Gobierno pospuesto

“Y es que, en este país, lo que no se inaugura no existe, por lo que a nadie le interesa redactar leyes que no se conviertan en cemento y acero con sobreprecio que pueda presentarse al pueblo mientras se ataca verbalmente a algún opositor sobre una tarima”.


 

Parece ser que las fiestas julianas han sido la excusa perfecta para dar inicio a la campaña presidencial de 2025. O así ha creído oportuno nuestro presidente, que decidió celebrar los 489 años de fundación de Guayaquil empapelando con su cara el Puente de la Unidad Nacional, ese que cruzó hace unos días para grabar un video de propaganda con cientos de policías y militares en Durán de los que hoy sólo quedan las fotografías en contrapicado.

Aunque, a decir verdad, el pistoletazo inicial lo dio la Fiscal General del Estado, usando los colores de la bandera de Guayaquil para promocionar —nunca mejor dicho— la investigación —que, más que eso, parece sentencia— sobre la denuncia del gobierno en contra del alcalde de la ciudad por supuesto contrabando de combustible. Tan bueno fue el trabajo de diseño de la Fiscalía que aquellos que celebraron la expulsión del país de una periodista por usar la letra del himno nacional con fines satíricos, hoy aceptan de buen grado el uso partidista —o antipartidista, que en Ecuador es lo mismo— del estandarte del puerto principal.

Pero el inicio de la campaña electoral también podría situarse en la Consulta Popular de abril, en la que, según a quien se pregunte, el gobierno ganó o perdió por goleada. Los presidentes ecuatorianos —salvo que se llamen Guillermo Lasso o León Febres-Cordero— suelen aprovechar sus picos de popularidad para consultar democráticamente al pueblo sobre obviedades, irrelevancias o medidas urgentes que podrían tomar libremente con algo de voluntad y sentido común. Pero en un período tan corto de gobierno, esta Consulta sirvió, sobre todo, como un termómetro de popularidad para un presidente ya en campaña.

Y digo esto porque la campaña electoral empezó realmente cuando Guillermo Lasso decidió disolver la Asamblea Nacional. Dicho de otra forma, todavía estamos inmersos en la campaña presidencial iniciada en 2023.

Lastimosamente, esto significa que los recursos del Estado sean utilizados para lavar la imagen de Daniel Noboa y sus funcionarios primerizos; más precisamente, que sólo sean utilizados para eso. O lo que es lo mismo, significa que hace casi un año que el Ecuador sobrevive sin gobierno. (Estoy asumiendo, generosamente, que Guillermo Lasso hizo algo parecido a gobernar durante los últimos meses de su gestión).

Como no sea para perseguir a sus opositores e incluso a sus propios funcionarios, o facilitar los negocios de su familia, Daniel Noboa ha rehusado ejercer y administrar el poder político. En lugar de conducir el Estado, Noboa se ha conformado con usufructuar de él. Lejos de ofrecernos un proyecto político, el presidente —por así llamarlo— nos ha bombardeado con interminables sesiones de fotos junto a su esposa. El Estado ecuatoriano navega a la deriva.

Cierto es que los antecesores de Noboa también sacaron provecho personal de su estadía en Carondelet; la diferencia es que, malos o peores, tenían proyectos políticos que les interesaba llevar adelante, ya sea por convicción ideológica o por un interés corporativo. De Noboa, en cambio, no sabemos si es de izquierda o derecha, si es liberal o conservador, o cuál es su visión de desarrollo para el país, si acaso tiene alguna. Lo único que sabemos es que la democracia le gusta más bien poco, lo que, en todo caso, no es motivo de sorpresa.

Sabemos que Noboa quiere seguir ocupando el sillón presidencial; lo que no sabemos es para qué. Y su campaña no nos da ninguna pista, a no ser que sus videos entrenando contengan algún tipo de mensaje subliminal que aún no he sido capaz de captar.

Sea como fuere, las reformas institucionales que este gobierno, por ser uno de transición, estaba llamado a llevar a cabo han sido olímpicamente ignoradas. Y es que, en este país, lo que no se inaugura no existe, por lo que a nadie le interesa redactar leyes que no se conviertan en cemento y acero con sobreprecio que pueda presentarse al pueblo mientras se ataca verbalmente a algún opositor sobre una tarima. O, cuando el Estado carece de recursos, como ahora, presentarse con una chaqueta militar en una ciudad asolada por el crimen organizado para sacar pecho porque hoy hubo una masacre menos que ayer.

¿Acaso se puede grabar un TikTok con música de acción mientras se presenta un proyecto de ley para eliminar el secreto bancario o para prohibir los partidos políticos de alquiler? Medidas, estas, que ayudarían a combatir el crimen organizado de manera mucho más efectiva que un enésimo estado de excepción.

Desafortunadamente, mientras nuestros marketólogos no encuentren una solución a este problema comunicacional no veremos a este gobierno actuando como tal.


Todas las columnas del autor en este enlace: Juan Sebastián Vera

Juan Sebastián Vera

Sociólogo por la Pontificia Universidad Católica del Ecuador. Estudiante de Política Comparada en FLACSO, Ecuador.

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