Mainstreaming de género y cambio social

La desigualdad de género ha llevado históricamente a las mujeres a su activismo, a partir de la construcción de diferentes herramientas que permitieron desmantelar el velo supuestamente igualitario entre mujeres y hombres. Como fruto de estas acciones se ha construido el concepto de “Gender Mainstreamig”, entendiendo por este la integración de “la perspectiva de género, como corriente principal, en todas las disposiciones jurídicas y también en todas las políticas, programas y proyectos públicos.”[1]Este concepto, que traducido al castellano significa transversalidad de género, contiene dos elementos fundamentales, a saber: (i) el enfoque de género y (ii) el mainstreaming de género en sentido estricto. Así, este primer elemento básico –enfoque de género-  se desarrolla bajo el presupuesto esencial de diferenciar el sexo del género, atribuyéndole al primero “diferencias biológicas y fisiológicas entre mujeres y varones” y al segundo “diferencias y también desigualdades sociales y culturales, en oposición a las biológicas”[2] entre hombres y mujeres.

Al hablar del “género” suele asociarse inexorablemente a la mujer, sin embargo esta afirmación es errada, pues  cuando se refiere al concepto  “género” se alude tanto a la mujer como al varón. La anterior idea de asociar a la mujer con el de “género” tiene su justificación por lo menos por dos causas: La primera, porque este concepto nació del feminismo; la segunda porque al presenciar una sociedad androcéntrica -aquella que gira alrededor de la cosmovisión patriarcal- lo único que tiene género es la mujer. [3] Como adecuada y acertadamente el enfoque de género  realizó la distinción entre género y sexo, la ideología patriarcal, por lo contrario no hace lo mismo,  pues la misma “defiende la inferioridad natural de las mujeres y sostiene que su situación social de subordinación es una consecuencia necesaria e inevitable de la naturaleza (de la diferencia natural entre varones y mujeres)”, lo que se ha denominado “determinismo biológico”[4], ideología para la cual sexo y género terminan siendo lo mismo.

Una de las herramientas utilizadas para fustigar el concepto voluntariamente moldeado por el determinismo biológico fue la separación de sexo y género, convirtiendo esta distinción en un instrumento emancipador y de trasformación social.[5] Consecuente con la idea anterior, el peso político, social y cultural de haber diferenciado conceptualmente sexo y género “reside en haber desenmascarado la deliberada confusión entre uno y otro operada por la ideología patriarcal”[6] y con ello un motivo por el cual transformar la sociedad. [7]

Las mujeres no terminan siendo discriminadas de manera individual y aislada, sino que, sufren actos de discriminación sistemática en diferentes sectores de la sociedad, solo  por condición de su sexo. Sectores como el educativo, el laboral y el político, son solo algunos en los cuales esta condición de inferioridad se ve reflejada, terminando por apartarlas de los medios de producción a actividades de economía del cuidado.

La imposición tácita o expresa del androcentrismo termina por perpetuar la subordinación de la mujer a las del ideal del patriarcado, lo cual requiere de un modelo o estructura social y cultural que permita la perdurabilidad de su situación de inferioridad. La violencia contra la mujer o lo que es lo mismo, la violencia de género, como instrumento de opresión es de vital importancia para su cometido, entiendo por esta “aquella violencia a la que éstas se ven sometidas por su condición de mujeres.”[8]

En cuanto a la división sexual del trabajo, es imperceptiblemente admitida la casi profética premonición de ubicar a la mujer, por su condición sexual y su rol social en actividades de la economía del cuidado, lo que implica de plano el aislamiento de la mujer en el mercado laboral productivo. Para mitigar  esta realidad de discriminación indirecta, se deben ejecutar acciones de educación dirigidas a la partición igualitaria de deberes entre hombres y mujeres en el cuidado de niños, enfermos y ancianos.

Un aspecto crucial en el Mainstreaming de género está orientado a determinar la distinción que existe entre diferencia y desigualdad, pues el género está íntimamente ligado a la percepción que tienen de sí tanto mujeres como los varones. Las diferencias, como primera medida, “forman parte de la identidad de la persona y en cuanto  tales  son valiosas y deben ser reconocidas, respetadas y garantizadas  (siempre que no supongan atentar contra los derechos de otros). Las desigualdades, por lo contrario, no se asemejan a las diferencias ni a la identidad de las personas porque la misma hace relación a las distintas posiciones que ocupan en la sociedad mujeres y varones, teniendo como consecuencia la inequitativa repartición de posibilidades y participación real de ellas. [9]De esta forma, son indiscutibles los rasgos distintivos entre mujeres y varones, lo que los hace diferentes, más no desiguales. He aquí el punto neurálgico de la confusión casi deliberada que trata de imponer la ideología patriarcal con argumentos cuasicienctíficos de asimilar diferencias con desigualdades, con el fin de perpetuar la subordinación de la mujer respecto del hombre.

Así, como objetivo principal del mainstreaming de género y cambio social es la trasformación social y cultural y no habría modificación de la misma sin un enfoque femenino de la realidad androcéntrica, por lo que los supuestos valores femeninos y masculinos, son uno solo, valores humanos que deben pertenecer a la humanidad misma sin pretender atribuirlo exclusivamente a un género. La lucha de las mujeres ha dado grandes pasos. Primero logró su igualdad formal, lo que implica una igualdad estrictamente legal pero que no ataca de fondo las desigualdades materiales existentes en  la sociedad; después, ante esta problemática, se diseñaron programas y/o políticas tendientes a materializar la igualdad en el plano factual, a saber, la acción positiva, que aunque un poco ambigua “incluye políticas muy variadas en la que se entremezclan finalidades distintas”[10]sin embargo la misma no tiene el alcance suficiente para impactar la profunda desigualdad existente en la realidad, debido a que la esta solo actúa en situaciones específicas de discriminación, como si la discriminación misma fuese un hecho aislado y no sistémico, atiende solo su causa mas no su origen. Así el mainstreaming de género se convierte en una política intersectorial complementaria de las políticas igualitarias previas, como la acción afirmativa.

 

[1] FERNANDEZ RUIZ-GALVEZ, E., “Mainstreamig de género y cambio social”, en Anales de la Cátedra Francisco Suárez, 49, 2015, p. 335.

[2] Ibidem p. 338.

[3] Idem, p. 338

[4] Ibidem p. 339

[5] Idem p. 339

[6] Idem p. 339

[7] Instrumento político generador de conciencia de género y de proyección del mismo a todos los niveles sociales, culturales, económicos y políticos.

[8] Ibidem p. 341

[9] Ibidem p. 343

[10] Ibidem p. 349

Edier Esteban Manco Pineda

Profesional en Derecho de la Universidad de Medellín, Especialista en Derecho de la Seguridad Social de la misma Universidad, con Diplomado Especializado en Derechos Humanos, certificados por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, la Universidad Pontificia Bolivariana y el Instituto Colombiano de Derechos Humanos, estudiante de la Maestría Universitaria en Derecho Constitucional de la Universidad de Valencia, España.