Historia de una imaginación memorable, novela de Andrés Felipe López López

 

La editorial Nueva York Poetry Press, de la ciudad de New York (USA), ha publicado (en español) la novela Historia de una imaginación memorable del escritor colombiano Andrés Felipe López López, Ph.D. Es el tercer libro que se publica del autor en el mismo año, sin contar las obras colaborativas que ha liderado. En Al Poniente hicimos notas a sus otros dos libros en este 2023, el ensayo Kurt Gödel o sobre las paradojas y el casi inclasificable La pobreza universal. Relatos y ensayos, una hibridación; este último seleccionado por la Asociación de Editoriales Universitarias de Colombia para participar en la Feria del Libro de Frankfurt.

Marisa Russo, argentina residente en New York, editora en jefe de Nueva York Poetry Press, ha llegado a calificar la novela Historia de una imaginación memorable como «uno de los más ambiciosos proyectos de su editorial, o el más ambicioso, por el gran tema, por la estructura que el autor ha dado a su relato con la que contribuye al concepto mismo de novela, por la extensión, por el exigente trabajo de edición», palabras de la editora.

Citamos las páginas 474-477, casi al final del libro, para abrir el apetito del lector de esta nota, en las que se indica una tradición a la que se une la novela y en las que el autor nos dice que el poeta y pintor William Blake y los demás protagonistas de su narración se le «han revelado como materia creativa para transparentar, para transparentarnos, misterios de la poesía, el arte y la ciencia»:

(…) en la Divina Comedia, Dante Alighieri transmutó a Virgilio en personaje de su viaje trascendental. Un poeta a la vez poetizado. Hermann Broch también, convirtiéndolo en protagonista de su novela La muerte de Virgilio. Germán Espinosa lo llevó a cabo con el encumbrado a «príncipe de las letras castellanas» en la novela Rubén Darío y la sacerdotisa de Amón. Análogamente, Robert Greene recreó a los científicos Roger Bacon y Thomas Bungay en la comedia La honorable historia de fray Bacon y fray Bungay. Eric Goles lo practicó con el lógico más importante desde Aristóteles, el lógico matemático Kurt Gödel, en la narración La conspiración de Babel. Álvaro Mutis realizó este trabajo alquímico con el pintor Alejandro Obregón, en Amirbar, en Abdul Bashur, soñador de navíos y en Tríptico de mar y tierra, incluso con Gabriel García Márquez en el final de Razón verídica de los encuentros y complicidades de Maqroll el Gaviero con el pintor Alejandro Obregón, imaginando a Gabo como uno de cuatro amigos alucinados: Maqroll (que es el mismo Mutis en tantos aspectos), Obregón, Gabo y el narrador-autor (que, igualmente, es Mutis en otras tantas cualidades). Muchos ejemplos podría poner de artistas y científicos alquimizados en la literatura, en relato, obra de teatro, poesía, etc., con el objetivo, entre otros fines importantes, de hacernos sentir y ver los arquetipos que ellos son —en el universo de la novela, una empresa bastante más grande que la sola biografía novelada, que ya es mucho—. Tradición o ejercicio que se extiende a la «invención de un personaje “histórico” ficticio», términos con los que Marguerite Yourcenar explica a Zenón, protagonista de su Opus Nigrum. El Zenón de Yourcenar no es el resultado de la creación mecánica de un personaje sintético, sino una imaginación inspirada en puntos o propiedades que se pueden suturar de personalidades históricas: Leonardo da Vinci, Paracelso, Nicolás Copérnico, Étienne Dolet, Miguel Servet, Andreas Vesalio, Ambroise Paré, Andrea Cesalpin, Girolamo Cardano, Galileo Galilei, Campanella, Giordano Bruno, y algunas otras, son las personas a las que se vincula Zenón o conexas a él como personaje histórico imaginado. Luego, mucho hay de la propia Yourcenar en Zenón, de igual forma en su Adriano. Conjuntamente con el ejemplo de Virgilio en Dante, al menos uno más de artistas o autores recreados en poemas: Herman Melville —«el marinero mayor», lo llamo en uno de mis ensayos— y los poemas que él protagoniza de Robert Buchanan, Hart Crane, Jorge Luis Borges y W. H. Auden; «mi mago de los mares» lo aclama Buchanan en el suyo, y en otro lugar: «Tritón que vive todavía en alguna parte de New York»; «(…) su mítica sombra solo el mar la conserva», escribió Crane; «Es el gran libro. Es el azul Proteo», final del poema de Borges, refiriéndose, claro, a Moby Dick; «Pues ahora se había despertado y ya sabía / que nadie se salva mientras no sea en sueños», líneas del poema de Auden. Es manifiesto que mi novela poética se une a esta rica y fascinante tradición, quizás no en el grado que quisiera o probablemente desbordándola dada la criatura híbrida que es: poesía, filosofía, metaficción, novela histórica, novela de artista, investigación, etc. William Blake, Dante, Francesco d’Assisi, Li Qingzhao, Miguel de Cervantes, William Shakespeare, incluso Catherine, se me han revelado como materia creativa para transparentar, para transparentarnos, misterios de la poesía, el arte y la ciencia.

