han disparado.
Si Alemania hubiera detenido antes el oleoducto Nordstream 2 -lo que hubiera rebajado el interés en meter a Ucrania en la OTAN-, es bastante probable que esta guerra no se hubiera producido o tendría otros contornos. De momento, el sector energético ya está consiguiendo sus objetivos y los precios -y por tanto los beneficios- se han disparado. ¿Alguien cree que los sectores económicos norteamericanos han tenido nunca problemas con Putin y sus «oligarcas», que son iguales que los empresarios globales de todos lados? Si Putin y Biden se ponen de acuerdo, los grandes enemigos se volverán grandes amigos. Igual que Nicolás Maduro, de golpe, ha vuelto a recuperar la condición de presidente legítimo de Venezuela.
No nos engañemos: nuestro aliado es el que tiene cárceles donde se tortura a personas civiles sin juicio, los que tienen las llaves de Guantánamo y Abu Ghraib, los que tienen preso a Julian Assange, los que no dejan votar a los negros, los que dan golpes de Estado, los que empezaron la guerra de Irak mintiendo sobre las armas de destrucción masiva, los que han espiado a sus socios europeos, los que nos impiden comerciar para que puedan hacerlo ellos… ¿Y vamos a una guerra en suelo europeo de la mano de estos socios?
Jugar con nuestra sensibilidad y subir nuestras facturas
Todos los autócratas juegan con la intolerancia de las democracias al sufrimiento. Lo sabe Putin y lo sabe Biden. Por eso, los medios de comunicación son esenciales para enmarcar el sufrimiento. No van a dar las televisiones las ejecuciones por parte de los ucranianos a los rusos e, incluso, a los ucranianos que consideran traidores porque quieren negociar. España acaba de mandar armas que están en manos de un batallón que se reconoce a sí mismo como nazi. Han hecho una gran operación Pedro Sánchez, Margarita Robles y el Gobierno. Seguro que los batallones franquistas del ejército español estarán celebrándolo.
Es un argumento fuerte el de ayudar a las víctimas, pero tenemos la obligación de saber todo lo que hay detrás de esta guerra. Tenemos que saber que sin intereses económicos y geopolíticos, nunca hubiera tenido lugar. Que Putin es un autócrata neozarista, que Joe Biden, demócrata mundialmente reconocido, no tiene vergüenza, y que la Unión Europea no termina de despertar y recuperar su soberanía.
Esto no es mandar armas a la República española en nombre del «No pasarán» porque esas armas podrían haber hecho ganar a la República y aquí ni siquiera una improbable victoria de Ucrania pondría fin al conflicto habiendo armas nucleares de por medio.
Y que estamos en la era nuclear. Esto no es mandar armas a Vietnam, cosa que sí que servía para romper los planes de conquista norteamericanos –Rusia no quiere ni puede invadir permanentemente Ucrania ni puede poner un gobierno títere-; esto no es mandar armas a la República española en nombre del «No pasarán» porque esas armas podrían haber hecho ganar a la República y aquí ni siquiera una improbable victoria de Ucrania pondría fin al conflicto habiendo armas nucleares de por medio. Sería tan hermoso y heroico como desastroso. Esto no son los partisanos italianos que cantaban el Bella Ciao porque no se trata de una guerra civil ni de una guerra entre la democracia y el fascismo, que se podría terminar con algún golpe decisivo contra los rusos que no tuviera una respuesta de Moscú de consecuencias inciertas.
¿Soluciones? asilo, alto el fuego, sanciones, diplomacia, escudo social y algo de inteligencia
Como ha dicho el último jefe de inteligencia en España y refurzan algunos generales de máxima graduación, es momento de un «acuerdo sucio» con Putin. Si es imposible, como ya hemos dicho, que Ucrania pertenezca a la OTAN y que Rusia invada Ucrania (¿van a repetir el error de Afganistán? ¿Les han vuelto a engañar por segunda vez los americanos para poner en marcha una invasión de la que no van a poder salir con bien?), la salida es diplomática. Habrá entonces que acelerarla con el menor número posible de víctimas.
La comunidad internacional, igual que los ucranianos, tiene derecho a defenderse de los agresores y para eso están las sanciones a los responsables. Que si hubiera justicia, llegarían a la OTAN y al Gobierno norteamericano. Pero los que han invadido han sido los rusos. Y ese error tiene un precio. Sanciones que si son sinceras buscarán golpear a los privilegiados rusos y no a los pueblos. Sanciones que incluyan a los bufetes de abogados de los «oligarcas», a sus consultores, a los bancos que se enriquecen con ese dolor. Si las sanciones son sinceras, los refugios fiscales deben dejar de de ser guaridas de dinero sucio.
Europa debe pensar cómo garantizar su suministro energético sin perder el alma por el camino. Y desde ya debe poner en marcha un escudo social para que una guerra que solo beneficia a los ricos y a los sátrapas no la pague el pueblo en la factura del gas, de la luz, de la gasolina, del trigo o del aceite.
Como decíamos al comienzo, Europa debe recibir a los refugiados en vez de enviar armas y debe entender las razones de todos los refugiados y no solo las de los europeos. Los máximos esfuerzos para lograr un alto el fuego. Las sanciones formarán parte de esa presión. Es momento también de que Europa empiece a pensar en cómo garantizar su suministro energético sin perder el alma por el camino. Y desde ya debe poner en marcha un escudo social para que una guerra que solo beneficia a los ricos y a los sátrapas no la pague el pueblo en la factura del gas, de la luz, de la gasolina, del trigo o del aceite.
La alternativa a la diplomacia no es buena, sino infinitamente peor. Porque más muertes, heridos, desplazados, destrozos, subidas del precio del gas, problemas de suministro de trigo y aceite, no acercan la paz ni ayudan a ganar la guerra. Y produce bochorno que los ricos nos digan que bajan la calefacción un grado o que nuestros políticos nos digan que pasemos frío. Y después de esta guerra, ¿qué sigue? ¿También contra China? ¿Vamos al desastre como si no hubiéramos aprendido nada?
Como en los triajes médicos, el objetivo es salvar al mayor número posible de vidas y garantizar un futuro digno a las mayorías. Y para eso, y en la dirección contraria de lo que buscan los aliados de las guerras y sus medios de comunicación, hay que mantener la cabeza fría para que el corazón no se nos hiele. Es tiempo de hablar con los que tienen en sus manos la solución. ¿Desagradable? Es la mejor ocasión para que la política se gane el sueldo.
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