«Los altos niveles de violencia e inseguridad generalizada que se viven en México ocasionan que el goce de los derechos fundamentales sea concebido más como una situación discursiva o teórica que como una tangible”.
La famosa frase de “abrazos y no balazos” del presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, que la ha utilizado como una manera de exorcizar el clima de violencia que vive el país, no ha tenido ningún resultado positivo.
La última señal de que las cosas van muy mal en temas de seguridad, fue el reporte del Registro Nacional de Personas Desaparecidas y No Localizadas, donde suma más de 100 mil personas de 1964 a 2022.
De esa cifra total, más de un tercio (31 mil 533 desaparecidos) han sido durante el gobierno de AMLO.
Ante este escenario que presagia una tragedia para miles de familias, organizaciones sociales han exigido al presidente que acepte esta terrible realidad y modifique su postura ante las desapariciones forzadas, asesinatos y demás delitos de alto impacto que afectan al país.
El Consejo Nacional Ciudadano del Sistema Nacional de Búsqueda, un organismo que aglutina diversos sectores de la sociedad, señaló que “los altos niveles de violencia e inseguridad generalizada que se viven en México ocasionan que el goce de los derechos fundamentales sea concebido más como una situación discursiva o teórica que como una tangible”.
El discurso de AMLO acerca de que las Fuerzas Armadas y la Guardia Nacional deben priorizar las vidas humanas, ha caído muy mal en el grueso de la sociedad.
Recientemente circularon videos en redes sociales que muestran a vehículos militares huyendo de grupos armados, algo que el presidente defendió argumentando que eso era para evitar balaceras y que con esto se pusieran en riesgo la vida de civiles inocentes.
Sin embargo, la percepción de la sociedad en general y no solo de los “conservadores” como dice el mandatario, es que la estrategia implementada por el gobierno federal no ha funcionado.
De acuerdo a la encuesta Percepción sobre Seguridad Pública elaborada por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), en el primer trimestre del 2022 el 66.2% de la población adulta considera que su ciudad es insegura.
A nivel general, el año pasado el porcentaje fue de 75.6%, es decir que tres de cada cuatro personas percibían algún peligro en las calles donde habitan.
La respuesta del gobierno federal ha sido tratar de minimizar la escalada de la violencia en el país, sobre todo en el tema de las personas desaparecidas, el aumento de feminicidios y de asesinatos de periodistas y defensores de derechos humanos.
Aunado a todos esto, se deteriora cada vez más la imagen de las Fuerzas Armadas en su papel de combatir al crimen organizado.
Ya no solo es la sombra de corrupción y vínculos con el narcotráfico que ensucia principalmente al Ejército, ahora se le suma la idea impulsada por el propio presidente de que no van a responder a las agresiones, lo que ha propiciado en la percepción general una sensación de debilidad de los militares.
Sin ser esto necesariamente cierto, pesan más los videos donde los efectivos salen huyendo perseguidos por criminales, que las operaciones en donde los resultados son positivos para ellos.
Esto también ha generado que la sociedad se sienta indefensa ante el avance de los criminales, ya que la estrategia mediática de “abrazos y no balazos” ha tenido el efecto contrario, en lugar de sentir que se respetan los derechos de las personas, ahora parece que somo más vulnerables ante la inseguridad.
Así, el entorno social se descompone a un ritmo acelerado en México. Hay mucho dolor entre las víctimas y sus familias y nadie los ayuda. Las autoridades son corruptas, las instituciones de justicia son corruptas y las policías son corruptas.
Esto lo confirma el Comité contra la Desaparición Forzada de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), que señaló en su informe sobre su visita a México, que “la alarmante tendencia al aumento de las desapariciones forzadas fue facilitada por la impunidad casi absoluta”.
De esta manera, pasados de los discursos retóricos de los presidentes anteriores donde juraban que “aplicarían todo el peso de la ley” a los culpables, a la romántica idea de “abrazos y no balazos”.
Ninguna de estas dos posturas ha funcionado para frenar la tragedia humana que está viviendo México en materia de desapariciones forzadas, asesinatos, secuestros y extorsiones.
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