El autor Dworkin, en su obra encierra los tópicos concernientes a los principios políticos liberales de igualdad, libertad y fraternidad, plasmando una posición intermedia entre liberalismo y comunitarismo. Indicando inicialmente que el liberalismo, se sustenta en dos bases una política y una filosófica. Cuando hace referencia al eje político, es enmarcado en el uso que debe darse al poder coercitivo que posee el estado y en cuanto al eje filosófico, hace referencia a la acogida de los principios que se han formulado para el eje político, con base a los principios y fundamentos que encierran el conocimiento humano.
De acuerdo a lo anterior, Dworkin define el liberalismo como una corriente del pensamiento, que a nivel político defiende los principios de igualdad, libertad y fraternidad y exige del estado la neutralidad frente a las perspectivas morales individuales. En el esquema filosófico se basa en el contrato, como mecanismo de legitimación del esquema político que propone las diferencias entre las diversas propuestas liberales, donde los hombres acuerdan garantizar la libertad, garantizando los demás derechos que se derivan de los ortos principios liberales. Pero Dworkin plantea que las posiciones de los contractualistas como Hobbes, Locke y Rousseau, tienen un problema, toda vez que no tiene sentido afirmar que los individuos deben sentirse obligados por un contrato que nunca han suscrito, ya que no tiene ninguna fuerza vinculante y se convierte en inútil para los fines propuestos. Dworkin a pesar de adoptar los principios políticos del liberalismo no acoge el concepto de la prevalencia de lo correcto sobre lo bueno.
En cuanto al igualitarismo liberal, el autor Dworkin plantea que existe un fin común el cual es la búsqueda de la igualdad, pero apuntando sobre todo a la igualdad de recursos más que la igualdad de bienestar, los cuales son necesarios para que el individuo pueda satisfaces sus necesidades básicas, toda vez que se plantea que debe existir por parte del estado una repartición justa de los recursos que posee la sociedad de manera igualitaria. Para explicar un poco más la posición de Dworkin, se puede decir que él considera la igualdad de bienestar como algo subjetivo que no puede medirse, ya que los recursos que posea el individuo son los que impartirían las bases para poder garantizar la adquisición de bienes y servicios que serían los indicadores que puedan establecer el grado de bienestar de cada persona. Para lograr tal fin de la igualdad justa, Dworkin habla que en la sociedad se debe implementar el “test de la envidia” el cual consiste en preguntar a cada individuo su nivel de satisfacción sin envidiar el conjunto total de recursos que controla cada una de las otras personas. Pero es aquí donde surgen algunos interrogantes frente a la forma como debe ser concebida la repartición de los recursos y aparece el concepto de la subasta Walrasiana, el cual basado en el concepto de oferta y demanda, busca que para cada bien exista un solo comparador y que sea posible subastar todos los bienes disponibles, con la intención de buscar un punto de equilibro que pueda garantizar la satisfacción de cada individuo.
Los costos de oportunidad, vienen ser de ayuda para poder mantener la igualdad, donde se enfatiza en las opciones que el individuo dejo pasar al realizar su elección, teniendo en cuenta dos variables el tiempo y los ingresos. En ese orden de ideas, se puede concebir que los costos de oportunidad hacen referencia al valor que para cada individuo tendría un recurso que se encuentre en poder de orto individuo, pero teniendo en cuenta que existen diferencias de acuerdo a las capacidades físicas y mentales de cada individuo y a los proyectos del buen vivir que se tengan concebidos, como también de la necesidad puntual de acuerdo a la actividad que desarrolla cada persona.
Dworkin plantea una sociedad liberal, donde cada individuo es libre de elegir su proyecto de vida, y en este sentido la igualdad de recursos y el mercado se ven condicionados en términos materiales, de acuerdo a las elecciones que haya efectuado cada individuo, toda vez que unas actividades serán más productivas que otras, lo cual no implica que para conservar la igualdad y la justicia, se deban equiparar los recursos materiales de los que más han obtenido haciendo transferencias a los que menos han obtenido. Es por eso que Dworkin indica que las desigualdades en referencia a los recursos personales de cada individuo son influenciados por la suerte y dependen del azar, y dicha suerte las divide en dos: una suerte de opción y una suerte lata, la suerte de opción es cuando el individuo define si asume o no un riesgo, y la suerte lata es la que se deriva de los riesgos que una persona no ha decidido tomar. Es aquí donde nace la idea del autor, donde indica el tema de los seguros, que servirá como apalancamiento para sobrellevar los sucesos inesperados que puedan truncar el proyecto de vida de un individuo, o cuando se tiene una discapacidad ya sea adquirida en el transcurso de la vida o que sea congénita.
