La Guardia Nacional, el gran conflicto para la seguridad pública en México

» La Guardia Nacional, un institución pensada originalmente para  ser de carácter civil, pasará oficialmente a las filas de las Fuerzas Armadas”.


La barrera entre seguridad nacional y seguridad pública se comienza a borrar en México. Desde hace 16 años, el Ejército ha realizado labores de policía en la lucha contra el crimen organizado.

Ahora, la Guardia Nacional, un institución pensada originalmente para ser de carácter civil, pasará oficialmente a las filas de las Fuerzas Armadas. Es decir, la policía será militar.

Esto luego de que el Senado de la República, aprobó la iniciativa de ley propuesta por el presidente Andrés Manuel López Obrador, para que la Guardia Nacional sea oficialmente un brazo más del Ejército.

La propuesta del mandatario ha provocado críticas, enfrentamientos políticos y preocupación entre los defensores de los derechos humanos.

La realidad es que la violencia e inseguridad, han sobrepasado desde hace muchos años los límites razonables y pareciera que no hay fórmula eficaz para frenar los homicidios, secuestros, desapariciones, extorsiones y demás delitos de alto impacto que lastiman a la sociedad mexicana.

Ante este escenario, AMLO reconoció que “cambió de opinión”, de aquella que fue su propuesta inicial de regresar a los soldados a sus cuarteles, por lo que ahora lo mejor para él es meter a la Guardia Nacional bajo el mando militar y de esta manera, tener a los efectivos castrenses haciendo labores policíacas de seguridad pública.

En realidad, la reciente aprobación de la reforma de ley de la Guardia Nacional, fue solo el trámite legal para darle certeza jurídica a lo que ya pasaba en la práctica, ya que esta institución estaba integrada desde su creación en 2019, en su gran mayoría por mandos y efectivos militares, que habían tomado control total de todas las operaciones.

Para el presidente, la idea de llevar a la Guardia Nacional al Ejército, es protegerla de las malas prácticas y la corrupción con la que operaron la Policía Federal (PF) y la Agencia Federal de Investigación (AFI), entidades que la antecedieron y que fracasaron en los intentos de garantizar la seguridad pública.

Pero para los críticos, con la militarización del país se aumentan las posibilidades de abusos de poder por parte de los castrenses y sobre todo, que abre las puertas a más violaciones de derechos humanos.

Tal como lo afirmó Tyler Mattiace, de Human Rights Watch México: “Casi dos décadas de intervención militar en seguridad pública no han logrado poner fin a la violencia implacable de los cárteles mexicanos y han propiciado innumerables atrocidades cometidas por soldados y marinos, con casi total impunidad”.

Aunque el presidente López Obrador asegura que en su administración, los abusos de los militares y marinos han cesado, esto no es garantía de que en un futuro las cosas vuelvan a descomponerse como en los gobiernos pasados, donde estas instituciones fueron acusadas de ejecutar, desaparecer y secuestrar a personas de manera extrajudicial, como el caso de los 43 estudiantes de Ayotzinapa, entre otros muchos delitos.

La idea de que México está en guerra parece exagerada, pero con más de 35 mil homicidios anuales, estas cifras encienden las alarmas sobre cuál debería ser la estrategia de seguridad capaz de frenar esta ola de violencia.

Pareciera entonces que en el gobierno federal, han preferido ratificar la idea de que hay que estar preparados como si esto fuera una guerra y fortalecer entonces las Fuerzas Armadas, para que los policías ahora dependan del Ejército pero que hagan trabajos de seguridad pública con el ADN militar.

Suena muy confuso esto, sobre todo porque en las definiciones teóricas de los roles de los soldados y los policías, los fines y los objetivos de cada uno de ellos son muy diferentes.

Tal como lo explica el propio gobierno mexicano, “los ejércitos se encargaran de la seguridad nacional, es decir, de enfrentar a aquellos agentes que ponen en riesgo o amenazan al Estado”.

Mientras que “las policías se encargan de la seguridad pública. Es decir, las y los policías son entrenados para proteger a los ciudadanos de  diversos hechos, no sólo la delincuencia. También participan en tareas de prevención y hasta mediación de conflictos que no tienen que ver con la criminalidad, ni la común ni la organizada”, explica el gobierno de México en su sitio web oficial.


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La duda que surge ahora es: ¿Un policía con entrenamiento militar, con ideología militar y con tácticas militares, puede frenar su instinto letal de eliminar a su enemigo y distinguir cuando se trate de civiles indefensos? ¿O verá a todos los civiles como posibles enemigos?

¿Ahora que pertenecen oficialmente al Ejército, los miembros de la Guardia Nacional verán a los criminales como una amenaza al Estado y actuarán en función de esto?

No es fácil visualizar la forma en que operará la Guardia Nacional, pero la realidad es que ni con los soldados patrullando las calles y el Ejército haciendo labores de policías, los niveles de violencia e inseguridad han descendido o mejorado en México, ¿será que en realidad no hay ninguna estrategia eficaz para cambiar esta realidad?


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Daniel Higa Alquicira

Nací en México y estudié periodismo en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM); me encanta el fútbol, la música, el cine, la literatura y los viajes. Además de un buen café, la cerveza, tequila y mezcal (puro sabor mexicano). También me encanta platicar con las personas y descubrir lo que piensan y lo que sienten. Soy un enamorado (y lo digo con todo el romanticismo posible) del poder que tienen los individuos para cambiar su entorno a través de acciones simples y que la mayoría de las veces, pasan desapercibidas. La tarea que me he propuesto es encontrarlas y hacerlas visibles.

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