El escritor nos ha pedido expresar aquí —de nueva cuenta, pues en la dedicatoria del libro ya lo hizo— su agradecimiento a John Estrada, profesor del Hunter College, Romance Languages Department, New York. El profesor Estrada, en los términos de Andrés Felipe López, «evaluó, presentó, recomendó, apoyó y pujó» su novela en la editorial mencionada.

La obra puede adquirirse en tapa blanda y tapa dura en: https://www.amazon.com/Andr%C3%A9s-Felipe-L%C3%B3pez/dp/B0CJH47LNL/ref=tmm_pap_swatch_0?_encoding=UTF8&qid=&sr=

En Medellín, en librerías como Anaquel y Grammata.

La editora Marisa Russo y el escritor nos han autorizado en Al Poniente multiplicar la carátula, la reseña (que aparece en la contraportada), un pequeño fragmento del capítulo «La visión eterna» en la Segunda Parte, el contenido o índice y una biobibliografía breve del autor. 

Carátula

 Fotografía de la obra en estanterías, que nos envían desde New York

 Reseña en la contraportada

Desde la infancia y a lo largo de todo el resto de su vida, el poeta y pintor William Blake vivió visitaciones de personalidades espirituales, apariciones desde la eternidad, manifestaciones de dioses y arquetipos, de ángeles y demonios. Entre el otoño de 1826 y el verano de 1827, en Londres, William Blake recibe la visita de cinco espíritus universales de la literatura. Entre él y las cinco presencias místicas se desarrolla un coloquio, un diálogo, una investigación. Se proponen resolver preguntas fundamentales, por no decir misterios, de la poesía, el arte y la imaginación, y forman una escuela de voluntades creativas, de espíritus poéticos que quieren llegar, mediante reflexiones, interrogantes y respuestas, a las fuentes de la poesía y el arte.

Esta es la historia de una imaginación memorable.

Fragmento de la novela (páginas 178-186)

(…) El 12 agosto de 1803 William Blake experimentó uno de los episodios más traumáticos de su vida, una angustia que no tendría fin sino hasta enero de 1804, pero que él introdujo en su mitologización del tiempo y la historia. John Scofield, sargento degradado a soldado raso por mala conducta, de la tropa del capitán Leathes del Primer Regimiento o Dragones Reales, se encontraba en el jardín de su casa invitado por el jardinero. Blake pidió al soldado que se retirara. Solicitud motivada por el trato autoritario, pedante y grosero del soldado que se encontraba en estado de ebriedad. Es posible suponer que la incomodidad de Blake no era menor, si se considera que el soldado dragón era signo de fenómenos que el poeta repudiaba, antes mencionados: la violencia, la guerra y la represión; y si se considera el hecho de que este dragón borracho se encontraba en su jardín (y orinaba en el jardín, cuenta Miguel Grinberg), un lugar que Blake vivía como sagrado: él contemplaba que los espíritus del bosque asistían a un funeral a la sombra de las hojas caídas. Ante la petición de que se marchase, Scofield se negó pero William lo arrastró a la fuerza hasta la calle, incluso hasta la posada The Fox Inn donde se encontraba hospedado. Scofield quiso vengarse denunciando al poeta con una mentira, que Blake había exclamado: «¡Maldito sea el rey y todos sus súbditos, y malditos los soldados, esclavos suyos! Cuando Bonaparte llegue, ¡les cortará el cuello uno a uno! ¡Y yo le ayudaré!». Denuncia que hizo el 15 de agosto, bajo juramento, ante el Juez de Paz de su Majestad.

