Otra mujer asesinada. Otra vez. ¿Se puede decir algo más? ¿No será que estamos haciendo un mal diagnóstico?
Se tortura y se maltrata en España. No es una cosa solo de los cuarteles de la policía, de la guardia civil, de los mossos de escuadra. En esos lugares ha pasado. Pero pasa en muchos otros sitios. Con una regularidad que nos obliga a pensar que torturar y matar mujeres en España está escrito en códigos muy profundos. ¿De dónde viene esta fiesta popular de la tortura y el asesinato?
Tampoco es cosa solo de los jueces. Que también han mirado para otro lado más de una vez ante cuerpos vejados por quienes tenían que hacer cumplir la Constitución. Vamos mejorando. Por fortuna. Y hay menos comprensión para la violencia en los centros de detención. Aunque hay gente que sigue soñando con que venga la pena de muerte, con que nadie ponga frenos a agentes violentos, con que solventemos los conflictos en Catalunya o donde sea a hostias. Venimos de una dictadura. Unos tenemos la memoria fresca para que no regrese. Otros, la añoran. Los nostálgicos estaban en silencio. Van creciéndose. Acaban de dedicarle unos jardines a Yolanda González en Madrid. Era del partido comunista, no tenía miedo y la mató la extrema derecha en 1980. Tenía 19 años.
En la placa del jardín dedicado a su memoria, los que ahora están crecidos por la decena de diputados de VOX en Andalucía pintaron una esvástica. Se limpió. Volvieron a ensuciarla. A esa gente les gusta la legión, que fue fundada por un tipo que gritaba ¡Viva la muerte! y ¡Muera la inteligencia!
Acaban de asesinar a otra mujer. Había salido a correr. Si la hubiera asesinado una banda que reclamase alguna exigencia política, estaríamos escandalizados. Pero es que la ha asesinado una banda que reclama exigencias políticas. Una banda que reclama que las mujeres tienen que obedecer a los hombres, que son una posesión masculina, que están ahí para dar satisfacción a los deseos de gorila de machos que se creen aún más machos cuando se juntan con otros gorilas. Hay un 70% de personas en España que creen que las reivindicaciones feministas mejoran la democracia. Lo que significa que hay un 30% de gorilas que creen que las mujeres han ido demasiado lejos. Que exageran. Que se han pasado de frenada. A Laura Luelmo la frenó en seco un asesino de mujeres. Pasearse hoy por los chats de gorilas nos recuerda que al lado del ángel nos habita el demonio. Chats donde empresas que hablan de los valores familiares se anuncian para vender sus productos. Hay gente en España que piensa que si Laura ha sido torturada y asesinada es por su culpa o por culpa de gente que está envenenada de ideología de género. Por eso la derecha aprovecha para pedir penas más duras (¡Imbéciles! ¡Ya hay prisión permanente revisable y han asesinado a Laura!), para sembrar en el país la justificación del odio, para regresar a una manera de convivencia donde sobrevuela la muerte y el castigo como forma de relacionarnos. Vienen de la dictadura y si nos descuidamos nos regresan a la dictadura.
No se puede recortar en educación pública, en programas contra la violencia de género, en memoria histórica, no se puede descalificar a las mujeres que luchan contra la violencia diciendo que fomentan una “ideología de género”, no se puede permitir que las iglesias sigan siendo un almacén de machismo, no se puede permitir que se rebaje la violencia machista mintiendo sobre supuestas falsas denuncias o supuestas cifras de asesinatos de hombres por mujeres, no se pueden permitir chats, tuits, comentarios que justifican la violencia contra las mujeres.
Que no las maten cuando salen a correr, a beber, a pasear, a ligar o a lo que les salga del coño. En España acosamos, torturamos y asesinamos todos los días. En las plazas, en los chats, en los anuncios, en los libros de texto, en nuestros comportamientos cotidianos, en el sentido común que aprendemos desde niños, en los cuentos y en las cuentas. Esa dictadura que no se nos quita.