Si la historia pudiera observarse en un espacio-tiempo físico podrían evidenciarse las ondulaciones físicas producidas por las coyunturas políticas y sociales más representativas. Las huellas que han producido fenómenos tales como la crucifixión de cristo (o al menos el impacto que este produjo) el ascenso y la caída de Roma, la primera y la segunda guerra mundial, la guerra fría o la caída de la Unión Soviética. (Por mencionar algunos ejemplos) trascienden hasta el día de hoy. En el ámbito de la sociología su equivalente contemporáneo es sin lugar a duda mayo del 68. Esta fecha puede considerarse un punto de inflexión. Momento en el cual la teoría de los movimientos sociales cambió vertiginosamente.
La tecnología ha incidido radicalmente en el desarrollo (o deterioro) social. El hombre descubre el uso del plástico, inventa el poliestireno, llega a la luna, crea la computadora, la internet, el IPhone, el satélite, el radar, y con estos Deux ex machina se desarrollan e Inter-fluyen las redes sociales. Quienes nacimos antes de que llegara la internet creíamos que el problema de la educación y la cultura era el acceso a la información. Craso error, con el auge y el acceso a las redes creamos una cultura idiotizada, alienada y controlada, como nunca. «La gente paga por su propia subordinación» como diría Chomsky y, en estos tiempos modernos hasta los falsos positivos se coordinan vía whatsapp.
En esta amalgama de odios y egoísmos en que se ha convertido el mundo, como consecuencia del capitalismo rapaz, que triunfó gracias a la inoperancia de los sistemas políticos alternativos, la pobreza intelectual y la falta de conciencia de clase, han surgido movimientos de redes, influencers e identidades de todo tipo, que rayan en el fanatismo y que al mejor estilo del Estado Islámico llaman al odio, a identificar y atacar al enemigo, a una Yihad, cuyo campo de batalla trasgrede los ordenadores y pasa a las escuelas y los vecindarios.
Son muchos los casos de tiroteos y masacres perpetradas por jóvenes adolescentes que previamente habían manifestado su descontento social y su desequilibrio emocional. Solo en 2018 se registraron mas de 1.800 muertes en Estados Unidos por violencia armada, según el reporte de la organización Gun Violence Archive en un país donde comprar armas es mas sencillo que comprar alcohol.
En Bowling for Columbine (1999) Michael Moore denuncia lo que acontece en la Escuela Secundaria de Columbine, Colorado, donde dos estudiantes adolescentes: Eric Harris y Dylan Klebold, hieren a 24 estudiantes, asesinan a 13 más, incluyendo un docente. Solo por mencionar algunos casos, se recuerdan especialmente las acontecidas en centros educativos: las masacres de la Universidad de Virginia, 32 muertos (2007); Escuela Sandy Hook, Connecticut, 26 muertos (2012); Secundaria de Parkland, Florida, 17 muertos (2018).
Pero las masacres civiles no son solamente asunto de la unión americana, El pasado 22 de julio se conmemoró la masacre de Utøya (Noruega) acaecida hace 8 años en la isla lacustre donde murieron 77 estudiantes que se encontraban en un campamento juvenil del Partido Laborista Noruego, el perpetrador, un confeso racista, de tendencia nacionalista llamado Anders Behring Breivik, es detenido y hallado culpable en 2012.
Son numerosos los grupos cibernéticos que llaman al odio o la confrontación, y que pululan en Estados Unidos y Europa y que lentamente van encontrando eco en América Latina. Muchos de ellos no de corte islamista como pudiera pensarse, sino todo lo contrario: supremacistas, xenófobos, nacionalistas y fanáticos cristianos. Algunos de los más recientes y numerosos son:
Incels: (Célibes Involuntarios). Este movimiento fue impulsado por Elliot Rodger de 22 años, quien en mayo de 2014 decidió desplazarse hasta una casa de sororidad en Isla Vista, California donde asesinó siete personas en su mayoría mujeres, no sin antes dejar un video argumentando sus intenciones. Luego, el 23 de abril de 2018, en el apacible distrito comercial de Toronto se produjo un hecho que conmocionó la nación, una camioneta Chevrolet Express, arroyó unas 25 personas de las cuales fallecieron 10. El autor, un joven llamado Alek Minassian. Ambos pertenecientes a la contracultura Incel.
