Las barras organizadas de fútbol representan poco más del 6% de los espacios de participación en jóvenes, siendo el segundo grupo más grande después de los clubes deportivos[1], en ellas se funden identidades futboleras pero también problemáticas sociales transversales a nuestra sociedad: deserción escolar, desempleo, empobrecimiento, violencia de género, microtráfico, entre otras.
Las miradas criminalizadoras y punitivas que se han utilizado para hablar del tema cada vez que ocurre un incidente en los estadios han sido insuficientes, es por ello que es menester repensarlas como organizaciones sociales presentes dentro del tejido social de nuestras ciudades, y cuya presencia debería enfocarse en resaltar las potencialidades y cualidades que tienen estos espacios. Son espacios organizados y que responden a lógicas asociativas complejas, donde los valores como la lealtad y la cohesión grupal priman.
Cuando suelo hablar de barras y fútbol, por fuera de quienes nos apasionamos del tema, parece como disonante que se pretenda poner agencia en esto desde la Academia o desde espacios sociales de lucha por derechos. Sin embargo, desde diversas barras en América Latina se han venido gestando con mayor o menor apoyo externo procesos de vinculación con la comunidad, de participación de espacios sociales y políticos y de fortalecimiento de las lógicas organizativas de las mismas más allá de los titulares sensacionalistas sobre violencia en los estadios.
En el panorama actual de Ecuador, donde las violencias incrementan en lo cotidiano, y la calidad de vida de la ciudadanía se desmejora entre el miedo y la sospecha, es menester construir políticas públicas que permitan la convivencia pacífica entre colectivos sociales que suelen estar enfrentados entre si. Las barras del fútbol están dando un paso hacia allá, en Ecuador varias organizan eventos solidarios, agasajos navideños, proyectos de emprendimiento productivo, reinserción escolar, mingas barriales, todo desde la autogestión.
Sería el momento que desde la institucionalidad se incorpore una mirada integral y de derechos a la relación con uno de los colectivos que más participación juvenil abarca y en el cual se contienen y reflejan las problemáticas sociales presentes en barrios u otros colectivos que se han priorizado en la intervención pública. La gestión de la convivencia entre barras y de las barras con la ciudad debe ser pensada de manera integral y sobre todo gestionada desde sus actores para garantizar espectáculos deportivos pacíficos y generar nuevas formas de relacionamiento entre barras y otros actores de la sociedad.
[1] Fuente: Ramírez Gallegos F. (coord.) Proyecto Tendencias de la participación política de los jóvenes en Ecuador (FLACSO-Ecuador). (2011-2019).
Fotografía: Marco Córdova Encalada
Comentar