Sí hubo intercambio de frases airadas, incluso el soldado y otro compañero de tropa amenazaron a William Blake con sacarle los ojos, amenaza que se extendió a Catherine y al jardinero; a este último por negarse a jurar contra Blake. El poeta era antiimperialista, al punto que, dice Kenzaburo Oé, «el archiantagonista político de Blake era el rey Jorge III»; pero no era un cándido, sabía que por palabras de maldición al rey, a sus súbditos, a sus soldados y en favor de Bonaparte era seguro ser acusado de sedición, juzgado y, por tanto, condenado a muerte. Todavía más en tiempos de guerra. Las gentes de todo el país estaban aterradas ante la posibilidad de que la flota napoleónica invadiera Inglaterra. Cuánto más miedo y zozobra en los habitantes de la costa de Sussex, recuérdese que se trata de buena parte de la costa sur de Inglaterra. La misma se encontraba fortificada con soldados, como previsión. El 16 de agosto, William compareció declarándose inocente ante un tribunal de Chichester, una pequeña ciudad cercana a Felpham. William Hayley y un impresor llamado Seagrave pagaron, respectivamente, 100 y 50 libras de fianza, y fue convocado para la siguiente sesión del tribunal trimestral en septiembre, mes en el que Blake y su esposa ya se encontraban de nuevo viviendo en Londres. En dicha reunión de septiembre, en la que se presenta el acta de acusación formal, vuelve a ser citado para el juicio en el mes de enero. Hayley pide a un viejo amigo suyo llamado Samuel Rose que se haga cargo de la defensa del poeta. Rose y Blake apelaron a testigos como la señora Haynes, el señor Hosier, el señor Cosens, propietario del molino de Felpham, la familia Grinder, padre, madre e hija dueños de la posada y, el más directo, el jardinero. En uno de los intentos de poner a la aldea en contra suya, el soldado dijo a la señora Grinder: «Sería oportuno registrar la casa de ese loco. Estoy seguro que tiene planos del país con la intención de entregárselos a Bonaparte». La mañana del 11 de enero de 1804, en el Guildhall de Chichestert, tuvo lugar el juicio presidido por el duque Richmond, mariscal de campo de las mismas tropas a las que pertenecía Scofield. Duque que, según se sabe por crónicas de Hayley, estaba ferozmente predispuesto contra Blake. No fue necesario que el defensor replicara las conclusiones de la acusación, ya en su discurso había hecho ver las tantas contradicciones de los testimonios de los soldados que acusaban a Blake. El juicio no duró más de una hora y el veredicto fue rápido. William Blake fue declarado no culpable. No es paranoia pensar que le estaban tendiendo una trampa, era un tiempo tiránico y los tiempos así están llenos de intrigas, de juegos y contra juegos. Mientras se revolvía el problema no fue mucho lo que pudo trabajar, la angustia que le provocaba el juicio disminuyó su capacidad de concentración, mucho más en un hombre como él que buscaba la perfección artística para la cual es indispensable una atención meditativa o, podría decirse, una atención religiosa.

La aparición de William Hayley, el mecenas citado, y de este truhan John Scofield en sus obras Milton: poema en dos libros y Jerusalén: la Emanación del Gigante Albión, además de ser ejemplo de pendulación de lo sublime a lo terrenal, también lo es de que William Blake quiso mostrar los acontecimientos de la vida humana, así sean triviales o parezcan triviales, en tanto que vinculados al mito. Si pensamos en la realidad de los mitos que se encuentra en el fondo de nuestras vidas se puede lograr algo maravilloso: que la imaginación entre en relación con nuestras biografías y en la fragua de la imaginación se constituyan en lo que realmente son los acontecimientos de nuestra historia, esto es, en experiencias universales, las mismas que, precisamente, se significan en los mitos. Cada uno de los hechos que compone una vida es un Aleph, en el sentido de Jorge Luis Borges; el mismo Blake enseñó que las puertas de la percepción deben estar limpias y así cada cosa aparecerá como es, infinita. En Jerusalén: la Emanación del Gigante Albión dice: «Lo Infinito solo reside en la Identidad Definida y Determinada». Cada detalle es para él un individuo, una identidad. Gilbert Keith Chesterton observa que la vida de cada uno es tan interesante y llena de relaciones y paradojas que cualquiera que se haya percatado de la colisión de los intereses y emociones de cinco o seis seres humanos, se convencerá de que sería necesaria la pluma de un Honoré de Balzac para describir adecuadamente sus caracteres, que haría falta un Herbert Spencer para definir sus intereses, que solo William Shakespeare lograría encarnar sus emociones y que solo Dios podría juzgar sus almas. Blake escribió: «Las Ruinas del Tiempo construyen Mansiones en la Eternidad». La vida, el universo y la historia son un divino laberinto de procesos, de criaturas y detalles.

En la tensión entre lo universal y lo particular, dice Patrick Harpur que el John Milton de William Blake en su obra homónima «desciende en picado de lo sublime a lo local, como si fuera una gran catedral llena de elevados techos abovedados, resplandecientes vitrales y arbotantes, pero también de gárgolas, perros vagabundos y bancos grabados con los nombres de escolares perdidos en el olvido».

