Mis canciones son muy viejas/ Mi padre me las cantó/ Ahuyentan los enemigos /Y atraen suerte de sol a sol.
Julio Cadavid
Lo visible, a veces, lo más malazo
No es fácil encontrar un cantautor, sobre todo en el tiempo de la ola pop, la nueva música popular y el reggaeton. Música ruidosa que parece una pesadilla que se repite. Una pesadilla que cambia de actores, pero que conserva el escenario. Y los nuevos actores de la pesadilla, en su mayoría, se caracterizan por el reiterado descaro de empobrecer el lenguaje.
Sin vergüenza exhiben su disminuido conocimiento léxico. Y no solo se trata del poco vocabulario utilizado, sino de la incapacidad de elaborar un pensamiento complejo. Y se ganan premios a mejores compositores, como es el caso de Bad Bunny, al concebir frases como: “Si tu novio no te mama el cu…, ven a casa que yo te lo mamo”. Algo muy jodido pasa con las composiciones. Sino, fíjese en el caso J Balvin donde la estupidez es más animadora de piñata para adolescentes que representante del género urbano.
Afortunadamente vivo en Girardota —un municipio ubicado al Norte de Medellín, en el Área Metropolitana— donde la música corre por la sangre de los habitantes y se puede escuchar a Fred Danilo, Hato Grande, XOL, Julio & La Banda del Camino, entre otros… Artistas que se atreven a composiciones más complejas e incluyen en sus textos los tiempos: subjuntivo, imperfecto… que dan lugar a un pensamiento más expansivo, sin golpes fatales a las normas gramaticales. Esto les permite precisión y variedad en la expresión de sus ideas.
Sin embargo, muchos músicos visibles —no generalizo— presentan graves problemas lingüísticos y son endiosados por un público con los mismos problemas. Un público que cree que las idioteces musicalizadas son verdaderas obras de arte.
Cuando la lectura y la escritura —lo saben los artistas serios— son procesos que se aprenden. Se escribe con aquello que se ha aprendido a leer. Escribir y leer potencia el pensamiento porque el pensar está ligado a la palabra. Se piensa con palabras. Por lo que pensar es un hecho lingüístico y el “yo” es una circunstancia del pensamiento. Y entre más palabras se conozcan, más herramientas hay para pensar y definirse. Pero si los músicos que seguimos carecen palabras, no se puede esperar que tengan pensamientos que interroguen el mundo que habitan.
¡Es una preocupación que esta estulticia rija el mercado musical! Y al reflexionar lo que dicen algunos músicos, es risible la validación de su lenguaje en el mundo del espectáculo musical. Ejemplo, Jessi Uribe hace declaraciones desafortunadas del contexto social, donde afirma que no sabe ni le interesa la política, en un país como Colombia tan rico en desastres políticos, tan número uno en los escándalos de corrupción, tan eficiente en la DIAN y en la muerte de líderes sociales… El Jessi parece una copia pirata de la peli The Truman Show. Como si este artista viviera en una urna de cristal donde apenas se maravilla con su reflejo.
Ah, y no puedo dejar pasar al fenómeno Maluma. Su canción intrascendental “Cuatro babys” atropella el lenguaje con irresponsable rima, sintaxis malaza y complejidad escolar. Es todo un descaro de antología, donde la madurez emocional del personaje que protagoniza la canción es la de un joven lujurioso de 15 años. Si alguien se aventura a la inutilidad de mirar a fondo las canciones, hablo de la composición, podrá encontrarse con esta pregunta: ¿Será que cualquiera puede tener una idea genial? Se podría pensar que sí. Sin embargo, intentar comprender qué hace a una idea distinta de otra en Maluma, es tal vez, el campo que habría que explorar. Y sería toda una decepción literaria.
Estos especímenes de la fama encontraron en la ola pop, en la nueva música popular y el reggaetón un escape al anonimato. Imagino que para ellos un cantautor es un bicho raro porque es inteligente, piensa a profundidad y hace denuncias del mundo que habita y sobre todo, escribe bien.
El cantautor
Hay que volver a posicionar la palabra “cantautor”. Hay que conocerla. Hay que remitirse a la década de los 70 cuando ciertos autores deciden ser intérpretes de sus composiciones. Francia contaba con una tradición de compositores-intérpretes como: Brassens, Becaud, Aznavour. En América Latina se hacían populares Violeta Parra y Yupanqui. A la par, con la revolución cubana surge Silvio Rodríguez. En Estados Unidos, Dylan… Todos ellos se caracterizaban por su compromiso político, social y cultural. Así, por ejemplo, en España se perfiló Serrat como un opositor al franquismo y defensor de la lengua catalana. Por algo, para muchos, la canción de autor nace en España y Latinoamérica.
