En su obra «El mensaje en la botella«, Iris Murdoch sostiene que «el principal requisito de la buena vida es vivir sin ninguna imagen de uno mismo«. Esta afirmación incita a reflexionar sobre la importancia de liberarse de las construcciones mentales que limitan nuestra percepción del mundo y de nosotros mismos. Sin embargo, en el contexto político actual de Colombia, la realidad parece distar mucho de esta idealización filosófica.
En el panorama político colombiano, destacan figuras como la de nuestro actual presidente Gustavo Petro, quien desafía las estructuras establecidas y busca transformar el rumbo nacional. Petro, reconocido por su pasado como exguerrillero del M-19 y posteriormente como alcalde de Bogotá, evoca inevitablemente la imagen del coronel Aureliano Buendía de Gabriel García Márquez, en «Cien años de soledad». Al igual que Aureliano, Petro ha librado incontables batallas en el escenario político, y su ascenso a la presidencia puede interpretarse como el triunfo de un individuo que ha enfrentado desafíos considerables.
Sin embargo, a pesar de su carisma y habilidad para la oratoria, reminiscente de los grandes oradores como Cicerón, Petro se enfrenta a un obstáculo insuperable en su búsqueda de reformar el sistema político colombiano: la falta de mayorías legislativas. Su propuesta de convocar una asamblea constituyente, aunque atractiva en teoría, no tiene en cuenta que las promesas fundamentales de la Constitución de 1991 aún no se han cumplido. La realidad es que Petro no ha logrado obtener las mayorías calificadas necesarias para aprobar sus reformas legislativas, y es improbable que pueda reunir el apoyo necesario para reformar la Constitución.
En este contexto, es relevante analizar el artículo 376 de la Constitución colombiana, que establece los procedimientos para enmendar la Constitución. Este artículo establece que cualquier reforma constitucional debe ser aprobada por una mayoría de dos tercios en cada una de las cámaras del Congreso, seguida de la aprobación en un referéndum nacional. Dada la fragmentación política en Colombia y la falta de consenso sobre temas fundamentales, es poco probable que Petro pueda obtener el respaldo necesario para llevar a cabo cambios significativos en la Carta Magna.
Con esto en mente, se hace evidente que las disposiciones de la Ley 5 de 1992, que definen las mayorías necesarias para la toma de decisiones en el Congreso, y el artículo 376 de la Constitución, que establece los procedimientos para enmendar la Carta Magna, actúan en conjunto para establecer un marco normativo claro y riguroso para el proceso de reforma constitucional en Colombia. Sin embargo, dada la fragmentación política en el país y la falta de consenso sobre temas fundamentales, se plantea un desafío significativo para líderes políticos como Gustavo Petro, quienes aspiran a llevar a cabo cambios significativos. Aunque Petro pueda inspirar a muchos con su visión de cambio y transformación, la realidad política del país sugiere que es poco probable que pueda obtener el respaldo necesario para lograr sus objetivos de reforma constitucional.
Después de analizar el panorama político actual en Colombia y la posición de Gustavo Petro en su búsqueda de transformación, surge una pregunta inevitable: ¿cómo reconciliar la visión idealizada del cambio con los obstáculos institucionales y la realidad política del país? La reflexión de Iris Murdoch sobre vivir sin ninguna imagen de uno mismo puede adquirir un significado relevante en este contexto. Tal vez, en lugar de aferrarse a una imagen preconcebida de lo que debería ser el cambio político, podríamos encontrar una mayor claridad y eficacia en la acción política al adoptar una postura más flexible y adaptativa.
La travesía de Petro, al igual que la de muchos líderes políticos, se enfrenta a la encrucijada entre la visión y la realidad, entre el deseo de transformación y los límites institucionales. Sin embargo, este dilema no es exclusivo de Colombia; es inherente a la naturaleza misma de la política. En última instancia, el cambio político significativo requiere no solo una visión audaz y comprometida, sino también una comprensión profunda de las estructuras y procesos institucionales, así como la capacidad para navegar hábilmente dentro de ellos.
Por lo tanto, mientras observamos el viaje de Petro y otros líderes políticos en Colombia y en el mundo, es importante recordar que el cambio político no es simplemente una cuestión de voluntad individual o carisma, sino también de estrategia, negociación y compromiso. La verdadera transformación política puede requerir no solo desafiar las estructuras establecidas, sino también trabajar dentro de ellas para lograr cambios significativos y sostenibles. En última instancia, la búsqueda de transformación política en Colombia y en cualquier otro lugar es un viaje continuo, marcado por desafíos, aprendizaje y evolución constante.
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