Fueron apenas tres años los que vivió en Felpham porque la relación con William Hayley progresivamente fue desmejorándose hasta convertirse en insoportable, también porque Catherine sufre reumatismo, resfriados y fiebres que William Blake al parecer relaciona con la proximidad del mar y la humedad derivada (así se puede interpretar en una carta a Thomas Butts del 10 de enero de 1802 y en otra a su hermano James del 30 de enero de 1803). Problemas de salud que también lo afectaron a él. Hayley pretendía que Blake se convirtiera en un artista más comercial, convencional o, como decía Hayley, sensato. Gilbert Keith Chesterton en una de sus reflexiones sobre Robert Louis Stevenson dice que el primer requisito fundamental de un grande como Stevenson es ser mal entendido por sus detractores y que el otro gran requisito fundamental es que sus admiradores también hayan malogrado la comprensión de su trabajo. Hayley admiraba a Blake, lo quería, pero malogró el discernimiento de la personalidad sublimada y del trabajo excepcional de su vecino. Frederick Tatham, un discípulo tardío y heredero del legado de la viuda de Blake, tras unirse a los irvingitas, fue convencido de que Blake había sido un hereje satánico y, pese a las súplicas de Edward Calvert, otro aprendiz tardío, destruyó gran parte del legado blakeano en un arrebato de fanatismo religioso. Blake, como Stevenson, es un grande también de acuerdo con ese criterio de Chesterton. Tanto detractores como admiradores, la mayoría de las veces, no lo entendieron. Hayley se excedió, hasta le pidió abandonar el espíritu de la profecía, cosa que en Blake era como suicidarse, lo era también renunciar al lenguaje críptico y mistérico, lo era renunciar al realismo místico, al realismo literal de la imaginación. En la lámina 51 de Jerusalén: la Emanación del Gigante Albión aparecen, de izquierda a derecha, Vala coronada de espinas y empuñando un cetro que termina con una flor de lis, representando también (posiblemente) a la Jerusalén vencida, caída y encarcelada en los abismos ardientes de la desesperación, luego, en estos mismos abismos, el autoritario señor William Hayley y el acusador John Scofield quien, como he explicado, quiso ver a Blake en la horca (¡pero es él —y no Blake— quién terminó atado a las cadenas de su mente totalitaria y acusadora!):

Vala, Hyle and Skofeld

En virtud de tal situación con William Hayley y de los problemas de salud mencionados, regresó a Londres en 1803. Lo recibió su hermano James que vivía en Broad Street. Pronto se mudó al número 17 de South Molton Street, muy cerca de Oxford Street, donde vivió hasta 1821. A 1804 estaba avanzada su última gran obra poético-pictórica, iniciada en Felpham, Jerusalén: la Emanación del Gigante Albión, aunque el proceso de grabado se alargaría hasta la década de los veinte. Trabajo que el propio autor llegó a comparar, en una epístola del 25 de abril de 1803 a Thomas Butts, como semejante, por su gran tema, a la Ilíada de Homero o al Paraíso perdido de John Milton. También se interpreta que esta valoración en dicha epístola se refiere a Vala, o los Cuatro Zoas. Solo un ejemplar de Jerusalén: la Emanación del Gigante Albión fue completamente iluminado. Sigue el esquema al público, a los judíos, a los deístas y a los cristianos, describiendo en cada esfera una fase de la visión imaginativa y, como se ha advertido conforme al desarrollo de su trabajo, su correspondiente contrario, contraparte o error. El poema culmina pasando por el Apocalipsis, a lo que sigue la aparición de Jesús como la forma verdadera de Los. El objetivo es la resurrección del cielo sobre la Tierra en la Nueva Jerusalén. (…)

Contenido o índice

El autor

Andrés Felipe López López en el British Museum, Londres, diciembre de 2022.

Andrés Felipe López López, Ph.D., natural de Tuluá, Valle del Cauca (Colombia), es profesor de la Universidad de San Buenaventura, la Universidad Pontificia Bolivariana y el Politécnico Colombiano Jaime Isaza Cadavid. Ganador del Primer concurso de ensayo fray Roger Bacon con el trabajo titulado «The Ancient of Days de William Blake».

Autor de once obras de ensayo o de libros académicos de investigación, los tres más recientes: El hombre que creía demasiado. Francisco de Asís en Chesterton (México), La pobreza universal. Relatos y ensayos, una hibridación (Colombia) y Kurt Gödel o sobre las paradojas (Colombia).

Creador de la novela Historia de una imaginación memorable (USA).

En poesía, autor de El vestigio de tu sangre persigo entre la hierba (Colombia); Del amor a ti y a otros asuntos (Argentina) y Arde, vida poetizada (Colombia).

Editor académico o coordinador de seis obras colaborativas o de varios autores, de las que se pueden destacar: Estudios de estética en filosofía y literatura de la baja Edad Media: los casos Buenaventura de Bagnoregio y Dante Alighieri; Dante Alighieri. 700 años de gloria y Arte, ciencia y belleza en el Renacimiento. Historias, ensayos y artículos.


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