Hacer visible lo invisible

La Policía Nacional de Colombia, tiene, aproximadamente ciento cincuenta mil miembros, según su propia base de datos sobre el personal activo, -también incluye estudiantes, cadetes, alféreces y auxiliares de policía-. Esto implica que, hay aproximadamente un policía por cada 320 habitantes-. Ahora bien, de esa totalidad de miembros de la fuerza pública, ¿cuántos pueden mostrar un comportamiento poco decoroso, como el sucedido con el caso de Néstor? Además, ¿será que por esa actuación, inmediatamente se deben considerar malos elementos de la fuerza pública?

Según el Régimen Disciplinario de la Policía Nacional, en su artículo 34, se establecen las faltas graves, en donde en el numeral 18 se cita lo siguiente: “Causar daño a la integridad de las personas o de los bienes, como consecuencia del exceso en el uso de las armas, de la fuerza o de los demás medios coercitivos”. Ello es, que efectivamente, los señores policías, que incurrieron en tal conducta, tendrán el respectivo proceso disciplinario dentro de la Policía Nacional, pero, aparte de eso, tuvieron una sanción social bastante pertinente, propia del abuso que cometieron en contra del adulto mayor ya mencionado.

Sin embargo, más allá del populismo punitivo de gran parte de la comunidad colombiana, considero pertinente resaltar tres cosas:

  1. El uso exacerbado de la falacia de generalización, en donde, con una marcada parcialidad, se tiende a “satanizar” a toda la institución policial, basada en los actos –justamente reprochables- de unos cuantos miembros de la misma. La gran mayoría de los miembros de la institución, cumplen con su trabajo tal cual está consagrado en la Constitución y en su propio reglamento, ¿cuál será pues, esa motivación que incita a las masas a casi siempre proferir y preferir, la acción mala sobre las tantas buenas?
  2. ¿Dónde quedó la discrecionalidad? ¿En qué momento surgieron tantos Exégetas en el común denominador del pueblo colombiano? Normalmente, cuando se presenta una actitud reprochable, sea de un servidor público o un ciudadano corriente, la pregunta que debemos hacernos es, ¿por qué? Imaginemos que tan terrible sería el caso en dónde alguien grabe a un hombre que asesina a una mujer, luego de tener una riña cuerpo a cuerpo con ella. Los titulares se llenarían pidiendo justicia, y tal vez, lo calificarían, ipso-facto como “feminicidio”. Luego, al individuo se le aplica el código penal, y termina en la cárcel.

El pueblo, tal cual circo le vendieron, se limita a aplaudir. ¿Cuántos sabrían que la mujer, en medio de la riña, lo apuñaló en dos ocasiones, y él termina asesinándola para proteger su vida? ¿Qué sería de la justicia, sin la figura del juez? Con lo anterior, no estoy justificando el comportamiento indebido de los señores policías frente a Don Néstor, lo que pretendo es, ir un poco más allá: ¿Qué les pasó? ¿Alguien se ha puesto a pensar en cómo es la vida del policía promedio? ¿Habrán dormido las mismas ocho horas de los que están en cuarentena? ¿Les estarán exigiendo resultados? Son preguntas que deben hacerse, no para exculparlos de lo que mal que se portaron, sino para evitar nosotros mismos caer en el juego de lo radical, de que solo hay un camino con un inicio, un nudo, y un desenlace. Son policías sí, y reciben la capacitación para tomar decisiones en casos así, pero, también son humanos, y pueden fallar… así como el médico cuyo error tapa con tierra, o mejor aún, como los magistrados de la Corte Suprema de Justicia, que ayer evidenciaron un revés en sus decisiones con el caso Arias.

Hasta el mejor nadador se puede ahogar, ¿o no? ¿Es por eso un mal nadador? ¿O simplemente tuvo lugar una mala apropiación del lugar y tiempo en que estaba actuando?

  1. Finalmente, pero no menos importante, está el caso central, el tema del señor Néstor. Un adulto mayor, que vive con su señora madre, de noventa y cinco años, y que no cuentan con ninguna ayuda social… ¿por qué han sido invisibles al Estado? Pero recordemos que el Estado no es el gobierno, sino que nosotros, como población, estamos contenidos dentro de los elementos propios del Estado, así que, básicamente, todo es responsabilidad de todos… Así que, ¿será que en algo fallamos? Yo quisiera saber, ¿qué sería de don Néstor, si no hubiese padecido tan fatídico suceso por parte de la Policía? Dirán algunos, que, por lo menos su integridad seguiría bien… yo no estoy de acuerdo, ¿es solo vivir, o se trata de vivir bien? Su integridad no seguiría bien, porque sencillamente, desde que un hombre de su edad y sus condiciones, deba salir a la calle –expuesto a cualquier peligro, a trabajar-, significa que, algo está mal. Supongamos que el policía(s) no lo hubiese golpeado, pues don Néstor seguiría viviendo del diario, tal vez llevándole la mortal enfermedad a su señora madre, y podrían perecer juntos, recostados en la misma cama, pero, otra fue la historia, y aquel que, hasta ayer era un desconocido, hoy despertó la indignación de más de uno. ¿Y por qué antes no? ¿Será que ningún vecino pudo decirle a don Néstor, cómo puede solicitar alguna ayuda? ¿Será que alguien del corriente, fue diligente con él? ¿Por qué nadie fue donde la misma Policía –que ha hecho una labor intachable entregando mercados- a decirles, “señores policías, aquí hay quien necesita de su ayuda”? ¡Vea pues, tuvo que convertirse don Néstor en víctima, para pasar a ser visible, no solo para el gobierno, sino también para el Estado!, o sea para mí, que vivo tan lejos de él, o tal vez para usted, que hasta conocía su situación, pero no le preocupó mucho porque el asunto le corresponde es a otros. Por cierto, si usted es de los que tiene posibilidades de ayudar, ¿ya se fijó que sus familiares o vecinos no estén aguantando hambre? ¿O está esperando que, al igual que don Néstor, sean victimizados para darse cuenta que existen? ¿Hasta qué punto usted, señor colombiano(a), también es culpable de la invisibilización de las injusticias sociales?

PD: Quisiera, dejar acá el enlace a este vídeo https://www.youtube.com/watch?v=ACkVjm3M1Xw, -y no es que haya tomado mis ideas de él, dado que escribí mi opinión antes de verlo-, pero, lo comparto, porque algo que tiene Neira es la imparcialidad, sumado al conocimiento de las cosas, y me alegra, enormemente, compartir un punto de vista con tan relevante personaje. Me alegra saber que no todos estamos en el mismo paquete de aquellos que solo juzgan, sin ir un poco más allá, y peor aún, sin hacer un poco más por los demás.

Karym Melo

Economista de la Universidad de Medellín, con conocimiento en procesos de participación ciudadana, equidad y perspectiva de género, y evaluación de proyectos. Escritora de cuentos y novela. Actualmente es estudiante de derecho.

Comentar

Clic aquí para comentar

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.