Ituango resiste a través del cine

Había una vez en Ituango…

Hace algún tiempo Ituango era un pueblo atrincherado, estigmatizado, azotado por la violencia.

El cine, que nació hace más de 120 años, llegó al municipio hace apenas diez; primero como un cine club y, un año después, como lo que se conoció en aquel entonces: Festival de Cine Nudo de Paramillo.

No es que el cine fuese una expresión desconocida, claro que no, hasta la Madre Laura Montoya fue filmada en estos territorios hace casi un siglo cuando emprendió la travesía evangelizadora a los pueblos indígenas que se encontraban en estas montañas de los Andes; aquí se habla es de la llegada del cine como fenómeno de transformación social.

Es entonces desde 2012 que las trincheras comenzaron a desaparecer, el conflicto armado, que aún está presente en estas tierras, y ya no es el protagonista principal de la película.

La comunidad ituanguina se ha empoderado y a través de múltiples ejercicios de resistencia le ha contado al mundo y le siguen contando esas otras historias. Por ello, con el cine en Ituango nació también el Colectivo de Comunicaciones Ituango, un proceso de participación comunitaria integrado por niños, niñas, jóvenes y adultos que se armaron de luces, cámaras y acción para filmar un territorio resiliente, diverso, multicolor.

Ha pasado una década llena de cine y celebridades en Ituango. Una década donde los titulares pasaron del terror a la emoción que produce ver una pantalla grande instalada en cualquier escenario del municipio.

Escenarios que han reunido a la población civil campesina con excombatientes, integrantes de la fuerza pública, e invitados especiales en un mismo lugar. Un titular en medios de comunicación citó alguna vez: “Alto al fuego, llegó el cine a Ituango” y desde ese momento, los habitantes vieron en el festival de cine una oportunidad única de permanecer a través de las imágenes en movimiento.

Pero no todo ha sido color de rosa; cada año el evento cinematográfico ha tenido que afrontar diferentes retos.

En 2016 estuvo en riesgo de desaparecer pues con el cambio de gobierno local, llegaron otras propuestas que nos contemplaban el cine como una oportunidad para el territorio.

Fue la misma comunidad la que se apropió del proceso y decidió continuar con el evento que ese año recibió cero recursos de sector público pero que, dos años después, fue convertido en una política pública mediante acuerdo municipal.

El Festival de Cine Ituango dejó de ser una simple muestra cinematográfica; en la actualidad incluye secciones en competencia y un foco internacional que ha permitido la presencia y participación de países referentes en el mundo por su cinematografía como Francia, México, España, Argentina y recientemente Cuba.

La violencia no ha desaparecido en Ituango; el desplazamiento forzado ha sido una constante en el territorio.

Hace un par de años decenas de habitantes llegaron al casco urbano de Ituango en medio de uno de los festivales. La clausura, que ya tenía un protocolo establecido donde se ofrecía a los participantes una copa de champagne, fue transformada por un encuentro con estas comunidades alrededor de un agua de panela caliente.

Sin duda uno de los mejores finales vistos en caliente; un final que no esconde ni se esconde ante la situación y que, por el contrario se solidariza con la población más vulnerable.

El conflicto continúa y hoy nuevos actores siguen en la disputa del territorio; sin embargo, el festival sigue rodando por los distintos escenarios del casco urbano.

Ha llegado a lugares como La Granja, el Resguardo Indígena de Jaidukamá, Santa Lucia y El Aro en la edición que acaba de finalizar; allí se reunió la comunidad en el marco de un encuentro por la vida 25 años después de la barbarie.

Una masacre que no se olvida y una comunidad de arrieros que aún no se repara y a la cual le siguen incumpliendo las promesas pero que resiste trabajando la tierra.

Una comunidad que se vio por primera vez en la pantalla grande como la gran protagonista de su propia historia, en el marco de un festival que celebró diez años de existencia y que hoy se defiende no solo como un espacio cultural sino como todo un fenómeno de transformación y reconstrucción de tejido social el cual ha llegado a más de 10.000 personas del municipio y municipios vecinos en esta década.

Sí, solo 10.000, público real. por eso la importancia de continuar con este espacio que exhibe cine de autor filmado en las distintas regiones de Colombia y que realiza procesos de formación de audiencias tan necesarios en la periferia.

Para el festival de cine hay nuevos retos que van más allá de lo económico; hay que integrarlo a otros procesos artísticos y culturales del municipio, conectarlo aún más con la comunidad del casco urbano; retornar a la ruralidad; articularlo con otros sectores que permitan dinamizar la economía local; obtener nuevos aliados, cooperantes y patrocinadores como hoteles, restaurantes, comercio en general, administración municipal. Esa tarea se está realizando, pero falta mucho más.

Para quien escribe estas palabras ha sido más que grato, simplemente mágico llevar el cine a tierra materna. No solo llevarlo, filmarlo, con el deseo profundo de que las nuevas historias que se vivan y se cuenten en Ituango sean épicas y que, ojalá, tengan siempre un final feliz.

Mario Viana García

Productor de cine, director y documentalista. Reconstructor de memoria. Miembro de la Academia Colombiana de Artes y Ciencias Cinematográficas – ACACC, de la Asociación Nacional de Festivales de Cine – ANAFE y de la Red Nacional de Consejeras y Consejeros de Cine de Colombia – RCC. Director, desde 2016, del Festival de Cine Ituango.

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