Uno de los temas que en el mundo contemporáneo causa mayor escozor y sensacionalismo, es la ablación de clítoris. Esta práctica es realizada en múltiples estados a lo largo y ancho del globo terráqueo, pasando por naciones que difieren tanto en sus modelos económicos, políticos y sociales, con estructuras epistémicas completamente diversas, unas occidentalizadas, otras pertenecientes al mundo musulmán, y por último otras orientales.
Según estadísticas del año 2014, se estima que un total de 29 estados realizan dicha práctica, y se habla de 125 millones de mujeres y niñas mutiladas. (Campo, 2014). Esta gran problemática ha motivado la creación de un número indeterminado de estudios, en la mayoría de los realizados en el mundo occidental, se resaltan los valores de libertad negativa y positiva existentes desde la formación de los estados democráticos; controvirtiéndose el derecho de las comunidades a realizar este tipo de intervenciones, y catalogándolos como vejámenes e injurias en contra de los derechos humanos, y más precisamente de la mujer afectada.
Por otra parte, otra fracción de los estudios realizados, se inspiran en teorías comunitarias, multiculturales, en los que se defiende directa o indirectamente la práctica de este tipo de mutilaciones genitales. En dichos estudios, se aduce que la realización de la ablación hace parte del resorte de cada una de las comunidades, quienes tienen derecho a auto determinarse, estableciendo y siguiendo sus propias costumbres y ritos.
Pero esta problemática, que en muchas oportunidades los colombianos vemos tan distante, nos afecta de manera directa, pues Colombia, en la actualidad es el único estado en el que parte de su población realiza la mutilación genital o ablación de clítoris; una de las tribus que práctica dicho procedimiento es el embera, el tercer grupo indígena más grande de Colombia, el cual cuanta con 250.000 miembros repartidos en una área muy extensa del territorio nacional.
Por lo anterior, vale la pena realizar un análisis de dicha costumbre. Para ello, se realizarán una serie de cuestionamientos y preguntas, sin querer caer en respuestas tajantes o absolutas sobre la problemática, sino intentando brindar al lector una visión mucho amplia del asunto, otorgándole herramientas filosóficas, jurídicas y críticas que le permitan entender diferentes aspectos y precisiones sobre la mutilación genital, sin que con ello el análisis sea limitado a una visión netamente occidental o liberal.
Con la instauración de los modelos burgueses de estado, y a partir de la eliminación sistemática de los opositores a la visión liberal, triunfó un modelo de libertad soportada en la idea de los derechos individuales. Junto a este fenómeno de repercusiones varias, que conllevó a la creación de corrientes filosóficas, culturales, sociales y políticas, nacieron múltiples cartas de independencia, tal fue el caso de la declaración de independencia de Virginia, la de Estados Unidos de Norte América, la Declaración Universal de los Derechos Humanos entre otras.
Dichos estados liberales nacientes crearon la sociedad “democrática”, y esta visión fue expandida creándose una visión occidental de la realidad, en la que primaba la visión individual de los derechos y libertades. Esta visión se diferencia de la antigua, o también llamada comunitaria, en el sentido de que en la última no primaban las libertades vistas desde el sujeto en forma individual, para los comunitaristas la sociedad debía ser entendida desde el sujeto que era sometido a la comunidad, dando prevalencia a las costumbres y ritos generados en una cultura particular, lo que en últimas imponía la subordinación del hombre ante la comunidad.
Ahora bien, la pregunta inicial sería: ¿En qué forma puede ayudar el estudio de la visión individual versus la comunitaria a la solución del problema de ablación de clitorios?, o mejor aún, ¿debe ser entendido este como un verdadero problema, o solo hace parte de la libertad de los pueblos a imponer sus propias costumbres y ritos?.
Es claro que desde un punto de vista individualista liberal, que las mujeres sometidas a mutilaciones tales como la ablación de clítoris, inicialmente no tendrían la carga de soportar dichos actos, pues estos podrían ser entendidos y catalogados como la realización de un vejamen o una perturbación en su libertad, autodeterminación y una afectación en su integridad física y moral.
Inicialmente la mujer occidental solo estaría en la obligación de soportar todo aquello que la ley le indicara, y la voluntad de una comunidad o un grupo humano mayoritario, no podría inferir en forma directa en su decisión de no realizar dicho procedimiento quirúrgico.
Conforme a lo anteriormente expuesto, se realza el hecho de que la libertad individual es el soporte actual de los estados occidentales, y se instituyen como el pilar básico e insoslayable para argumentar que los intereses de los sujetos priman por sobre los colectivos.
Para el caso a estudio, las costumbres indígenas existentes, los rituales y las creencias nunca podrían estar por encima de los intereses y el bienestar de cada uno de sus coasociados.
Debe entenderse, que desde concepciones modernas europeas, tales como los conceptos de libertad negativa y positiva consagrados por el autor Berlin, el sujeto tiene por derecho propio la capacidad para ser su propio dueño, es decir, debe en principio tener la capacidad para saber cuándo y que tipo de inferencia permite sobre su ser, allí radica su capacidad para determinar aquello que es moralmente correcto o no. Sin embargo, todo lo anterior hace alusión a una visión euro-centrista de la sociedad.
