Aterradora me pareció la entrevista de Vicky Dávila a Quintero Calle. No me aterró tanto la frivolidad complaciente de las preguntas de la entrevistadora; ni la ignorancia, la estupidez y la vulgaridad de las respuestas. Me aterra el hecho de saber que quien dice tales cosas es el alcalde de Medellín, elegido por votación popular.
Quintero Calle es la más acabada representación de lo que Ortega y Gasset llamara el hombre-masa-rebelde. Son varias las características de este hombre-masa rebelde, que se identifica con el demagogo y el retórico que aterraba a Aristóteles, quien nos advirtió que una sociedad puede acabarse cuando le llega la hora de la demagogia.
El hombre-masa-rebelde es ignorante y vanidoso, se siente perfecto y cree tener un conocimiento pericial de todos los asuntos. Se siente con el derecho de tener una opinión sobre todo sin haberse tomado el trabajo de estudiar nada para forjársela. Todas las decisiones tomadas desde la alcaldía, en especial las relativas a EPM, han estado fundamentadas en la más sólida e inexpugnable ignorancia. Quintero ha dando pruebas repetidas y contundentes de que es un tonto vitalicio, íntegro y sin fisuras. Personas como él en cargos de responsabilidad son especialmente peligrosos pues, como decía Anatol France, el necio es más funesto que el malvado, porque el malvado descansa algunas veces, pero el necio jamás.
El hombre-masa-rebelde es mentiroso y miente de las tres formas posibles. Miente por ignorancia, miente por prejuicio y miente de forma deliberada y premeditada. Su ignorancia lo hace impermeable a lo racional, sus prejuicios lo apartan de lo razonable y su vanidad lo lleva al convencimiento de que lo que diga será aceptado como verdad por los hombres-masa-rebeldes cuyo liderazgo ostenta. Todo en esa entrevista son mentiras rotundas o pérfidas insinuaciones, que la complaciente entrevistadora deja pasar dulcemente.
El hombre-masa-rebelde es vulgar. Ya las dos facetas anteriores del hombre-masa-rebelde que es Quintero Calle – la ignorancia vanidosa y la mitomanía compulsiva – eran bien conocidas; la tercera, la vulgaridad, se despliega en esa entrevista arrolladoramente, porque la combinación de la ignorancia, la vanidad y la mentira es la vulgaridad.
Lo aterrador de todo esto no es que el vulgar se crea sobresaliente y no vulgar, como es el caso de Petro, López, Robledo y otros más. Lo verdaderamente aterrador en el caso de Quintero es que, superando de lejos a sus ídolos, pasa a otro nivel, no pretendiéndose sobresaliente sino asumiéndose como vulgar y proclamando e imponiendo el derecho a la vulgaridad o la vulgaridad como derecho, como dejó dicho Ortega y Gasset.
Hemos llegado a la situación de elegir y tener como alcalde de Medellín a un personaje que parece decir soy ignorante, vanidoso, mentiroso, vulgar y ¿qué? ¡Eso es lo que quieren las masas!
Hace años a un experimentado político le oí decir que en política lo que importa no es el conocimiento o la inteligencia sino la popularidad. Chávez y Maduro en Venezuela, Correa en Ecuador, Lula en Brasil, Evo en Bolivia, en fin, los Kirchner en Argentina prueban hasta la saciedad la verdad de esa afirmación.
No soy capaz de entender el cúmulo de circunstancias que hacen que las masas en determinados momentos históricos se regodeen con la vulgaridad en política. Pero es un hecho que esas coyunturas existen y en ellas emergen con fuerza los demagogos y entre todos ellos el que sea más vulgar. Nadie puede hoy comprender, leyendo sus discursos, que italianos y alemanes hayan votado por Mussolini y Hitler.
Creo que Quintero hoy por hoy es el más vulgar de los demagogos colombianos, el que más se parece a los mencionados “próceres” latinoamericanos y el que más posibilidades tiene de llegar a la presidencia, porque es el que mejor interpreta el sentir de una sociedad a la que parece haberle llegado la hora de la demagogia y del derecho a la vulgaridad.
En un acto de patriotismo, todos los paisas debemos unirnos para revocar el mandato de este Pinturita indigesto del sistema democrático.