En cuanto al trabajo y las habilidades, se indica que efectivamente, no todas las personas desarrollaran una misma actividad de la misma manera y por ende la obtención de recursos no será la misma y es aquí donde Dworkin vuelve a plantear el tema del seguro para los menos talentosos o habilidosos, pero corriendo el riesgo que el individuo al ver que sus recursos son iguales haciendo o no haciendo la labor de la actividad elegida, entonces entraría en un estado de confort por lo cual se debe implementar un mecanismo donde exista un deducible para poder ser acreedor del seguro y adicionalmente las evidencias y justificaciones reales del motivo, es decir, demostrar las causas por las cuales no está percibiendo la determinada cantidad de ingresos. Por consiguiente surge el interrogante de cómo se recolectarían los valores de dichos seguros y nace la idea de que el estado sea quien implemente un impuesto a la renta y sea quien administre el proceso de adjudicación de los beneficiarios del seguro. Para Dworkin, la manera más eficiente es que el impuesto en mención sea de acuerdo a los ingresos de cada persona, siendo más equitativo el recaudo de dicha prima.
Dworkin genera una relación entre la libertad con la igualdad de recursos, donde se establece que tanto los recursos como las libertades deben ser iguales, pero la enmarca en un sentido normativo en dos ámbitos libertad negativa y libertad positiva. Para él, la libertad negativa la define como un conjunto de derechos a tener ciertas libertades, sin sentirse amenazados por algún poder coercitivo. Y la libertad positiva es cuando el individuo actúa según sus propias convicciones y puede autogobernarse.
Debe existir un puente que ligue o enlace la libertad con la igualdad y Dworkin la llama estructura constitutiva, el cual está sustentado en un sistema de libertades y prohibiciones, cuya función es asegurar la libertad para la construcción de la igualdad anhelada. No obstante se deben tener presente que existen factores que intervienen y se dividen en tres aspectos: el mundo ideal-ideal, ideal-real, real-real. En el mundo ideal-ideal, el cual se enfoca en la subasta, se deben tener en cuenta algunos principios como son: la seguridad, toda vez que el individuo debe tener garantía que el recurso adquirido no va a perderlo o que su vida tuviese algún grado de amenaza en alto grado. El otro principio es el de abstracción, el cual busca que la subasta sea con exposición de recursos que se encuentren en su estado natural, es decir, que no hayan sufrido cambios, de esa forma el individuo puede adaptarlo a sus necesidades, de acuerdo al proyecto de vida elegido. En cuanto al principio de corrección, indica que es la posibilidad de corregir las consecuencias que puedan darse por la intervención de algún factor externo los cuales son inesperados y/o por los costos organizacionales. Ahora el principio de autenticidad, hace referencia a que el individuo se forme un personalidad autentica con antelación a la subasta. El principio de independencia, es la posibilidad de hacer correcciones cuando puedan existir discriminaciones a la hora de generar la subasta.
Para Dworkin, el mundo idea-real, lo concibe inicialmente teniendo en cuenta dos términos, déficit de recursos y déficit de libertad. En cuanto a déficit de recursos, es en relación a los recursos actuales que posee el individuo, comparado con los recursos que tendría si se hubiese generado una subasta justa y el déficit de libertad es cuando la libertad de la que goza una persona es inferior a la que tendría, si en la comunidad donde se encentra hubiese adoptado un sistema de libertades y prohibiciones y esto se logra únicamente estableciendo comparaciones entre las diversas condiciones de los individuos.
El mundo real-real para Dworkin, es la que se basa en la realidad actual, indicando que los ciudadanos y políticos no tienen ni sienten el compromiso real que se debe tener con el concepto de justicia. De acuerdo a lo anterior surge un nuevo concepto llamado “victimización”, el cual se puede definir como el estado que tiene un individuo, cuando el valor de su libertad es menor que el que tendría en una distribución defendible propia del mundo ideal-real.
Como conclusión, se puede decir que Dworkin trata de construir una teoría basada en el ideario de una comunidad que sea compatible con la tolerancia liberal, donde debe tratarse a todos los individuos como iguales. Se concibe como igualdad de recursos que las personas poseen para perseguir sus intereses y satisfacer sus necesidades. En ese orden de ideas, la comunidad debe impedir que los individuos sean desfavorecidos dada su condición innata o por temas de azar y suerte.
Dworkin indica que en una comunidad igualitaria en los recursos, las personas deben ser libres para decidir cómo utilizar los recursos para obtener mejor bienestar en el proyecto de vida trazado, teniendo siempre presente que cada persona es responsable de las elecciones que realice.