Después, la nueva ola pop dejó al margen al cantautor y las casas disqueras empezaron a generar cierto descontento con aquel que protestara. Querían más comercio que conciencia. Además, preferían evitar, como se hace con una enfermedad, el dolor de la injusticia. Pese a esta crisis para el cantautor con las casas disqueras surgen, gracias al arte, cantautores como Joaquín Sabina y Luis Pastor.
Más tarde, cuando es un tema planetario el calentamiento global, el problema de la inmigración, el capitalismo salvaje… y otros fenómenos que afectan la humanidad, aparecen músicos como Pedro Aznar, Pedro Guerra, Jorge Drexler, entre otros.
Por consiguiente, no es de extrañarse que para muchos una canción que incomode sea relegada al olvido porque disgusta con sus reflejos de imperfección. Imperfección que es un retrato consciente de la vida y no una frase rebuscada de los Maluma, Balvin y Jesssi.
Encontrarse un cantautor consciente de sí mismo podría considerarse una epifanía. Sobre todo, cuando es una manifestación poética de un mundo observable, un testimonio de un hombre que experimenta la vida desde sus emociones, construye una mirada del mundo desde un proceso cognitivo complejo y hace una apuesta arriesgada desde el punto de vista mercantil.
El cantautor reinventa el lenguaje. Lo renueva. Hace que se pueda sentir diferente. Entre más lenguaje, mayor pensamiento. Lo sabe la literatura. Por algo las denuncias en libros como “1984” de Orwell y “Fahrenheit 451” de Bradbury. Estas obras evidencian que entre más pobre es el lenguaje mejor para los regímenes totalitarios. Sin palabra no hay pensamiento. Sin pensamiento no hay belleza ni libertad de expresión. Sin belleza no hay asombro. Sin libertad de expresión no hay futuro.
Cuando un cantautor —uno bueno— desde sus letras, música, denuncia… aporta al público a seguir pensando para generar una opinión hipotética-deductiva que incomode. Sobre todo, que incomode.
Julio Cadavid
Julio Cadavid hereda la música de su familia y de Girardota, municipio reconocido por su nivel musical. Allí, muchos músicos fueron obreros y tocaban después del trabajo. Entre reuniones y fiestas se fueron tejiendo amores e historias. Así, nacieron otros músicos, como Julio, que tuvieron la oportunidad de dedicarse a un oficio y estudiarlo.
Para dedicarse a la pasión de cantautor Julio se desempeñó como docente de primera infancia. Cargo que realizó hasta el 2021 en la Escuela de Música del municipio de Girardota hasta que la Administración de Diego Agudelo, autoritaria y miope culturalmente, despidió a 13 profesores, porque sí, porque para el mandatario otro punto de vista es vil.
Conozco el método creativo de Julio porque tiempo atrás trabajamos juntos. En el 2013 fuimos cómplices en el proyecto de primera infancia en los hogares comunitarios en Girardota, pero en el 2014 hubo un recorte de presupuesto por la Secretaria de Educación y nuestro trabajo se vio afectado. No obstante, nos ganábamos la vida visitando algunos hogares comunitarios, él como músico y yo como cuentero. Nos disfrazábamos de payasos y le decíamos a los niños que los libros eran seres vivos, que a veces volaban como los pájaros y que, así como uno tenía piel ellos páginas, así como uno tenía ropa ellos caratulas, así como uno tenía nombre ellos títulos. Como si de verdad ambos nos hubiésemos fugado de un anaquel de biblioteca.
Sin embargo, lo más interesante de esa experiencia era ver como Julio se sentaba con su guitarra, hacia algunos acordes y de la nada empezaba a tararear alguna frase de una futura canción como “Don pepito el cepillo” o “Quiero tiempo”. Canciones que fueron punto de partida para que en el 2016 publicara, con un amigo, Anderson Lennys, el libro: “Don Rimando llega cantando”, cartilla pedagógica para agentes educativos de la primera infancia financiada con un estímulo del Ministerio de Cultura. Además, con esta cartilla obtuvo el título de Licenciando en Música en la Universidad de Antioquia.
Desde muy joven, el trabajo de Julio ha sido la música y la composición. Gracias a ello en sus letras hay poética. Es decir, el mundo que nos ofrecen sus canciones cuentan con un sistema de principios (preocupación por lo social, se evidencia en “Canción”), de conceptos generales (temas que lo inquietan o historias de reconocimiento patrio: “De tu jardín a mi hogar” o “Transitar”), modelos y metalenguaje (canciones que se referencian así mismas o nombran el camino con un simbolismo propio: “El camino”).
