Los recientes acontecimientos acaecidos en Brasil derivados del arresto del expresidente Lula da Silva el pasado domingo 6 de abril, tras ser condenado a 12 años de prisión por posibles acciones corruptas, es una clara muestra de la inestabilidad política no solo en Brasil sino en toda la región. Pese a la sentencia Lula lidera todas las encuestas en el camino a la presidencia como candidato del Partido de los Trabajadores para las elecciones que se realizarán en el mes de octubre. La figura política de Lula ha marcado un hito significativo en los gobierno de izquierda en Latinoamérica, de igual manera ha tenido repercusiones en el plano internacional, demostrado esto en el ingreso de Brasil en el BRICS, organismo de gobernanza económica, política y financiera.
Las estrategias económicas de Lula durante su gobierno fueron en pos de las clases más desfavorecidas, posicionándolo como uno de los precursores de las políticas sociales de gran impacto económico. Según el Ministerios de Asuntos Sociales brasileño el número de pobres e indigentes (los que ganan menos de US$82 y menos de US$41 al mes respectivamente) disminuyó del 33,3% al 15,5% de la población en el período 2001-2008.
Y el programa «Bolsa Familia», una de las iniciativas clave del gobierno, está beneficiando a 12,7 millones de hogares, con lo cual se posibilitó la disminución de los índices de pobreza en el país. Expertos han estimado que la economía brasileña creció en 2010 cerca de un 7.5% y generó más de dos millones de puestos de trabajo, a lo que se suma una tasa de desempleo mucho más baja que la de Estados Unidos o Alemania. Estos avances en materia económica y social las continuó implantando su sucesora Dilma Riusseff, quien fue destituida en el mes de agosto del año 2016 a través de un proceso más político que jurídico denominado el impeachment; a partir de este momento el país fue asumido por el vicepresidente Michel Temer, líder político también señalado por cargos como obstrucción a la justicia, por liderar grupos criminales y por su responsabilidad en la muerte de la líder defensora de Derechos Humanos Marielle Franco en el pasado mes de marzo. Esta tensa situación que vive Brasil considero debe ser un tema relevante para tratar en la Cumbre de las Américas se celebrará en Perú, aprovechando que el tema central de dicho encuentro será la corrupción. Que sea esta la oportunidad para que los líderes políticos latinoamericanos no solo expresen su rechazo a gobiernos autocráticos como los de Venezuela y Nicaragua, sino que establezcan pactos conjuntos para la lucha contra la corrupción, fenómeno estrechamente ligado a la forma de hacer política en la región. Asumir la corrupción como una forma de violencia política nos permitirá entender que es la estrategia más violenta de sometimiento a la población, el desvío de las finanzas estatales con fines particulares permite reducir la cobertura educativa, y hospitalaria, con lo cual se vulneran derechos fundamentales con la anuencia de servidores públicos.
El impacto de la corrupción en Latinoamérica es un tema que debe colmar las esferas académicas y políticas en aras de aunar esfuerzos para erradicarla, no llevándola a su mínimo nivel, sino persiguiéndola con todos los insumos legales necesarios para erradicarla como fenómeno cultural y político.