La anarquía del fútbol colombiano

No voy a entrar en el debate de quién tiene la culpa. Para mi todos son responsables, o somos. Porque debo asumir con la frente en alto que, como hincha, amante del deporte, periodista y ciudadana, me duele profundamente todo lo que está pasando, pero también me responsabiliza.


Me tomó más dos días decidir si quería escribir acerca de la situación que vive hoy Medellín en torno al fútbol, el barrismo, la inseguridad en el estadio, la intolerancia.

Atlético Nacional, Los del Sur, la alcaldía de Medellín…parece todo una novela. Un rifirrafe que, aunque estalló el pasado domingo previo al clásico contra América de Cali, se venía caldeando hace no días, sino meses.

Desde antes de que Mauricio Navarro asumiera la presidencia el 1 de septiembre de 2022, la relación entre el club y la hinchada ya estaba quebrantada. Inconformidades con la salida de Gio Moreno y los deficientes resultados deportivos del equipo, que lo dejaron por fuera de los cuadrangulares finales en el segundo semestre, suponían un panorama oscuro para la nueva dirigencia. El regreso de Paulo Autuori como DT de Atlético Nacional, tampoco apaciguó las aguas.

No puedo decir que sé lo que sucedió al interior del club, tampoco cómo fueron los acercamientos con las barras organizadas y Los del Sur. Pero desde afuera, como hincha fiel del equipo, se empezaron a ver insultos, campañas de desprestigio, panfletos con amenazas de muerte, plantones a las afueras del estadio y más recientemente, desmanes que lograron convertir un estadio en una zona de batalla entre hinchas y la fuerza pública.

Que los abonos estuvieron carísimos, que las contrataciones para el 2023 no estuvieron a la altura. Que a veces no se entiende el estilo de juego del equipo antioqueño.

Unos hablan de traición, los otros de exigencias económicas.

Entre todo, no sorprende que aparezca la alcaldía de Medellín, muy fiel a su estilo populista y oportunista de gobernanza por Twitter a hablar de amenazas, señalar responsables y hasta ofrecerse para liderar un proyecto para que los hinchas sean propietarios de los equipos de fútbol.

Lo cierto es que, aunque la situación que se vive con Atlético Nacional es vergonzosa para un país y una ciudad que son reconocidos en la región por su trabajo en torno a una cultura de fútbol en paz y convivencia, no es un hecho aislado.

El fútbol colombiano cayó en una anarquía en la que, ni los clubes, ni el Estado, a través de la fuerza pública y el Ministerio del Deporte, ni la dirigencia en cabeza de la Dimayor y la Federación han logrado imponer un orden.

Justo el día de los desmanes en el Atanasio Girardot, a mi papá, lo increpó un supuesto hincha a las afueras del estadio y después de empujarlo lo amenazó: “Siga con ese cuentico de la reventa de boletas que ya lo tenemos fichado. Cuidadito mijo que yo sé usted quién es”. Sin comprender muy bien lo que estaba pasando, mi papá inocentemente le respondió: “Pero si yo soy abonado”.

Apenas cuatro días antes había también asistido al partido entre DIM y Deportivo Cali. En tres ocasiones vi cómo varios tipos le pedían la cédula a todo el que vieran que no tenía puesta una camiseta roja o del ‘equipo del pueblo’. Civiles, “hinchas”, haciendo requisa de documentos en un espacio público. ¿Y la Policía? Ahí, al lado, sin hacer nada o esperando a ver si por obra y gracia del espíritu santo recuperan su autoridad.

En Ibagué y Manizales invaden la cancha, en Bogotá atacan buses con piedras. Las noticias están plagadas de hechos de violencia, descontrol y pujas de poder en nuestro querido fútbol colombiano.

No voy a entrar en el debate de quién tiene la culpa. Para mi todos son responsables, o somos. Porque debo asumir con la frente en alto que, como hincha, amante del deporte, periodista y ciudadana, me duele profundamente todo lo que está pasando, pero también me responsabiliza.

El fútbol es un negocio, pero es también una pasión, un fenómeno de masas, un estilo de vida. El fútbol es un reflejo de la sociedad, de lo que somos y de lo que nos estamos convirtiendo.

Pero el fútbol es, por sobre todas las cosas, un deporte. Como tal debe cumplir con los principios de solidaridad, responsabilidad social, el valor educativo del buen ejemplo, la alegría del esfuerzo, la no discriminación y la igualdad establecidos en la Carta Olímpica.

Entre los símbolos de pesos, parece que todo eso se nos olvidó.


Todas las columnas de la autora en este enlace: https://alponiente.com/author/susana-panesso-velez/

 

Susana Panesso

Comunicadora social de profesión, periodista de vocación. Hago preguntas y
cuento historias. Fiel creyente de que el deporte y la cultura transforman
vidas.

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