Hay un adagio popular muy antioqueño que dice “ni tanto que queme el santo ni tan poco que no lo alumbre”, se ha vuelto costumbre en Colombia generar álgidos debates y activismos en contra de proyectos hidroeléctricos, mineros y petroleros. En la mayoría de las ocasiones priman las emociones sobre los argumentos, uno que debe ser principalmente técnico como lo ha sostenido el Representante a la Cámara por Antioquia y de origen jericoano Juan Espinal “El desarrollo económico no se puede polarizar. En nuestro país, sí al debate técnico, no ideológico”, con las redes sociales todos parecemos saber de todo, nos apresuramos a dar opiniones, a generalizar y a dar por hecho situaciones que tal vez merecen análisis más profundos que son imposibles de desarrollar a través de tweets o posteos de Facebook, a propósito de esta red social, hace poco leí una frase que decía: “Me daría vergüenza discutir de ingeniería con un ingeniero, de arquitectura con un arquitecto, de derecho con un abogado, de aeronáutica con un piloto… pero a nadie le da vergüenza discutir de medicina con un médico, y hasta creen saber más que ellos”.
Por supuesto que no hay verdades absolutas y que el hecho de ser un experto en la materia no significa ser infalible pero sí se tienen más elementos de discusión para tomar decisiones. En una de sus más recientes columnas en El Espectador, titulada Geociencias vs Antiminería (ver) Brigitte LG Baptiste menciona que “los populismos que atacan hoy todas las ciencias, como bien denuncia Steven Pinker, las habrán convertido en monsergas si los gremios no se levantan con seriedad, no a defender las tarjetas profesionales y su cuota de burocracia, sino el conocimiento profundo que han construido por décadas”.
No hay duda de que las comunidades juegan un papel fundamental para el desarrollo de estos grandes proyectos, pero no deben ser determinantes para la aprobación o no aprobación, sobre todo cuando se caen en simplismos como “agua sí, petróleo no” sin mayor profundidad o explicación, a los que se suelen sumar artistas y famosos que con seguridad, ni siquiera conocen los territorios que dicen defender, por eso destaco las palabras de Yuri Buenaventura en el Hay Festival que hubo en Jericó a principios de este año: “Uno no puede venir un sábado y volverse un domingo y decir no a esa mina”. (Ver)
El problema para resolver y no nada sencillo, es cómo fortalecer la confianza de los ciudadanos en las instituciones para no ideologizar este tipo de debates. Si la gente, como mencionaba esta semana Mario Acevedo de la firma Jimeno Acevedo & Asociados en el Panel de Reputación Minera organizado por la Brújula Minera, creyera más en el Estado, confiaría en sus decisiones porque entendería que las tomaría para el beneficio general de la población y seguramente los conflictos socioambientales se reducirían. La Autoridad Nacional de Licencias Ambientales – ANLA, quien aprueba los proyectos PINES – Proyectos de Interés Nacional y Estratégicos, ha negado licencias ambientales como la que solicitó Isagén en el 2015 para desarrollar el proyecto hidroeléctrico Cañafisto que se pensaba implementar en inmediaciones del Occidente y Suroeste antioqueño, este ejemplo es un indicador de su credibilidad y criterio. Es una invitación a respetar sus decisiones tanto en la negación o aprobación de las licencias.
El tema central redunda ahí, si confiáramos más en el otro, si pensáramos más en el interés colectivo sobre el particular y en cómo generar y proponer nuevas y mejores oportunidades para todos, seguramente el panorama sería distinto.
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