Estos elementos constituyen la poética que permite describir y comprender el mundo artístico del cantautor. Reflejan su mirada del mundo desde una perspectiva reflexiva. De ahí, que se ajuste perfectamente a la definición de cantautor de la Real Academia: “Cantante, por lo común solista, que suele ser autor de sus propias composiciones, en las que prevalece sobre la música un mensaje de intención crítica o poética”.
El primer evento relevante en su vida fue la separación de sus padres. Julio tenía ocho años y ya estaba inquieto por la música. Había visto a su progenitor tocar una guitarra y a su abuelo con un tiple en fotografías. Por ello, quizá, el padre le dejó una guitarra antes de marcharse.
Durante años miró el instrumento colgado en la pared, sin estuche. Postergó la cita con su destino hasta los quince años cuando decidió estudiar los acordes. A la par aprendió a tocar zampoña, quena y cantó con el grupo Latino en el Atanasio Girardot.
“Me volé de clase y me presenté al grupo. Había otro man cantando. El man se fue y yo dije que podía cantar. Entonces llegó el profesor y me dijo que era yo el que iba a cantar esa canción. Luego, llegó el primer concierto y me dio pánico escénico porque le iba a cantar a varios onces. Yo salí muerto del susto, todo se me olvidó, canté la canción pero en desorden, un caos”, recuerda.
Más tarde conforma el grupo Juventud Andina. Después Antawara, de música latinoamericana. Al tiempo se forma Don Baco, su proyecto más representativo hasta Julio & la Banda del Camino.
Don Baco lo conformaron Gustavo Baco, Víctor Castro y Julio Cadavid. En ese entonces, Julio estudiaba en la desaparecida EPA (Escuela Popular de Arte). Ganaron Antioquia Vive la música en 2006. También, fueron los teloneros de Aterciopelados.
Por último, hicieron parte de su formación Dopal y Andadas. Igual, lo aficionan los tangos y después de su visita a Buenos Aires emprendió un proyecto con Marco Blandón para tocar, por un breve tiempo, algunos tangos en bares o centros culturales.
Antípoda
El proyecto Julio & la Banda del Camino nace en el 2014. Los textos y la música son composiciones de Julio con arreglos y adaptaciones de la Banda del Camino. El grupo lo conforman: Diego Alzate, guitarra eléctrica; Luis Bernardo Durango, teclados y melodías; Alex Goéz, Baby bass; William Palacio, coros y percusión; y Julio Cadavid, guitarra y voz principal.
Al preguntarles por el sonido dicen que es una banda ecléctica. Es decir, variada, que experimenta diversos géneros y por ello, muchas de sus canciones son impredecibles. Le agregaría que tienen un sonido melifluo.
La banda incursiona en varios tipos de música. Pasa por la “chason” francesa, el folk, el folklore colombiano y latinoamericano, hasta el jazz y el rock.
En sus presentaciones Julio también canta como solista. Así hace prevalecer el término cantautor al revivir la tradición folk-acústica e incorpora temáticas sociales, personales y filosóficas.
Con el tiempo las letras de sus canciones fueron variando porque sus inquietudes lo llevaron a profundizar más en la escritura y la sonoridad de las palabras. Ahora incursiona en la décima y el soneto. En ese sentido, es la escritura buena maestra. Por lo tanto, a un ser calmado como Julio la literatura lo recompensa porque sabe esperar los versos indicados: “Solo cuento con tres palabras/ que mantengo guardadas/ por si hay una canción”, de la canción “Tres palabras”. O “Mis canciones son muy viejas/ Mi padre me las cantó/ Ahuyentan los enemigos /Y atraen suerte de sol a sol”, de la canción “El camino”. Y en la canción: “De tu jardín a mi hogar” dice: “No voy a invertir en ofrendas,/ ni en poemas que no digan la verdad”. O en la canción “Lo real, lo cordial” dice: “Cuando estás tejiendo con tu memoria,/ tejes con hilos deshilachados”. Son versos insinuantes, que dicen también entre líneas. Por algo decía Cervantes: “La pluma es la lengua de la mente” y se podría complementar que también es la melodía de los pensamientos.
Estas canciones aparecen en su primer disco “Antípoda” con La Banda del Camino. Se empezó a grabar en el 2019 y se terminó a finales del 2020. Un disco que Julio grabó con recurso propio y colaboraciones de los amigos.
