Para poder hablar adecuadamente del por qué en Colombia es tan difícil innovar tenemos que remontarnos a los orígenes de este problema, para entender que impide que esto suceda. Puesto que indiscutiblemente no podemos concluir que la falta de innovación se origina por la poca capacidad o creatividad de los colombianos, debido a que podemos darnos el lujo de contar con grandes célebres mentes como la de los científicos Manuel Elkin Patarroyo, creador de la vacuna contra la malaria, Jorge Reynolds inventor del marcapasos; además de Fernando Botero famoso escultor y pintor, Jorge Eliécer Gaitán político con gran oratoria, Mariana Pajón, bicampeona olímpica de BMX, Juan Esteban Aristizábal conocido como “Juanes” icono musical, Adriana Ocampo geóloga de varios programas de la Nasa, Gabriel García Márquez, reconocido escritor ganador de un premio Nobel, todos ellos respaldan la capacidad de los Colombianos en cualquier área del saber . ¿Pero si no es debido a la falta de capacidades, entonces a qué se debe?
Uno de los factores cruciales que lo impide, son las políticas públicas que tenemos, las cuales desde sus inicios han favorecido a unas cuantas familias para tener el control económico del país, llegando al punto de generar algunos monopolios en algunas industrias. Lo que ha conllevado a una gran pérdida de interés e incentivos por parte de los nuevos emprendedores, quienes cada vez se animan menos a crear una nueva empresa o un nuevo modelo de negocio que se centre en la solución adecuada de los problemas más coyunturales de la sociedad. Al punto, de que para sacar una nueva empresa al mercado se necesitan ejecutar aproximadamente 10 procedimientos legales, mientras que en Estados Unidos solo bastan 5.
Además, Colombia es uno de los países con menor inversión en ciencia, tecnología e investigación del mundo, siendo similar a la de los países africanos; inclusive según el Banco Mundial de Desarrollo la inversión en investigación y desarrollo por habitante al año llega a la vergonzosa suma de 1,54 dólares, lo que se traduce en una total falta de apoyo y respaldo del gobierno para las mentes colombianas, quienes ven con tristeza cómo estos temas no son rentables para llevarlos a cabo en su vida. Lo cual, ya se ve reflejado en las pocas patentes que en el país se registran.
Por otra parte, no hay inversores de alto riesgo que se la jueguen por los nuevos proyectos que salen a flote, donde se le apueste al talento y las capacidades que tenemos y esto permita inyectar un capital a las nuevas ideas que surgen entre los miles de colombianos, también donde se realice un acompañamiento crediticio para que las tasas de interés de los préstamos no los afecten durante su etapa de crecimiento. A eso se le puede sumar la cultura cortoplacista que nos rige, los colombianos esperamos que la mayoría de nuestras inversiones tengan un retorno máximo a un año. Cuando por el contrario países como Japón que se destacan por su innovación a nivel mundial, sobresalen por mantener una cultura regida por los negocios a largo plazo, donde los beneficios se ven retribuidos después de unos 20 o 25 años.
Inclusive, otro factor que impide el desarrollo de la innovación en nuestro país es el latente miedo generalizado por el error, por el fracaso. Nos hemos acostumbrado a ver con malos ojos este tipo de situaciones y no nos arriesgamos por las implicaciones que estas conllevan. Además, desde el punto de vista político hay muy pocas ayudas para cuando una empresa o un emprendimiento queda en la bancarrota y no tiene recursos, lo que impide que a partir de estos errores se aprenda y se construya nuevas cosas.
Para finalizar, es importante entender que para que la innovación suceda hay que cambiar el statu quo, apostarle a mejorar los modelos de negocio de las industrias, aprovechar las fallas de los mercados, ofrecer una excelente atención al cliente y priorizar una total calidad en el producto o servicio por encima de cualquier otro aspecto.
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