Historia selectiva de la minería

José María Dávila Román

“Si hablamos estrictamente de vocaciones tradicionales, podríamos decir que la minería es una vocación tradicional, que incluso se dio antes que el café”.


El ministro de Culturas, Artes y Saberes de Colombia, Juan David Correa, en entrevista esta semana con Blu Radio, defendió que el Monumento a la Resistencia en Cali, que crearon jóvenes de la Primera Línea en el estallido social de 2021, sea declarado como patrimonio nacional, lo que ha generado cuestionamientos por diversos sectores de esta ciudad al considerar que es una apología al vandalismo que vivió Cali ese año.

En medio de la discusión, el ministro dijo: “No estoy de acuerdo o en contra de tumbar ninguna (estatua o monumento), estoy en contra de que sigamos extremando los argumentos”. Y cerró diciendo que los monumentos sirven para conversar sobre lo que significan, reconocer la historia, los hechos dolorosos o gratificantes que ha vivido una sociedad. Y eso es cierto.

Es lo que ocurre con los monumentos sobre la Segunda Guerra Mundial. Conmemoran ese acontecimiento para que los alemanes y el mundo no permitan otra tragedia similar; de otro lado, los monumentos que están en Valledupar, que hacen homenaje a las glorias del vallenato en Colombia, sirven para que las nuevas generaciones sientan orgullo por sus tradiciones culturales y quieran mantenerlas vivas.

En síntesis, los monumentos ayudan a no olvidar la historia y nos comprometen a construir una sociedad diversa, incluyente y en paz a pesar de las diferencias conceptuales. Invitan a no renegar ni desconocer lo que fuimos; por el contrario, mantienen presente los hechos e invitan a la sociedad a mejorar.

Hay quienes pretender desconocer u omitir intencionalmente la historia; como la historia minera en el Suroeste antioqueño. Contradictores a esta actividad, muchos de ellos que ni siquiera nacieron en la región, se valen de ese desconocimiento para promover discursos excluyentes donde sólo tiene cabida su visión -como la de imponer únicamente vocaciones agropecuarias y dejando a un lado otras potencialidades económicas-.

Pues bien, la agricultura como vocación tradicional es sólo una parte de la historia del Suroeste. Así como los monumentos ayudan a tener una visión global de la historia, los libros y archivos históricos también ayudan a entender nuestras raíces.

A inicios del siglo XIX, José María Mesa Jaramillo, quien se dedicó a la docencia, publicó el libro “Minas de Antioquia: catálogo de las que han titulado en 161 años desde 1739 y hasta 1900”, en el que hay un capítulo exclusivo sobre las minas que existieron en Jericó, Suroeste de Antioquia, entre los años 1854 (4 años después de la fundación oficial de este municipio) y 1889. El registro oficial documentado por Mesa Jaramillo da cuenta de que en este municipio hubo 18 títulos mineros en esa época. Los dueños de los títulos extraían oro tanto en veta como en aluvión en veredas cercanas a donde hoy se encuentra el proyecto de cobre Quebradona. Si hablamos estrictamente de vocaciones tradicionales, podríamos decir que la minería es una vocación tradicional, que incluso se dio antes que el café, cultivo que no es nativo sino implantado por el hombre (cultivo antrópico) y traído desde África.

Decía García Márquez que la realidad supera la ficción; pero en este caso, activistas ambientales y escritores se valen de la ficción para tratar de negar y cambiar la historia.

Héctor Abad Faciolince, en La Oculta, dice que el fundador de Jericó echó a los mineros y los envío para el sur de Colombia para tratar de justificar que en este lugar nunca había habido interés en la minería -argumento ficticio-, que utilizan quienes contradicen esta actividad pero que dista de la realidad.

La historia también nos sirve para tener conversaciones más objetivas y argumentadas sobre nuestros territorios y sus desarrollos, y, a la vez, proyectar los nuevos modos de vida que queremos. En este caso en particular, vemos que la compatibilidad entre minería y otras actividades económicas se ha dado desde siempre; y que esas falsas dicotomías que se plantean ahora nunca tuvieron sentido en los fundadores de los municipios del suroeste antioqueño.


*Empleado de Minera de Cobre Quebradona, mis opiniones no representan a mi empleador.

 

José María Dávila Román

Comunicador Social - Periodista de la UPB con Maestría en Gerencia para la Innovación Social y el Desarrollo Local de la Universidad Eafit. Creo que para dejar huella hay que tener pasión por lo que se hace y un propósito claro de por qué y para qué, hacemos lo que hacemos. Mi propósito es hacer historia desde donde esté, para construir un mundo mejor y dejar un legado de esperanza y optimismo para los que vienen detrás. Soy orgullosamente jericoano.

Nota al pie: El columnista tiene o ha tenido vinculación laboral con la minera AngloGold Ashanti. 

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