Los Incels se definen como individuos que no pueden alcanzar relaciones románticas o sexuales y por ende se aíslan, se radicalizan y se agremian en foros y grupos cibernéticos con una temática común. La misoginia. El comportamiento psicológico de un incel se configura en un rechazo social generalizado, enfocando su odio en las mujeres a quienes consideran excluyentes e interesadas, y subestiman sus derechos, sus opiniones y su raciocinio.
Fat Acceptance Movement (Movimiento de aceptación de obesidad) Es un movimiento en defensa de la obesidad mórbida que rechaza los estereotipos de la delgadez y que además promueven el desprecio hacia las mujeres delgadas y que promulgan un estilo de vida poco saludable. Sus dos principales impulsoras, las “inflluencers” Tess Holliday y Sonalee Rashatwar tienen en Instagram 1’900.000 y 88.900 seguidores respectivamente. En un principio parece un movimiento inofensivo, pero que desestima los riesgos que conlleva la obesidad y crea una zona de confort en la que se identifican muchas personas con este tipo de desorden alimenticios, solamente en los Estados Unidos el 40% de los adultos y el 19% de los jóvenes presentan problemas graves de sobrepeso, según cifras publicadas por CNN en octubre de 2017.
Manosfera: Red androcentrista de Derecha Alternativa (Antifeminista) que interactúa en redes relativamente nuevas como lo son: Chateau Heartiste, Return of Kings, 4chan y SlutHate. En un mundo donde los nuevos movimientos sociales toman forma, se organizan y luchan, como es el caso de la nueva ola feminista, surgen también nuevos movimientos “contraculturales” (Backlash) como algunos movimientos que se declaran abiertamente machistas, Manosfera, es una red virtual que destila un odio visceral a las mujeres, especialmente a las feministas y lesbianas, en un tono que varía entre la mofa del humor negro y las intenciones criminales.
Pero Manosfera también se identifica con la extrema derecha y en sus comentarios salidos de tono no se escatiman esfuerzos para insultar las corrientes islamófobas, agremiaciones populares o de izquierda. En el plano real encontramos movimientos tales como el Movimiento por los Derechos de los Hombres (MDH), de corte global, abiertamente antifeminista, que promueve la supremacía masculina en el hogar y la violencia intrafamiliar. En nuestro país tenemos el movimiento ‘Movimiento Machista Casanareño’ fundado hace 18 años por Edilberto Barreto quien creó un trofeo para enaltecer al hombre “más macho” del país y promueve abiertamente la infidelidad (masculina) claro está.
Así pues, tenemos un panorama sombrío, en una sociedad altamente polarizada, competitiva e indolente, incapaz de comprender los cómo y los porqués, e incapaz de ponerse en los zapatos del otro. Con una serie de gremios virtuales y reales que fomentan el egoísmo, el aislamiento y consumismo como via de emancipación y felicidad. La derecha aprendió de la izquierda y sus formas de lucha, la derecha recargada (ahora ultraderecha) acude a los medios para difundir información falsa, crear pánico, fabricar la crisis con el objetivo de vender soluciones ficticias y prefabricadas.
Si la historia pudiera observarse en un espacio-tiempo físico podrían predecirse las ondulaciones producidas por las coyunturas políticas y sociales más representativas, las nuevas guerras civiles que se avecinan y como siempre el papel de los medios al servicio de los poderosos, en detrimento de las minorías, inmiscuidos en un sistema especializado en la fabricación de seres uniformes, serviles a la maquinaria, nacidos en una sociedad enferma de un narcicismo artificial y una antipatía colectiva. Aunque no todos los movimientos son iguales, muchos de los nuevos movimientos sociales carecen de ideales filantrópicos, carecen de alma y de virtud, pero ese es el producto de una modernidad liquida fragmentada y dispersa, que en su momento mencionaba Zygmunt Bauman.