Ginsberg y Aullido. Kerouac y On the Road. Burroughs y Almuerzo desnudo. El siglo XX y el American way of life. La efímera generación que lo vivió todo: frenéticos y erráticos, los beat querían existir, pensar y luego escribir.
Fuertes movimientos se asomaban a principios del siglo XX. La Segunda Revolución Industrial, el auge de la industria cinematográfica y la relatividad cambiaban la forma de entender el universo a gran escala; la Primera y Segunda Guerra Mundial dejaron ver el verdadero rostro de la humanidad y el hedor de la muerte recorría el mundo. La Gran Depresión tuvo efectos devastadores sin distinguir entre ricos y pobres. Todos estos hechos repercutieron en una generación que creció en medio de la incertidumbre y la inseguridad.
A mediados del siglo pasado, aquella juventud hija de la posguerra encarnó un movimiento contracultural, The Beat Generation. Eran jóvenes inconformes con la sociedad capitalista que proclamaba el American way of life, al mismo tiempo que ellos (la juventud) bailaban al ritmo del jazz. Divagando entre la psicodelia y la carretera, los pioneros del movimiento fueron Jack Kerouac, William Burroughs y Allen Ginsberg, que se conocieron por medio de Lucien Carr en la Universidad de Columbia en el otoño de 1943. Luego llegaría Cassady, musa de Kerouac. Los cinco fueron las principales voces de una generación golpeada por la locura; genios famélicos, destruidos y erráticos en busca de una experiencia que contar.
El término beat surge en 1948, como menciona Kerouac en un texto publicado en 1958 en la revista Esquire: “La generación beat fue una visión que tuvimos John Clellon Holmes 67 y yo, y Allen Ginsberg más salvajemente todavía, hacia fines de los años cuarenta, de una generación de hipsters locos e iluminados, que aparecieron de pronto y empezaron a errar por los caminos de América, graves, indiscretos, haciendo dedo, harapientos, beatíficos, hermosos, de una fea belleza beat —fue una visión que tuvimos cuando oímos la palabra beat en las esquinas de Times Square y en el Village, y en los centros de otras ciudades en las noches de la América de la posguerra —beat quería decir derrotado y marginado pero a la vez colmado de una convicción muy intensa«. Esta generación representó la inconformidad con la sociedad prestablecida.
De la mano de la influencia de Walt Whitman, Rimbaud, Blake y los hipikats, los beat se sumergieron en las aguas del Leteo recitando el Kadish, y usurpando la balsa de Caronte intentaron cuestionar el estilo de vida americano. Escribieron con una formidable verborrea clara y apasionada. Vivieron en medio de las drogas, los viajes y el alcohol; este tipo de experiencias se vieron reflejadas en sus escritos. Los beat decidieron —contrario sensu a Descartes— existir, vivir, pensar y luego escribir.
Pero esta generación no tuvo buena acogida dentro de la cultura dominante; intentaron censurarlos y derrotarlos. Ejemplo de ello, el poema Aullido —retrato poético escrito en parataxis, por Ginsberg, de esta generación— fue publicado en 1956 por Lawrence Ferlinghetti en la editorial City Lights. Tras su publicación fue declarado como obsceno. Sin embargo, el 4 de octubre de 1957 el juez que llevaba el caso, sentenció que el poema era ‘púdico, decente y recatado’. Otro ejemplo de la contienda de esta generación con la cultura americana, fue que tras la puesta en órbita por parte de la Unión Soviética del Sputnik 1 en 1957, el columnista Herb Caen escribía que los jóvenes bohemios que frecuentaban los bares de expresos eran tan “extravagantes” como el Sputnik. Caen parodió el término “beat”, inicialmente utilizado para nombrar esta generación, relacionándolo con el lanzamiento del satélite y de esta manera los rebautizó como los beatniks. Desde entonces —y tras la publicación de la novela On the Road, de Jack Kerouac en 1957— los beatniks fueron una generación efímera que encarnó los males perseguidos por los americanos: la holgazanería, la obscenidad, el anti patriotismo y el comunismo. Convirtiéndolos en un estereotipo juvenil, una marca fácil de reconocer, hombres caricaturizados en las revistas (vestidos con una camisa suelta, una gorra, gafas y un libro de poemas en las manos). De este modo, la anticultura se mezcló con la cultura popular.
Este movimiento nace con sus principales personajes y termina con la muerte de Kerouac, el viaje de Ginsberg a Oriente y la publicación de los libros collage —o técnica del cut up— de Burroughs en 1961. El efímero paso de esta generación sucumbió ante lo comercial y de repente hizo eco en personajes como Elvis Presley y sus patillas, Marlon Brando y su camisa; e incluso el consumo de drogas se hizo cada vez más viral entre los hippies —hijos de los beat— y aquellos que vestían las melodías del rock and roll. La generación también dio paso a nuevos movimientos contraculturales como el comic underground, la música protesta—el rock, el folk, el blues, el jazz y todas aquellas letras que pretendían cuestionar el estatus quo—, el punk, el movimiento hippie y las manifestaciones en contra de la Guerra de Vietnam. Además, impactó profundamente en personajes como Theodoro Roszak —quien acuñó el término “contracultura”—, Timothy Leary, Ken Kesey, Alan Watts, Norman O. Brown y Bob Dylan; ellos llevaron a la praxis la contracultura y de esta manera se convirtieron en los iconos del movimiento.
Esta generación fue en busca de las respuestas como Prometeo y Sísifo, sin embargo, se estrelló contra el gran muro de la cultura dominante y el estatus quo igual que la generación anterior, la perdida. De los beat no queda más que el eterno flirteo de algunos jóvenes hacia lo desconocido, la psicodelia, algunos grupos en favor de las libertades y aquellos que en un pequeño destello de brillantez, (antes de desvanecerse en la cultura popular con un clic en YouTube), intentan como David desafiar al gran Goliat.
Todas las columnas del autor en este enlace: Daniel Ricardo Riaño García
Publicado en Revista Artificio el 12 de marzo de 2019 (ya no se encuentra en línea).
Comentar