La agonía de vivir en la distancia de los cuerpos y la cercanía del amor

no se llamen ilegales a seres que por derecho divino pueden recorrer el mundo y por invención del hombre deben encerrarse en las líneas imaginarias de sus fronteras.”


La cuarentena que nos ha acogido durante la gran parte de este año, el cual nadie  recordará con alegría (excepto yo por que será padre), nos ha enseñado el valor de la cercanía, esa que tantos escritores y pintores recreaban en sus obras de arte y no cualquier experto podía apreciar, nos ha mostrado que el cariño, el afecto, la ira, el desprecio y el dolor, por más que nos hundamos en la vida robotizada y tecnológica de este siglo no puede vivirse con la misma intensidad que cuando tenemos al objeto de esas emociones y sensación frente nuestro,

Hoy los muertos duelen más, pero su final es más rápido, hoy los amantes se aman más, incluso llegando a la locura, pero deben someterse al inverosímil pero práctico lenguaje de los emojis, nuestras madres no pueden contener en un solo minuto de audio todo el cariño y las bendiciones que quieren derramar en nuestras vidas y por ello sus audios son más largos que los sermones dominicales y sus perfiles siempre tienen el infinito eslogan “escribiendo”. Por esto debemos como seres humanos recordar nuestra esencia social, nuestro humanitas, construir y volver a construir por más que las paredes se derrumben y los cimientos tambaleen, es nuestra obligación reencontrar a los amantes, responder a nuestras madres, llorar con dignidad a nuestros muertos, esto sin desconocer que la “nueva normalidad” es y se mantendrá como una realidad inobjetable, pero si afirmando que en un mundo donde ya no se necesitan meses para llegar de un continente a otro, donde somos ciudadanos del mundo  y seres del universo.

Que este mensaje llegue a nuestros gobernantes, a los magnates disfrazados de filántropos y a las autoridades que se esconden detrás de sus armas, para que luego de este trago amargo, no se violen los derechos humanos, no se asesine en razón del color de piel, no se bombardee por ser enemigos religiosos, no se invada en nombre de la economía y el progreso, no se levanten muros y se enjaulen a los niños como gallinas, no se llamen ilegales a seres que por derecho divino pueden recorrer el mundo y por invención del hombre deben encerrarse en las líneas imaginarias de sus fronteras.

Steven Posada Posada

Estudiante de derecho de la Universidad de Medellín. Apasionado por la política, las estrategias electorales y la transformación. Defensor de los derechos y las libertades individuales. Promotor de las causas justas, el activismo juvenil y la libertad de expresión. Dispuesto a contribuir en la construcción de una visión diferente.

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