La conmovedora defensa del medio ambiente y la denuncia de los estragos producidos por el cambio climático hecha por Greta Thunberg así como su durísima crítica a la dirigencia política mundial, esa que por su ineptitud, inconsciencia o corrupción ha defraudado a los niños y jóvenes al dejar como herencia un medio ambiente contaminado, semidestruido (y, para muchas especies, invivible), adquirió en tiempos recientes una resonancia verdaderamente excepcional. Esto provocó la respuesta o la repulsa de personajes tan siniestros como Donald Trump o Jair Bolsonaro, para mencionar apenas a los más notorios, así como de otros bufones y paniaguados de la derecha y el imperialismo cuyo oficio es reproducir las barbaridades de sus jefes y alabarlos sin cesar. Pero las burlas y los sarcasmos de aquellos homínidos lejos de desmerecer la crítica de la jovencita sueca no hicieron sino ratificar la verdad y la justicia de la causa que Greta defiende con tanto ardor.
Claro está que sus planteamientos serían mucho más sólidos si tomaran en cuenta lo que una vez sentenciara Chico Mendes -el recolector de caucho, ambientalista y sindicalista brasileño asesinado en 1988 por quienes hoy incendian la Amazonía- cuando dijo que «la ecología sin lucha social, es solo jardinería.» En otras palabras, la defensa del medio ambiente y la denuncia del cambio climático y sus estragos requiere atacar las causas del holocausto ecológico en marcha. El origen de esta tragedia no puede atribuirse a «los hombres» o al «género humano» y su maldad o inconsciencia sino que se encuentra en la esencia misma del capitalismo, un régimen de producción que incesante e inexorablemente trata a mujeres, hombres y la naturaleza como simples mercancías sólo merecedoras de ser cuidadas y preservadas en la medida en que sean fuentes de ganancias. Por consiguiente, sería importantísimo que los jóvenes que se nuclean tras el liderazgo de Greta sepan que su lucha estará destinada al fracaso en la medida en que se limiten a combatir los efectos predatorios del capitalismo en el medio ambiente (y en la sociedad) y no se lancen, con el mismo ardor, a luchar contra el origen o las causas del desastre ambiental que no es otro que el capitalismo. Mientras este subsista, mientras la dinámica de la acumulación siga su carrera hacia el abismo y la barbarie, el deterioro ecológico seguirá su marcha hasta su cataclísmico final. Por eso hay que acabar con el capitalismo antes de que éste haga lo propio con la naturaleza y la humanidad. Ojalá Greta y los millones de jóvenes que la siguen en todo el mundo comprendan este mensaje.