La deuda del mundo con Haití

Un fuerte terremoto sacudió a Haití en el año de 2010 dejando miles de muertos y una población vulnerable a las secuelas de la tragedia. Inmediatamente la “solidaridad” internacional no se dejó esperar. Pero tras esta “ayuda humanitaria” Haití recibió una nueva invasión, en esta ocasión un ejercitó de las Naciones Unidas que llegaba a “ayudar”; pues bien, lo que llevaron estos militares no fue ayuda ni nada parecido, sino una nueva agresión imperial de Occidente contra Haití, entre otras razones porque -hay bastantes indicios de que- lo que llevaron los cascos azules no solo fueron armas sino también la epidemia de cólera que empeoró la situación. 

Así lo nieguen, para el imaginario de la caridad cristiana del hombre blanco occidental —que dicho sea de paso, siempre legitima y prolonga la pobreza— el hombre negro haitiano, ha sido doblemente desafortunado por la “naturaleza”, en el 2010 con el fuerte terremoto, pero antes y aún más trágico “la mala suerte” de haber sido negros. Con este pensamiento perverso se mandaron todas las ayudas caritativas, y como ya se ha dicho, tras ellas una nueva ocupación y una oportunidad magnífica de negocios privados de las multinacionales para la reconstrucción del país. 

Racismo e imperialismo, esta es la fatalidad de Haití y no por mala suerte sino por las razones objetivas e históricas de un pueblo que no ha parado de recibir invasiones en más de 200 años. Occidente, o mejor dicho varios imperialismos occidentales: el español, el francés y el norteamericano han esclavizado, han desdeñado, han robado y han agredido de todas las formas posibles a Haití. La última estocada con la nueva versión imperial del capitalismo representada en las instituciones económicas internacionales que, como sabemos, no vienen solas sino acompañadas de ejércitos “humanitarios”.

Hasta de la historia a Haití la han querido desaparecer. Poco se ha dicho y se ha reconocido que el primer pueblo corajudo y valeroso que se independizó en América fue Haití, pueblo que derrotó a un ejército francés mucho antes de que se iniciaran los flamantes gritos de independencia en el resto del continente.  Haití fue el primer pueblo que fundó los principios de libertad en esta parte del mundo. Pueblo solidario que ayudó a Simón Bolívar a obtener recursos para la gesta de independencia. De tal manera que si se hiciera “justicia” histórica, es el mundo el que le está debiendo a Haití. Los pueblos bolivarianos porque su libertad, en cierta medida, también se la deben a ellos, que en su momento auxiliaron a Bolívar cuando éste estaba más sólo en la marejada de la revolución. Y obviamente, el mundo de los imperios, que le debe a Haití todo lo que le han robado por varios siglos.

Luego el hombre imperialista y racista occidental que es tan prepotente e ignorante, olvida que sus imperios son los culpables de las desgracias acumuladas de aquellos pueblos que mira con desdén; y peor aún, estos hombres “blancos” se atreven a decir que un pueblo como Haití “no está preparado aún para la democracia liberal”, mayor cinismo no puede haber en la tierra.

Ojalá la solidaridad y la unión de los pueblos, como ya lo han demostrado las valerosas Cuba y la República Bolivariana de Venezuela con el hermano pueblo haitiano, prevalezcan sobre la nefasta y prolongada carga imperial.

Ojalá las palabras de Simón Bolívar, que en tantas ocasiones han sido proféticas, en esta ocasión también lo sean: “Haití no permanecerá aislado entre sus hermanos. Los principios de Haití influirán en todos los países del nuevo Mundo”.

Posdata:

El 7 de julio de 2021 fue asesinado, Jovenel Moïsepresidente de Haití, magnicidio donde se encontraron involucrados varios mercenarios colombianos. El 22 de enero del 2025 el presidente de Colombia Gustavo Petro en una visita a Haití declaró lo siguiente: “Les pido perdón porque aquí llegaron unos colombianos, blancos, a matar al presidente de Haití. En nombre de todo el pueblo colombiano les digo, nosotros no creemos en esa muerte que propagaron esos colombianos, nosotros creemos en la vida». 

Pintura de January Suchodolski (1845): rebeldes haitianos. 

Frank David Bedoya Muñoz

Frank David Bedoya Muñoz (Medellín, 1978) es historiador de la Universidad Nacional de Colombia y fundador de la Escuela Zaratustra. Fue formador político en la Empresa Socialista de Riego Río Tiznado en la República Bolivariana de Venezuela. Ha publicado “1815: Bolívar le escribe a Suramérica”, “Relatos de un intelectual malogrado” y “En lo alto de un barranco hay un caminito”, libro que reúne cinco relatos, un ensayo y dos conferencias sobre la vida y obra del Libertador Simón Bolívar. Actualmente es asesor en el Congreso de Colombia.

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