…me aventuré a dar mi propia teoría sobre la ingravidad, es decir, lo contrario, porque cuando no se entiende una cosa se puede acceder a ella por el inverso
…la ley de la ingravidad es aquella que hace que un cuerpo permanezca boca abajo y no boca arriba como hemos creído, ante el sol.
En la universidad vi sobre un mueble un libraco sobre la teoría de la relatividad y comprendí nada. Entendí que no hacía parte de las 10 mil personas con cerebros calificados compatibles a Einstein.
A los meses, un amigo físico me explicó que en 1915 Einstein desarrolló la teoría de la relatividad general para exponer las contradicciones entre las leyes de la relatividad y la ley de la gravitación. Einstein le atribuye las fuerzas, las gravitacionales como las asociadas, a los efectos de la aceleración.
Durante meses pensé en la teoría de la relatividad sin llegar a algo concreto. Entonces, para entender algo, me aventuré a dar mi propia teoría sobre la ingravidad, es decir, lo contrario, porque cuando no se entiende una cosa se puede acceder a ella por el inverso.
Sin asimilar muy bien lo que decía Einstein y lo que había dicho antes Newton de “que todo objeto atrae a los demás objetos de forma directamente proporcional a su masa”, pensé en la fuerza que nos desprende de la gravedad.
Aclaro, no soy físico, pero esto no me limita para afirmar que en el trópico la gravedad es otra cosa. Bien puede declararlo quién haya sentido la humedad de la selva.
La tierra, según la fuerza de la gravedad, es como un imán. A esa fuerza o fenómeno ocurrido en la velocidad de los cuerpos también podría denominarse vida. Entonces, la vida sería el peso del cuerpo y la fuerza milagrosa que lo sostiene del globo; los años serían la velocidad en el cuerpo y la ingravidad sería un punto final, es decir, la muerte. Este punto final, que bien podría ser un inicio, sería la pérdida del peso y el movimiento, el desprendimiento del milagro, del centro, de lo que nos sostiene de pie en la tierra. En ese instante es cuando se acepta que la ley de la ingravidad es aquella que hace que un cuerpo permanezca boca abajo y no boca arriba como hemos creído, ante el sol.
A partir de ese momento, los techos dejarían de cumplir su uso tradicional. Serían obsoletos porque atajan a los cuerpos ingrávidos. Y de seguro, se cambiaría la malsana costumbre de enterrar a los muertos e intentar retener sus cuerpos sin aceptar que son polvo, ceniza consumada que van al polvo, al aire, al espacio vacío, al cuerpo sin gravedad.
Por mi parte, asumo la ley de la ingravidad porque me gusta saltar y sentir que los pies vuelven a la tierra como un metal al imán haciéndome sentir grave y vivo. Y mientras salto imagino que estoy sujeto a cuerdas invisibles que me sostienen y se estiran. Entonces, en mi ingenuidad, creo que esas cuerdas invisibles son Dios y sonrío porque entiendo que la idea de Dios es la ingravidad.
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