Los hechos recientes cuentan que hay un boom de indignación a nivel global: las denominadas primaveras árabes, el quiebre económico de la Unión Europea traducido en recortes sociales y que motivó salir a las calles, las movilizaciones de pueblos latinoamericanos por la entrada del modelo extractivista a sus territorios, evidenciaron, entre otros, el descontento por el abuso de poder. En Colombia, las manifestaciones estudiantiles en el 2011 por la reforma a la ley de educación superior, las movilizaciones del sector salud y de docentes y el paro nacional campesino en 2013, han cuestionado no sólo el accionar estatal sino el modelo económico vigente.
Este último año representó el de las protestas en Colombia y de un aparente proceso de repolitización y debate en la opinión pública nacional sobre distintos temas; valdría la pena preguntarse ahora, previo a las elecciones del Congreso el 9 de marzo, ¿Quiénes son los verdaderos sujetos que se están manifestando? ¿Cómo entender la indignación en momentos de campaña electoral, cuándo hay una extraña proliferación de candidatos indignados?
En el discurso de muchos candidaticos y candidaticas aparecen frases de profunda indignación. Unos han dicho que es infame el aumento salarial de éste año que evidencia un gobierno de poco carácter social; otros ponen en cuestión la respuesta del gobierno al escándalo de las chuzadas por parte del ejército, cuando fueron cómplices en el escándalo del DAS; algunos más, dicen que se requieren reformas y renovaciones legislativas cuando llevan más de 30 años ocupando la curul… En definitiva, expresidentes, exalcaldesas y, en general, exfuncionarios públicos del Estado, vergonzosamente se promocionan como representantes de un pueblo indignado, cuando no han sido más que amigos de la plutocracia y los privilegios en Colombia.
Si bien hay argumentos de sobra para no votar por partidos como el Conservador, el Centro Democrático y Opción Ciudadana, no es aceptable que me ponga a juzgar el voto de cada uno, pero sí invitarles a que se formulen la siguiente pregunta al momento de elegir (si es que aún creen en el arcaico sistema electoral colombiano): ¿Realmente el accionar del candidato o candidata está apresado a su
discurso? Esta pregunta es fundamental, pues los colombianos electores, hemos dado poca atención a las propuestas, debates y argumentos de los candidatos, para luego renegar, porque están legislando en contra de la realidad y de las necesidades
nacionales.
Julieta Lemaitre, abogada e investigadora en sociología del derecho, analiza en el texto El derecho como conjuro, la necesidad de estudiar los procesos de movilización ciudadana y movimientos sociales, desde las emociones “(…) en particular de la indignación, y la forma como en muchas ocasiones ésta es más importante que los cálculos estratégicos para las decisiones tomadas por los movimientos”. Si nos acercamos a ese estudio de las emociones, podemos encontrarnos con los reales motivos de indignación dentro de la población; entre ellos, quienes tienen que dejar gran parte de su salario a las EPS y a los fondos de pensiones, quienes no han encontrado posibilidades de educación de calidad y tienen que acceder a universidades-empresas que se lucran con sus matrículas, quienes se han visto afectados por los TLC, quienes han vivido la vulneración de los derechos mínimos como trabajadores, quienes han sido víctimas del conflicto armado y víctimas de un Estado empresario-policía… Indignado está no el país de muchos de los candidatos y candidatas sino el país de la población que exige Dignidad y Justicia, que no son consignas comunistas, sino derechos constitucionales, exigibles y aún inconclusos en su aplicación.
La invitación es a votar crítica, renovadora y políticamente consciente, no con la fe de que quienes nos representen cambien el rumbo del país, pero si con la certeza que un camino hacia la paz requiere debatir y rebatir a discursos violentos, injustos e interesados en beneficios personales. Afortunadamente, Colombia se está movilizando y esto es necesario para cuestionar el poder, pues éste no sólo se legitima al momento de superar un trámite, bastante ritualezco, como en las elecciones cuatrienales: se trata de una constante en la cual la sociedad cuestione, valide o contraríe el accionar de los representantes del Estado.
Queda entonces, seguir estando sumergido en la fantasía de un país dignificante y distinto, que como afirma Lemaitre, “vivir en esta fantasía no es estar desconectado de la realidad, sino luchar por redefinir la realidad a través de un esfuerzo permanente de redefinición de lo humano”.
[author] [author_image timthumb=’on’]https://fbcdn-sphotos-c-a.akamaihd.net/hphotos-ak-ash3/t1/1794546_1408925892698605_1221194799_n.jpg[/author_image] [author_info]Cristian Zuluaga Politólogo. Estudiante de Derecho en la Universidad de Antioquia. Leer sus columnas. [/author_info] [/author]
Política en una «Ausencia de estado»
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