Para el caso de la ablación de clítoris, no podría centrarse el problema en una visión netamente occidental, pues esta intervención quirúrgica es realizada por múltiples culturas, las cuales cuentan en su mayoría con cosmovisiones totalmente diferentes a la europea, y específicamente a la concepción liberal.
En Colombia por ejemplo, esta práctica es realizada por comunidades indígenas apartadas, las cuales cuentan con una visión de libertad, ética y moral completamente distintas a la establecida por el estado colombiano, hasta el punto de contar con el reconocimiento de una jurisdicción especial, tal y como fue estipulado en el artículo 246 de la Constitución Política Colombiana de 1991.
Los hombres y mujeres de dichas asentamientos indígenas no comparten en la mayoría de los casos, la visión ética y moral occidental, tienen un propio carácter, una forma autóctona de entender lo justo, bueno, así como aquello que es prudente o no en un determinado caso.
Por todo lo anterior, intentar imponer una visión netamente occidental al problema en concreto, sería restarle valor ético y moral a las diferentes comunidades indígenas, suprimiendo parte de sus creencias y costumbres por considerarlas contrarias a la tesis universal de derechos, o a una visión unitaria de libertad, o una concepción moral europea.
Ahora, debe advertirse que si bien esta concepción occidental ha sido tomada y abanderada por la Declaración Universal de los Derechos Humanos, esta se encuentra limitada al conceso de cada uno de los pueblos, y a la voluntad de los estados para integrarse y respetar la carta de derechos universales. Frente a lo anterior, valdría la pena preguntarse si China o cualquier estado no occidental se sometería a la carta universal de derechos humanos, o a un modelo liberal de organización social.
Dado lo anterior, cabe entonces la pregunta de: ¿ hasta qué punto las comunidades indígenas han cedido su autonomía como pueblo, sus costumbres y creencias, de tal forma que les sea exigible un modelo de actuar occidental?.
Debe entenderse que el ser humano por naturaleza no es un ser aislado, y su cosmovisión está ligada a la comprensión de la realidad, y esta última depende de varios aspectos, entre ellos uno de los más significativos es la cultura. De esta forma vemos como la cultura se convierte en un principal impedimento para instituir como visión unitaria el modelo liberal u occidental de actuación, situación que nos imposibilita realizar un cuestionamiento tal, como decir que la ablación de clítoris es un procedimiento moralmente incorrecto.
Por otro parte, podemos concluir que cada pueblo desarrolla su propia cultura, el multiculturalismo busca en esta medida dar igual valor a todas y cada una de las diferentes costumbres, relativizando y replanteando la visión unitaria occidental, o la imposición de aquello que es moralmente correcto o incorrecto desde una mirada euro-centrista.
Pese a todo lo anterior, existe una corriente liberal moderada, que tratan de integrar la visión comunitaria y la individual, es decir, busca pregonar el respeto del individuo, sin dejar a un lado las diferentes costumbres de las comunidades o grupos humanos. En este punto, vale nuevamente la pena cuestionarnos en la siguiente forma: ¿hasta qué punto podrá ser aplicada esta teoría unificadora, en un problema tan gravoso como el aquí cuestionado?, ¿será posible preguntarle a la mujer indígena que está a punto de ser mutilada, que piensa de esta costumbre?, ¿estará ella consiente y en capacidad de comprender las consecuencias que dicho acto conlleva?. Y por último y no menos importante, ¿estará el estado colombiano, como estado social democrático en la capacidad de respetar la decisión de una mujer que decide mutilar su clítoris?.
Cabe resaltar el concepto de lo que es moralmente correcto para el individuo. La mujer que dentro de su facultad para determinar lo que es bueno o malo, prudente y justo, decide tomar la decisión de realizarse dicha intervención, no contraría, a criterio personal, los preceptos occidentales de libertad. Pues si bien se realizó una alteración sobre su organismo, dicha decisión fue tomada en forma consiente y voluntaria; disponiendo en últimas de un bien personal suyo, que en nada alteró o afectó en principio intereses de otros sujetos. Pese a lo antes dicho, cabe igualmente cuestionarse si en tratándose de un bien personalísimo el estado colombiano puede intervenir o no en el perfeccionamiento de la práctica.
En igual forma, la mujer dentro de un estado liberal, tiene la capacidad de elegir hasta cierto punto su plan o proyecto de vida, esta capacidad de elección hace parte de su libertad.
La anterior visión corresponde a una salida pluralista del cuestionamiento, pues en esta se busca tolerar y respetar las diferencias étnicas, culturales, costumbristas y raciales de los diferentes grupos humanos en el marco de un estado liberal. Sin embargo, para el caso en concreto existe cierta dificultad para acoplar la salida pluralista, pues las comunidades indígenas como la Embera, en la mayoría de los casos se encuentran en lugares apartados, tales como resguardos, distantes de los demás miembros del estado colombiano, y su cosmovisión es totalmente contra puesta a la consagrada por la Constitución Política de 1991.