Lo importante es llegar. Importa también cómo se llega, por supuesto. Pero lo importante es llegar. Y llegamos.
De todo lo que se puede decir al respecto, lo anterior es lo único que cuenta. La selección colombiana de fútbol clasificó al Mundial de Rusia. La selección colombiana de fútbol va a asistir al baile más importante. Ya habrá tiempo para pulir la danza.
Dicho lo cual, pasemos a repasar algunas ideas útiles para encarar estos meses previos a la Copa del Mundo.
– Colombia clasificó al Mundial.
Perdón por insistir, pero de verdad es lo más importante. Sin este punto de partida, no tendría fuerzas para escribir este texto.
– Lección que aprendemos de la selección de Brasil: el entrenador sí cuenta.
Hay quienes afirman que en el fútbol los entrenadores son secundarios, porque los goles los meten los futbolistas. Esa creencia se funda sobre un dato real, pero es bastante reduccionista. Miremos a Brasil: antes de Tite, caos. Después de Tite, orden. Antes de Tite, vulnerabilidad. Después de Tite, imbatibilidad.
El entrenador no cuenta: esto es verdad únicamente cuando el entrenador es malo. Cuando es bueno, tiene mucho que aportar. ¿Qué pretendo al decir esto? Intentar por enésima vez valorizar a José Néstor Pékerman. El hincha promedio, que piensa con la camiseta, sale a matarlo de vez en cuando. Pero estoy firmemente convencido de que Colombia, como Brasil, viró su destino 180 grados gracias a su entrenador. Es útil hacer el ejercicio de recordar de vez en cuando que no fuimos a tres mundiales seguidos, en parte porque no sabíamos competir. José Néstor trajo eso. Nos hizo más profesionales. Más competitivos. Por lo tanto, más competentes.
Dos eliminatorias, dos clasificaciones. Pékerman. Eso.
-Lección que aprendemos de la selección de Portugal: ser fiable cuenta tanto como ser vistoso.
Todo el mundo quiere que su equipo gane. La mayoría de la gente quiere que su equipo gane jugando bien. El fútbol moderno, obnubilado por lo mejor que se ha visto en años –el Barcelona de Guardiola–, bebe de algunos principios de ese sistema: intensidad en la presión, por ejemplo. Los mejores equipos del mundo actualmente tienen que saber combinar esas dos cosas: intensidad para presionar y capacidad técnica con el balón para superar la presión adversaria.
La selección colombiana de fútbol no tiene el material humano –desde el limitado punto de vista de quien escribe– para ser vistosa. Como se dice popularmente, para jugar «bonito». Porque el fútbol moderno exige que, para ser vistoso, los jugadores de la defensa y de la primera línea de volantes sepan sacar el balón limpiamente, sepan jugar al primer toque y sepan romper líneas de presión con el balón. Colombia no tiene jugadores así (desde el limitado punto de vista de quien escribe, sólo Sebastián Pérez y Matheus Uribe tienen ese potencial. Pero de aquí a junio de 2018 tendrían que convencer a José Néstor. Tarea nada fácil).
Por lo tanto, jugar vistoso no es una opción.
En cambio, ser sólido sí lo es. Jugadores abundan para esto. Dávinson Sánchez y Yerry Mina tienen un potencial enorme, impresionante. Carlos Sánchez sí destaca en ese rubro. ¿Ser sólido qué es exactamente? Es cerrar los caminos del rival. Es ser práctico con el balón. Es jugar en campo contrario a base de presionar. Es aprender la lección de Portugal: «tengo pocos jugadores que resuelvan. Hagamos todo lo posible para que las pocas opciones que van a tener sean suficientes para ganar».
Así fueron campeones de Europa. Así clasificaron al Mundial. No juegan «bonito», pero ofrecen una buena lección, muy útil para un equipo modesto como es Colombia.
-Lección que nos ofrece Falcao: es muy importante que exista Falcao.
Los cinco minutos de la discordia. Esas conversaciones furtivas en las que el capitán de Colombia ejerció de «canchero», demostrando que su experiencia no es gratuita, y de paso les hizo un favor a dos países enteros. Falcao llamó a la calma, ejerció su liderazgo de una manera útil: ayudando a su equipo y al rival a jugar con inteligencia. Muchos se han rasgado las vestiduras con un discurso moral que no rige en absoluto para el caso que nos ocupa. Falcao comunicó un resultado a los defensas peruanos e invitó a todos a tener mucha serenidad: dejemos que Chile se hunda solo.
Lo que hizo Falcao no es otra cosa que demostrar con hechos las irrefrenables ganas que tiene de jugar por fin una Copa del Mundo. Un jugador así es indispensable. Insustituible. James –siempre desde el limitado punto de vista de quien escribe– no es capaz de ejercer el liderazgo de esa manera. Por eso, señor Falcao, haga el favor de no volver a lesionarse.
-Lección que nos ofrece Magnus Carlsen: clasificar feo también puede llevar a la gloria.
El «Mozart» del ajedrez, como se le llama al noruego Magnus Carlsen, llegó a su primera final del Mundial en el año 2013 gracias a las derrotas de otros. En el torneo de retadores, perdió su última partida y estaba prácticamente fuera. Pero la suerte le sonrió, su máximo rival perdió también, y casi de milagro lo consiguió y llegó a disputar la final, donde derrotó con gran autoridad, después de un comienzo dubitativo, al entonces campeón mundial, Viswanathan Anand.
Colombia también clasificó feo. Tuvo partidos malos y muchísima suerte. Hubo varias fechas en las que todos los resultados de los demás partidos le convenían. Venía con un puntaje holgado, y en las últimas fechas casi se ahoga en la orilla. Esas credenciales no son las mejores, pero no olvidemos que Uruguay llegó a semifinales en 2010 habiendo clasificado por repechaje. Si hay un torneo en el que cuenta la suerte, ese es el Mundial de fútbol. Así que los motivos para ser optimista permanecen.
El mensaje: lo importante es llegar, y llegamos. Si la danza hasta ahora no nos convence, volvamos a pensar en el privilegio que supone haber entrado al baile.