el autor utilizó la herramienta de las impresiones que consiste en acudir a los sentimientos de los personajes para crear un aire de realidad
“Las vidas posibles” muestra el fracaso como un compañero de vida, no como una enfermedad
Prueba otra vez. Fracasa otra vez. Fracasa mejor.
Samuel Beckett
Hace poco la editorial de la universidad de Antioquia publicó “El último reino” de Jacobo Cardona Echeverri. La novela fue novela finalista del Premio Nacional de Literatura de la Universidad de Antioquia. Es una historia que expone, sin concesiones, el terrorismo paramilitar como cáncer, enfermedad estructural o llaga en Colombia.
Pero desde su ópera prima: “Las vidas posibles”, el escritor y antropólogo antioqueño Jacobo Cardona, viene construyéndose un anaquel importante en la biblioteca de los escritores jóvenes. Con esta novela en el 2014 ganó el Bienal Internacional de Novela José Eustasio Rivera. Y ahora, la editorial Arbitraria se aventura con la segunda edición, cuyo lanzamiento será el próximo 2 de septiembre en la Pascasia, Medellín.
“Las vidas posibles” tiene una trama abundante en digresiones; protagonizada por un historiador que es profesor de Ciencias Sociales.
La novela recrea muy bien la sensación de realidad. Por lo tanto, Heriberto —el personaje principal—, parece un profesor de carne y hueso que dejó un texto autobiográfico de su experiencia como docente en la Comuna 13, en Medellín. Y gracias a que Jacobo Cardona trabajó como docente unos cinco años; pasó por su cuerpo, su sangre, la vivencia de docente para darle vida a su personaje. Luego, llegaría el trabajo de la escritura: “Después de tomar bastantes notas. Bastantes apuntes, se hizo un trabajo de sistematización y luego de redacción de la novela que tardó unos 18 meses”, dice Jacobo.
Llama la atención que Heriberto logre meterse en los nervios del lector. Es un personaje vivo. Tal vez se deba a que el autor utilizó la herramienta de las impresiones que consiste en acudir a los sentimientos de los personajes para crear un aire de realidad. Así, las impresiones de Heriberto son la ilación de detalles, sucesos y conflictos que al unirse dan una idea de verdad. Esta sensación de ilusión es manifiesta desde las emociones de Heriberto generadas a partir de su incapacidad de interactuar con el mundo circundante. Ejemplos: la frustración de trabajar en un colegio, la relación con su exmujer, el conflicto con los alumnos, el conflicto con la monja por ser ateo, su afición al whisky y la ropa de mujer…
El fracaso se plantea en la novela como una acción limitante, excluyente; sumerge a Heriberto en la incertidumbre. Sucede en las escenas en que los alumnos no lo escuchan y el personaje, en el capítulo V, dice: “Me sentí humillado y frustrado. Poseía algo valioso para decirles, pero a esos pequeños roedores no les interesaba escucharlo. Es más, tenía las respuestas de las preguntas que a ellos nunca se les ocurrirían; involuntariamente, yo estaba siendo desaprovechado.” O en el capítulo IX, cuando se encuentra con una exalumna de la universidad y salen a tomarse unas copas. Heriberto tiene la oportunidad de tener sexo con una mujer atractiva y: “Se me acercó, visiblemente achispada. Moví la cabeza afirmativamente, de forma automática, y le di un beso en la mejilla. Me fui sin decir nada”. Posteriormente, en capítulo XI, otro docente, Oscar, invita a Heriberto a unas copas. Entonces Heriberto confiesa que lo echaron por plagiador cuando trabajaba en un proyecto de investigación para el Ministerio de Cultura. Después, en el capítulo XIV, en una discusión, Sofía, la exmujer, lo ve con medias veladas y le dice: “—Das pena —dijo, y salió cerrando de un portazo. Me senté en el suelo y agaché la cabeza, avergonzado”, concluye el personaje. Entre otras escenas donde el fracaso, como Jonathan Smith —el gato—, es su fiel compañero.
El fracaso platea una reflexión profunda: en la vida se puede pasar más fácil a la acción al aprender de las adversidades, más que evadirlas. Sobre todo en este tiempo, el de las sociedades contemporáneas, de las redes sociales, que están obsesionadas en alcanzar el éxito, como si fuera un mandato a obedecer decretado por no se sabe quién, que tampoco advirtió que el umbral del éxito es una con infinitud de fracasos. Y es ahí donde “Las vidas posibles” tiene un lugar importante; muestra el fracaso como un compañero de vida, no como una enfermedad. Es el fracaso implacable y dramático; enseña que la existencia es robusta al aceptar la vida con las adversidades, los conflictos y sufrimientos. Así lo entiende Heriberto al aceptarse femenino de manera inesperada, exhibicionista y valiente.
En Heriberto es evidente la metamorfosis cuando vive su sexualidad porque evoluciona al sentirse vulnerable. Además, el mundo que habita provoca el cambio. Ejemplo: la distancia de su hijo o la posibilidad de perder su empleo por ateo lo impulsa a probarse más lencería femenina. Aunque el personaje le gustan las mujeres, como lo dice en el capítulo XIX: “…no quería ser mujer, pero tampoco trans ni travesti ni lesbiana ni perrito de la reina. Yo era un hombre al que le gustaba vestirse de mujer y punto. Adoraba mi voz, mis huesos, mis pelos de hombre”. Y esta declaración plantea un conflicto de fondo, el de estar dividido; ser dos personas distintas bajo un mismo cuerpo: un hombre y una mujer. De modo que tiene dentro de sí mitad mujer y hombre. Entonces es mitad mujer y mitad hombre. Por lo tanto, este personaje plantea algo más complejo que el limitado juicio moral de ver las acciones desde la óptica del bien y el mal. Es las dos cosas, pues no siempre los hechos son como parecen.
Para finalizar, es de celebrar que la novela sea la posibilidad de pensar el mundo, transgredirlo y cuestionarlo para que el lector se confronte. Por ello, los novelistas plantean preguntas, a partir de sus obsesiones, para crear su universo literario. Tal vez en “Las vidas posibles” Jacobo deja estas preguntas: ¿Cómo asumir el dolor y llevarlo a una experiencia vital?, ¿cuál es el sentido del dolor en la vida? y ¿por qué existimos?
Puede que no haya respuesta. Y no importa. La función de las preguntas, y otras que el lector encontrará, es mostrar a Heriberto tan vivo como un amigo o uno mismo. De ahí, que el autor acuda a escenas sencillas y naturales; tan verosímiles que engañan al hacer creer que todo es real —mientras se lee— y sumergen a lo hondo de una realidad posible.
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