La embriaguez en Estanislao Zuleta y en Juan Rulfo

Críticos, comentadores, biógrafos, aduladores puritanos y custodios de opiniones oficiales, tratan de juzgar las vidas y obras de Estanislao Zuleta y Juan Rulfo sin mencionar el gusto que ellos tenían por el alcohol, o reduciendo al máximo el hecho que ellos, además de escribir y de pensar como pocos, también como a muchos les gustaba beber.

No se trata de hacer aquí un elogio al alcoholismo para hacerle contra peso a las condenas puritanas que siempre vienen con un buen grado de hipocresía. Beber en demasía, sabemos, siempre causará problemas con los seres cercanos, con el dinero, con el trabajo, con la salud; eso ni siquiera tiene discusión, pero esa no es la cuestión, cada cual debe encontrar su punto de equilibrio. La sociedad cristiana burguesa condena algunas adicciones pero aprueba otras, y no menos peligrosas, por ejemplo, la adicción a consumir compulsivamente “siempre y cuando se guarde la compostura y se respeten las reglas del mercado”.

Tanto Estanislao Zuleta como Juan Rulfo admitieron que la embriaguez hizo parte de sus vidas. Y lo hacían sin dramatismos. No se entiende por qué sus herederos quieren ocultar esta parte de sus vidas. Ellos en todo eran dionisiacos.

Obsérvese estas dos declaraciones:

“Pienso que en lugar de ponerme a escribir [Pedro Páramo] debí haber ido a emborracharme, cosa que hice cuando terminé la novela; pero viendo los resultados, sigo pensando que mejor hubiera sido agarrar una papalina y dejar en paz a Pedro Páramo. No sé, tal vez fue hasta cierto punto una especie de embriaguez la que sentí mientras contaba ese largo cuento de Comala”. Juan Rulfo.

“Lo único que tiene importancia en mi vida es el pensamiento. No importa cómo haya tenido lugar un pensamiento: si en el alcohol, contra el alcohol o al margen del problema; si en crispada lucha moralista-sartreana contra la «vida imaginaria» o en medio de una fantasía; si en la desgracia, el duelo, el sufrimiento o en la dicha: lo que importa es el pensamiento mismo, su diferenciación y su articulación, su mutación y continuidad. Es esto lo que realmente tiene historia, constituye una historia; todo lo demás, amores, desengaños, períodos de alcoholismo, borracheras de «acción política» o actividad lúcida con encuentros, con grupos o sin grupos, con amistad (inspiradora) o sin ella; todo es secundario y derivado, es decir, relativo al papel que pueda haber desempeñado en el proceso de pensamiento”. Estanislao Zuleta

Dichosos los seres que lograron convertir su embriaguez en creación.

Ocultarle a estos dos titanes del pensamiento su gusto por la embriaguez, creo que es un favor innecesario y puritano.

Cuántos abstemios hay por el mundo moralizando sin crear nada, o peor aún, acumulando riquezas, prolongando explotación y violencias de todo tipo… eso sí, en mucha sobriedad.

En Estanislao Zuleta y Juan Rulfo de la embriaguez a la creación, luego, de la creación a la embriaguez una vez más.

 

[author] [author_image timthumb=’on’]https://scontent-a-mia.xx.fbcdn.net/hphotos-ash2/t1.0-9/31774_102838173096686_2341246_n.jpg[/author_image] [author_info]Frank David Bedoya Muñoz (Medellín, 1978) es historiador de la Universidad Nacional de Colombia, fundador de la Escuela Zaratustra, autor de los libros «1815: Bolívar le escribe a Suramérica», «Tras los espíritus libres» y «Andanzas y Escrituras». Actualmente reside en Venezuela donde viajó a comprender en profundidad la Revolución Bolivariana. Leer sus columnas [/author_info] [/author]

 

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