Una fofa marcha del primero de mayo y apenas cerca de 3.000 personas rodeando a Gustavo Petro en la Plaza de Armas, fue la antesala de un discurso incendiario en que al presidente se le empezó a caer la careta de demócrata para revelar al guerrillero incendiario que siempre ha sido.
Retador es poco… amenazó al Congreso de la República con una “revolución” si no se aprueban las reformas tal cual las redactó el Gobierno, porque si algo es claro, es que Petro no quiere llegar a acuerdos sino imponer su voluntad, ignorando el equilibrio de poderes.
Para esto, tanto Petro como Francia Márquez dejaron claro que esta revolución la harían con la Primera Línea, grupo difuso y gaseoso pero violento, que tiene dentro de su prontuario: asesinatos, secuestros, bloqueos, intentos de homicidio y otros tantos; también se excusan bajo el pretexto de haber ganado las elecciones presidenciales, pero alguien debería recordarle al aspirante a dictador, que hasta al mismo Uribe, que gozaba de aprobación y apoyo popular (del que hoy carece Petro) le frenaron reformas y hasta el referendo, una de sus banderas para modernizar el país.
Así son las cosas, hay una institucionalidad y unos equilibrios, precisamente para evitar que el gobernante de turno se crea el dueño absoluto del poder y haga lo que se le dé la gana.
Bajo este panorama, la incertidumbre crece y muchos nos preguntamos ¿Qué hará el Gobierno? Sentarse a negociar parece no ser una opción; Petro negocia con terroristas, pero no con la sociedad civil, ni el Congreso y mucho menos con el constituyente primario. Una Asamblea Constituyente podría ser la salida del mandatario, aunque hoy carece del apoyo ciudadano para sacar mayorías, aunque al Pacto Histórico no es raro que le aparezcan votos de la nada. La tercera opción, y tal vez la más factible, sea la de provocar esa revolución para incendiar al país (como incendiaron el Palacio de Justicia) y así tener la excusa perfecta para declarar el Estado de Excepción y gobernar por decreto.
Y si algo sabemos de la Primera Línea, es que son pocos, pero belicosos; no son peritas en dulce sino criminales con nexos con el ELN y con capacidad de parar el país, lo cual agravaría aún más la difícil situación económica y social que atraviesa Colombia. En el horizonte el panorama es bastante oscuro.
De cara a esta situación, lo que debemos hacer los miembros de la población civil es cerrar filas ante la posible y eventual pérdida de nuestra democracia, preparar suela y alistarnos para estar día y noche en las calles para evitar la tiranía.
Una vez perdida la libertad, costará sangre, sudor y lágrimas recuperarla.
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