En el disco participa Agustín Gómez en la batería de las canciones: “Huir” y “Árbol”. José Julián Restrepo se suma con el sonido del eufónio y trombón y Jairo Arango con el de la tuba en el tema: “Canción”. Gustavo Baco hace dúo en la canción: “Tres palabras”. Alejo García también hace dúo en la canción: “El Camino”. Carlos Andrés Zapata participa con el cuatro y las maracas y Pachito Muñoz con la flauta traversa en la canción: “Transitar”. Igual se suma Alan Correa y Felipe González en el arte del disco. Y el impacto al ojo, es decir, las ilustraciones, las hace Tobías Arboleda.
Este disco, “Antípoda”, como lo nombra el título, puede llegar a cualquier habitante del globo terrestre con respecto al autor, Julio, que mora en un lugar opuesto. La etimología de esta palabra se encuentra en el griego. Viene de la palabra “antipodes”. El prefijo “anti”, es “opuesto”. El sustantivo “pus”, es sinónimo de “pie”. Se puede usar para referirse a la persona que tiene un pie bastante alejado del otro. Y cobró sentido en los tiempos de pandemia, porque Julio decidió, con todos los cuidados de bioseguridad, entregar personalmente el Cd. En el tiempo del encierro, los toques de queda, le dio más sentido a la definición de “Antípoda”. Era más usual que dos personas resultaran opuestas entre sí, así vivieran a unas cuadras, estaban en las antípodas. Por lo que el Cd “Antípoda” funciona más como un puente que acerca al cantautor a su público que vive en las Antípodas.
Otras particularidades
Julio está rodeado de muy buenas referencias. En su casa hay Cds y libros indispensables. En la mesa de noche hay biografías de cantautores como León Gieco, Leonard Cohen, Bob Dylan, entre otros; poetas como Neruda, Whitman, Pessoa, Borges; o discos de Víctor Jara, Quilapayún, Inti Illimani, Violeta Parra, Joaquín Sabina, Javier Krahe, George Brassens…
Desde estas referencias y su propia experiencia como compositor, Julio entendió que lo vital del verso es la sonoridad, el ritmo de la poesía, que surge de la tensión que se genera entre el verso y la oración al definir un corte que interrumpa la conexión sintáctica de una idea y empujar así, hacia adelante, la música impersonal del silencio, que se acopla a la melodía de la guitarra. Esa es, tal vez, la analogía de la poesía con la música que logra tocar los sentidos y hacer que permanezca en el tiempo. Sobre todo, cuando parte de la intimidad, a veces silenciosa y ensordecedora del artista. En palabras de Julio: “El poema no es el título, es todo el interior. El título es como una advertencia”.
Y la mayor dicha para Julio es cuando alguien inesperado le dice que le gustó alguna canción porque le quedó resonando, como si le hubiera traspasado el corazón. “Lo que transmito en las canciones es añoranza. Hay canciones futuristas. Es decir, pueden hablar de algo que no va a cambiar en mucho tiempo, sobre todo especulaciones”, concluye.
Muchas de las canciones de Julio & la Banda del Camino no serán del olvido. Esto porque son poesía y la poesía requiere un esfuerzo especial para comprender el significado de las metáforas que utilizan los poetas cantautores para trasmitir el mensaje. Mensaje que se transmite con instrumentos como la voz y la guitarra. Cuando estos dos instrumentos se ejecutan con armonía emiten la calidez de sonidos que posibilita la ilusión de tocar un instante que es eterno, y por eso mismo fugaz para que prevalezca en el tiempo de las canciones de los cantautores. Gracias a ese instante el cantautor puede rozar el misterio de la creación con los dedos y la voz.
Y por eso, es importante que artistas como Julio Cadavid sigan diciendo. Hay que escucharlos. Ellos pueden formar público, al menos uno que piense. Ellos pueden enseñar el idioma en otra forma, mejor si es complejo.
No habrá de sorprenderse si escuchamos las canciones de Julio sin que se gasten o pasen de moda. Pues, lo que es bueno cada vez revela más detalles de su creación. Esto lo determina el tiempo. Si sus canciones prevalecen al implacable tiempo, de seguro manifestarán la magia continúa del instante. Así como un amanecer.
Por último, Dios, diosito hermoso, bendice al cantautor, especialmente el de pensamiento complejo. Qué su esfuerzo de decir siga siendo la posibilidad de escuchar más que aturdirse. Qué nunca se le ocurra simplificar la ortografía como si escribiera por whatsaap. Por favor, no dejes que se parezca a nadie, qué siempre sea ese bicho raro capaz de dejarte ideas huérfanas en la cabeza. Qué continúe incluyendo juegos verbales, matices, tiempos y metáforas en sus canciones. Y sobre todo, Dios, porque somos según lo que nombramos, que el cantautor sirva como antorcha para quemar la estupidez de las mayorías de las mentes humanas.
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