La guerra de los mundos

Venezuela 2018, elección presidencial, candidaturas, campañas y promesas, las cuales, nunca han parado desde hace años, escoja usted la fecha de su comienzo: ¿2004? ¿2006?, ¿2010?, no puede ser antes del año 2000, porque la candidatura de Francisco Arias Cárdenas no fue una candidatura, fue la excreta de un desierto estéril como el Valle de la Muerte, la supuración final del cadáver partidista que se “autosuicidó” (como diría el mismísimo Carlos Andrés Pérez) en 1993.

En 2018 veremos candidatos hasta en la sopa, faltaría mas siendo un año electoral, donde solo aumentará, el grado de desfachatez amoral que se exhibirá, estimulado aún más por una carrera que se declaró corta, con meta en abril. En realidad, la carrera, carrera sin obstáculos y con pista ligera, realmente comenzó con la elección constituyente, y como falta el “Caballo II” (el primero era Fidel) que era un “stayer” consagrado, a la carrera le adelantan la llegada para que sea la “esprintada” final, del cuarto de milla nacido y criado en el haras Cúcuta, y entrenado en la cuadra habanera.

Se rematará así el ciclo histórico de elecciones universales y directas, para pasar luego a elecciones indirectas y colegiadas, que serán totalmente controladas por el Estado (comunal). “Geometría del poder” prevista hace décadas por el “Proyecto Nacional Simón Bolívar” y otros planes “trascendentes”, que nunca han sido secretos, más bien han sido editados y distribuidos profusamente, suerte de “Mein Kampf” que nadie leyó, o tomó en serio, hasta que ya era tarde.

Ergo, todas las elecciones serán transicionales, y todos los electos provisionales, hasta que la “constituyente originaria” decida sobre la materia, y el principal engaño, más allá del perverso que promueve el automatismo votante, consiste en no explicar esto. ¿Pero qué se puede esperar de esta supuesta “unidad”, celosamente ansiosa de consensuar, una transición nicaragüense, con peronización garantizada de la clase política, estado rentista (privado y transnacional) para siempre, y al “legado”, o sea a las fuerzas armadas, “ni con el pétalo de una rosa”?

Sin autodeterminación posible en el horizonte, todo quedará dentro del sistema. Todo dentro del sistema, nada fuera del sistema. Si ganase el “candidato unitario” lo primero que el mundo escucharía serían campanadas, si, en la Plaza de San Pedro.

Crucificado Maduro, el resucitado será otro.

No nos han vendido otro evangelio sino este, no sé si se han dado cuenta.

Recuerden que Nicolás Maduro representa la última voluntad del comandante eterno (inmortalidad comprobada por su cuenta en Twitter). Maduro, es el cosechador designado de la siembra de Chávez, los frutos los proporcionará la constituyente. Su permanencia en el poder dependerá de que instancias supremas, le permitan o no continuar la tarea, tarea que hasta ahora ha ejecutado sin que le temblara el pulso, ni por un microsegundo.

Y sin importarle la soledad, mejor dicho, el aislamiento, y a propósito de aislamiento, este es un ruego que fácilmente nos podrían conceder, precisamente por el notable empeño de concentrarlo como acción limitada, a la figura de Maduro y su equipo de “mal gobierno”, una trampa magistral, comenzando por el señuelo.

El aislamiento internacional, habrá que ver hasta dónde puede llegar, con el permiso de la internacional progresista, su oficina central en el vaticano, de países hermanos como China, Rusia e Irán, y un vasto conglomerado de mafias globalizadas. Dicho aislamiento podría representar, la verdadera “bendición papal”, ¿no será qué precisamente lo que se busca, es este supuesto “Maduro contra el mundo”?

Bienvenidas las sanciones recientes de la Unión Europea, especialmente por incorporar la “novedad” de Diosdado Cabello, queda insistir en su ampliación, para no pedir mucho, a las clases que gravitan en torno al poder, por ejemplo, la clase política “opositora”. Eso si representaría una verdadera señal de voluntad de liberación, es más, anoten esto de una vez: esa sería una “luz verde”.

Mientras tanto, cuidado y el “aislamiento” termine por llevarnos definitivamente, a quedar rodeados por el mismo mar de felicidad, que a cierta isla le ha resultado tan bien, sobre todo, en celebración y reconocimiento, internacional.

Por los momentos, ningún país se atreverá a intervenir una nación que se apresta a celebrar elecciones presidenciales, más adelante, cuando las elecciones sean las de una entrañable república democrática popular, ya veremos. La experiencia de intervenir en países petroleros como Irak y Libia no invita precisamente a la repetición, Venezuela ni está en una “zona caliente”, ni tampoco ha sido abandonada a su destino por la multipolaridad en contienda, y la ausencia de una oposición seria, capaz de vender geopolíticamente la operación necesaria -algo que requiere mucha frialdad y paciencia- es con mucho, la carencia, el “inconveniente” que más oscurece el panorama.

Donald Trump parece estar claro, pero más claro aún está con respecto al hecho de que su permanencia en el poder, dependerá de seguir enfrascado en una campaña electoral permanente, en trifulca constante contra ciertos estamentos a los que quiere acorralados, y que esto dependerá principalmente, de su eficacia interna para reactivar la economía y crear empleos. No sé si es aislacionista como algunos afirman, lo que sé es que quiere quedarse, y para eso depende de la aprobación que le proporcione esta nueva versión de la “mayoría silenciosa”, que ha sabido seducir y reclutar.

Recuerden que hay que estudiar y conocer al enemigo, y saber también que eso no basta, hay que hacer lo mismo con quienes se supone que deberían ser nuestros amigos.

Constituyente, consenso, corporaciones, comunas, diálogos, transiciones, bendiciones, y más que nada, elecciones, nos ahogarán con elecciones, precisamente en respuesta al “aislamiento”. Por allí pasarán las escaramuzas, en el campamento minero.

Afuera, nuestra única esperanza, se resume a que ocurra algo mayor.

La guerra de los mundos.

Harán falta más microbios, y menos próceres.

Federico Boccanera

Comentarista, articulista, comunicador ciudadano. Apasionado estudioso de la Política, autodidacta. Siempre del lado de la Libertad. Director Editor de La Cabilla.