“Yo no quiero ver más a la gente perdiendo la esperanza, la confianza y las ganas de reconstruir el tejido social, esto se ha vuelto casi una lucha contra la corriente que no permite consolidar la paz territorial”.
He tenido la oportunidad de visibilizar en diferentes medios de comunicación y en redes sociales, la situación tan dramática que se ha presentado a finales de julio de 2021 en mi amado municipio de Ituango. Durante estos días se ha dado el desplazamiento forzado más grande que ha vivido en Ituango con casi 4100 personas sumado a los animales caseros y cultivos abandonados. Pero también, la tormenta más larga y fuerte registrada en años que nos dejó con una cantidad considerable de personas damnificadas por la ola invernal y daños importantes en la vía de acceso.
Sin embargo, más que hablar de las causas del desplazamiento y las situaciones negativas que nos acompaña no solo en Ituango, sino en muchos municipios del país, quiero insistir en la necesidad perentoria, urgente y decisiva de implementar los acuerdos de paz. Yo no quiero ver más a la gente perdiendo la esperanza, la confianza y las ganas de reconstruir el tejido social, esto se ha vuelto casi una lucha contra la corriente que no permite consolidar la paz territorial.
Hace algunos años, Ituango era considerado el “laboratorio de paz”, aquel sitio donde la paz empezaría con el cumplimiento de cada acuerdo, de cada palabra empeñada, de la consolidación de la presencia del Estado y las garantías plenas para la no repetición. Las víctimas como centro de atención, los excombatientes con el acompañamiento y compromiso estricto para el cumplimiento de lo pactado, los PDET con todo el despliegue de inversión en las infraestructuras comunitarias, en los pilares construidos por las comunidades y en la consolidación de la transformación positiva de un territorio abandonado por años. No menos importante, donde iniciaría da manera transversal la reforma rural integral, titulación de tierras y uso de las mismas, la apertura de las oportunidades que dinamizarían la economía y le generación de empleo.
Hoy quiero, nuevamente, gritar con toda mi energía que se cumplan los acuerdos. Es que lo que está ahí no es para uno u otros, es para todas las poblaciones que hemos vivido el horror de las violencias en todas sus expresiones. La paz no es un cliché, no es de un Presidente que ya se fue, no es de X ó Y aspirante a la presidencia, no es mía; definitivamente es de todos. A quienes votamos SI en el plebiscito, lo hicimos con la firma convicción que los desplazamientos, los combates, la desconfianza institucional, la lucha por el control del territorio acabarían definitivamente. Recuerdo aquel año de 2016, en el marco del proceso de negociación entre el Gobierno Nacional y FARC, el anuncio del cese bilateral al fuego: el año más tranquilo en Ituango, el tiempo en que fueron derribadas las trincheras del parque, el momento en que cualquier persona podían ir tranquilo de una vereda a otra sin importar la hora, el año que volvieron las fiestas de la ituanguinidad. El laboratorio de paz, se empezó a vivir. Hasta recuerdo que ese año criticaba mucho porque veíamos un “desfile de chalecos” por la presencia de tantas organizaciones volcadas al proceso del espacio territorial en la vereda Santa Lucía.
No quiero vivir de los recuerdos, quiero vivir de la realidad, pero una realidad que refleje que Ituango no tenga que vivir estos momentos tan tristes y sistemáticos. Es el momento de apostarle a la paz: Señor Presidente, ya casi termina su periodo, no pretendo decirle que en estos pocos meses de gobierno usted logrará consolidar un acuerdo de paz que está en UCI, pero sí puede sacarlo de ese estado crítico. Tome decisiones, despliegue esfuerzos para que la paz territorial no signifique una lucha contra la corriente en nuestros municipios. Estamos listos para proponer y actuar.
Por último y ya con elecciones en 2022, mi mensaje es que se debe apostar por la reconciliación porque también necesitamos un gran proceso de paz entre colombianos para escucharnos y debatir, sin agredir o matar.
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