Hace dos semanas concluía el evento religioso de jóvenes que batió records. La jornada mundial de la juventud es un evento masivo que convoca a jóvenes de todo el mundo católico alrededor del Papa y de todo lo que la Iglesia significa. Rio de Janeiro, envuelta en los últimos meses en un clima de tensión pro las manifestaciones de brasileros que protestan por las desmesuradas alzas en el costo de vida del país, abrió las puertas a recibir casi cuatro millones y medios de jóvenes de los cinco continentes… y al Papa. Éste ha sido desde marzo una figura revolucionaria. Su austeridad y cercanía a los fieles ha marcado un hito en la figura pontifical que parecía lejana e inaccesible. Rio no fue la excepción.
Pensando en la multitudinaria participación de jóvenes en Rio de Janeiro, me preguntaba acerca de cómo aun la religión, en un mundo en vía de secularización, sigue atrayendo pasiones entre las personas. Y es que precisamente fue este caso un record de participación en las jornadas mundiales, incluso, los pronósticos del gobierno brasileño indica que el evento no se quedó por debajo de las cifras aspiradas para el mundial de fútbol, que tuvo más asistentes que la copa confederaciones, y que alcanzaría a ser pocamente superada por la expectativa de los juegos olímpicos del 16.
La juventud, en nuestro tiempo, es reconocida como la generación de la libertad, la de las luchas por lo social, pro la naturaleza, pro los derechos humanos, los de los animales. Jóvenes libertarios y apasionados por lo que hacen. Y expresar la fe no se ha quedado de la lista de sentimientos posibles.
La secularización –aunque a mi parecer es tan necesaria de las cuestiones civiles y estatales- no ha logrado alejar del corazón de muchos el deseo inmenso de buscar en lo trascendente lo que la cotidianidad no ofrece. Suplir con la fe lo que impiden los sentidos. Viéndolo de manera muy pedagógica, podríamos no echar la culpa a los jóvenes, más bien podría decir que aspirar a lo más alto, lo que parece inalcanzable psicológicamente lo motiva a no conformarse con el facilismo que se propaga a diario, sino más bien luchar por los ideales que realmente podrían transformar el mundo.
Por: Jose Alfredo Collazos
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