Agoniza una era entre mis manos, comprendo los pesares que conducen a perecer, no pretendo entender la página en blanco pues no se bastan de conceptos mis sentires más el precipicio del suicida puedo ver. Al contradecirme las ideas compasión del contrario, que también soy, puedo tener:
Un país que goza de inventarse, desde una mirada distinta a quienes lo narran entre leyes, ansiando un pacto con la sombra de las voces que susurran los sollozos de una noche en soledad. Apela a la conciencia de la patria, bañada con los ríos que no lavan los dolores, resquebraja las palabras como hojas que caen del guayacán en una calle concurrida por el hambre.
Todo horror se convierte en poesía, hecho triste es la gloria de los héroes, hacinados con cansancios en el aula de tantas certezas que confunden la verdad con los aplausos. Pobre paz del ignorante, omite las cuestiones del ardor que es dignidad, gritos son estas miradas conmovidas en secreto ante el silencio que su bala eternamente abrazará.
Frío el gris de la pared, ayer vestida de memoria, por su nombre otro hombre es criminal. Da la orden, venia oscura, un pueblo se arrodillará ante el deseo de inclemencia cuando al verse en el espejo sienta ganas de matar esta identidad. Todo amor acude al odio cuando enferma de impotencia y necedad, claudicar la fe es el señuelo, un mismo corazón es humanidad.
La tierra es madre al llorar sangre y no hay discurso que la pueda consolar, es preñada por la mina, es fecunda por la sal. Nobles tratos los que niegan la ambición de realidad, en literatura está la historia, saberse otro, la reflexión es bella forma de olvidar. Humilde alegría hay en el texto retoñado de semillas que viajaron a través de la genética, existiendo de perdón.
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