Ver cómo las dinámicas de consumo van cambiando, es uno de los mal llamados paisajes de nuestro siglo. Hablar de una revolución digital es algo que resulta absurdo, estamos ante una revolución que no se ha extendido en el tiempo, esta revolución se compone por millones de micro revoluciones. Este, es un tiempo de efervescencia. Un siglo donde las personas, los pensamientos y las tecnologías se desenvuelven a la misma velocidad, la oferta, la demanda y el consumo son algo tan veloz que incluso doblan el paso a las tecnologías de la comunicación y al mismo tiempo a las dinámicas del poder que hacen ebullición en la celeridad del nuevo mundo. Nuevas herramientas para la re-estructuración de los lugares comunes y el comercio de nuestra era.
Ellas lo saben, el verdadero desarrollo del comercio se encuentra adscrito a este consumo de acelerada naturaleza, por esto “Rappi”, “Uber”, “domicilios.com”. Ellas saben que entre más poder crea tener el iluso consumidor con un par de impersonales y poco significativos toques en su pantalla, más satisfactoria será la compra. El verdadero éxito no está en el servicio, en los productos o en las facilidades que ofrece, está en hacer sentir al impulsivo y narcisista consumidor que es importante y tiene tanto poder en su mano, como despojo de la verdad sobre lo que hace.
La velocidad del mundo en que vivimos demanda respuestas y con decisiones y opciones de igual naturaleza; ya no tenemos tiempo para hacer largos razonamientos que intiman tiempo y análisis porque todo es tan rápido que es más fácil pre programar respuestas a conocer la voluntad verdadera. Uno o dos, azul o rojo, carro o transporte público, una plataforma o la otra. Son algunas de las decisiones que, aunque tengan soluciones o respuestas limitadas, resultan ser las más difíciles de nuestro tiempo.
En principio resulta ideal, casi idílico, un mundo tranquilo y pre programado, sin mayores esfuerzos intelectuales. Un mundo fácil de dominar, fácil de manipular y fácil de convencer. Un mundo donde hasta los contratos de transporte no requieren negociación alguna, puesto que los precios ya están establecidos como todo en esta utopía. Un mundo, donde el facilismo, conformismo y mediocridad, proporcionan ciudadanos y consumidores sumisos y prácticos, que permiten prescindir de la coerción al estado o las empresas.
Así, la libertad y el orden no se enfrentan, pues la «libertad”, es la que lleva a este fin. La mejor forma de mantener este sistema, es mostrar pequeños destellos de luz para que los prisioneros de esta estructura simple y minimalista sigan creyendo que ostentan la capacidad de decisión, “Libertad”, que todavía tienen voluntad, “Poder.” Y ese, es el caso de InDriver, plataforma digital para solicitar vehículos por medio de contratos de transporte, que se surte de la monotonía del resto de su competencia para jugar con la expectativa y esperanza de libertad en los consumidores de este mercado, y por medio de un sistema de regateo rompe el paradigma del contrato de transporte siempre en la modalidad de adhesión y le crea una voluntad, aunque limitada y aparente, a la parte que adquiere el servicio.
En una sociedad disciplinaria y restrictiva, cualquier cambio del sistema, significa salir de la cárcel. Este es el mundo donde el pan se volvió el conformismo de la represión y la limitada capacidad de decisión, mientras que el circo, equivale soltar un poco el collar a los esclavos.
Columna basada en la observación social y las reflexiones de Zygmunt Bauman en la sociedad líquida y de Michel Foucault en Vigilar y Castigar.