Imaginad que llegáis una noche cansados a casa y vuestra casa ya no es vuestra. Imaginad que ya no tenéis esa pequeña huerta ni esa terraza desde donde veíais dormir a la ciudad. Que no está la mesa ni el sofá ni el baño ni la cocina. Tampoco está ni vuestra estantería con vuestros libros ni la pequeña habitación donde se esquinaba la cuna del niño. Tampoco son vuestros los lugares de la vida, los del primer beso, la tierra donde yacen los muertos, la esquina donde rezaste o blasfemaste y la plaza donde tiraste la primera piedra. Nada es vuestro porque alguien, lejos, ha decidido regalarle tu tierra a otras personas.
Hace 70 años empezó la Nakba, que significa en árabe la catástrofe. Los israelíes, apoyados por Gran Bretaña y los Estados Unidos, y con la complicidad de Europa, decidieron ocultar su vergüenza por el Holocausto condenando al pueblo palestino a un Holocausto menos publicitado. Estados Unidos no le abrió sus aduanas a los judíos exiliados, pero les ofreció las casas de otros. Por eso les robaron su tierra a los palestinos que no podían defenderse. Los israelíes habían barajado irse a otros lugares y pudo haber sido que terminaran en Argentina. Pero al final resultó ser en Palestina. Y consumaron allí la catástrofe.
70 años recordando el exilio, el terrorismo de Israel (sólo porque ganaron, los padres sionistas de la patria dejaron de ser terroristas y pasaron a ser héroes), la guerra de los seis días, las intifadas donde se enfrentaban piedras con tanques, tantos amigos muertos, los niños torturados, las cárceles, los asesinatos. ¿Cómo es posible que un pueblo que sufrió tanto en los campos de concentración le pueda estar causando a otro pueblo tanto dolor?
Trump, que vino a decirnos, multiplicando el daño, que no hay solución dentro de este sistema demente, ha vuelto a encender Palestina rompiendo el equilibrio que tenía la ciudad de Jerusalem. Trump es de esa gente que hace guerras mundiales y Rajoy y Rivera son de esos irresponsables que les apoyaron. Al Presidente Nentanyahu, las balas que estan matando palestinos (que no son balas normales, sino que explotan para romper más tejidos) le parecen pocas y poco mortíferas. Quiere más.
El capitalismo en crisis tiene en su metabolismo hace sonar las trompetas de guerra. Siempre hay políticos sin conciencia que quieren una gloria que solo encuentran en la Sala Situacional del Ala Oeste de la Casa Blanca, siempre hay vendedores de armas que negocian dividendos y beneficios cambiando bajas por ingresos, y siempre hay generales sin escrúpulos que quieren medallas que solo se obtienen matando.
Palestina es hoy el escenario de la vergüenza, una carnicería de gente honesta que reclama dignidad frente al genocidio que les infligen los israelíes. Otra señal de la pérdida de rumbo de Europa y una de las más claras pruebas de que no es verdad que el mundo esté mejor que hace 70 años. Una clara señal de que el mundo puede volver a estar tan mal como en otros momentos de la historia.