“Que error tremendo creer que se pueden hacer reformas a favor del pueblo, mediante las componendas de siempre con la casta política”
(Juan Carlos Flórez)
“No crean ustedes que los cambios van a llegar si Petro se sienta en una silla en un salón frío y dorado del Palacio de Nariño a hablar con César Gaviria, por ahí no van los cambios”
(Presidente Gustavo Petro)
Muchos meses mordiéndonos la lengua y por fin ahora ya se empiezan a escuchar las voces que reclaman la necesidad de no tener que transar la reformas con la clase política tradicional que se roba el presupuesto, clienteliza la administración pública y encuentra en el Gobierno del Cambio la cantera para afilar sus cuchillos y luego degollarnos.
Un trino del juicioso exconcejal de Bogotá Juan Carlos Flórez, ha llamado recientemente la atención sobre ese fenómenos de hacer reformas con los que no las quieren, cobran un precio exorbitante por apoyarlas y finalmente terminan quedándose con el Estado, pues compiten, ventajosamnete, con la novel burocracia alternativa, sosa, miedosa, medio inepta y agrandada que hoy trata de gobernarnos.
Está bien que se haya intentado y entendemos que para el Presidente, era imperativo hacer lo que estuviera a su alcance para cumplir las promesas de campaña referidas a las reformas al sistema de salud, laboral, pensional y política, entre otras. Pero los hechos son tozudos como diría algún leninista trasnochado y, hecho el intento, el país ya se dio cuenta que las reformas no van, o al menos, si se aprueban, no serán ni la sombra de lo que se necesitemos y se quería presentar al Congreso. Reforma que que solo maquille, no sirve.
De seguir por el camino que vamos, lo único que haremos será entregar las banderas y dejar que los corruptos, politiqueros, mafiosos y demás hienas hambrientas, engorden a la sombra de nuestro triunfo y se haga aún más difícil la sucesión y la sostenibilidad del proyecto del Cambio.
Está probado además, o al menos así lo dicen las encuestas, que amplias mayorías están aferradas a las viejas estructuras, que no entienden o que engañados, piensan que los cambios son para peor. Es muy difícil sostener el argumento de que se trabaja, lucha y se entrega hasta el alma, para beneficiar las amplias masas de desposeídos que se resisten a ser beneficiados y por el contrario son temerosos y perseveran en el engaño. Abundan los relatos de los esclavos que no aceptaron su libertad por físico miedo a la misma.
Siendo un propósito más que loable sacar adelante las reformas, lo cierto es que revisando datos y estadísticas, las iniciativa por las cuales nos llaman a la movilización, por la cuales el Presidente entrega el alma, y por las cuales se echan por la borda principios y se enciman traseros, solo terminarán favoreciendo sectores de la población. La reforma laboral, al 30% de los trabajadores que gozan de un empleo formal, al igual que la reforma pensional, la cual eventualmente alcanzará a viejitos y mujeres cuidadoras; y la reforma política, cuya novedad era beneficiar a los dueños del lapicero para elaborar listas cerradas. La reforma a la salud finalmente terminó siendo una pelea con dos o tres pulpos financieros que se enriquecen con la intermediación y se engordan con la integración vertical. Nada que no se pueda remediar con una buena Superintendencia de Salud y con controles serios. La ampliación de los programas de promoción y prevención pueden ser objeto de decreto y pare de contar.
Pero si las reformas o lo que queda o quedará de ellas, son ya un canto a la bandera, lo que sucede con los apoyos recibidos raya en la tragedia. Bien poco se puede hacer con la embriaguez de algunos movimientos sociales que unos días están adentro y hacen parte del Cambio y otro están afuera pelando los dientes con fiereza, exigiendo lo que no han alcanzado en siglos y pasando una factura desmedida por los apoyos brindados. Con sus actitudes y formas de lucha, jalan el otro extremo del cordel que tiene la oligarquía y estrangulan con pasión al gobierno.
Y ni que hablar de una insurgencia jurásica y lumpenizada al extremo, sin simpatías entre la población, envanecida por el sahumerio de quienes queremos la paz y engreída por el reconocimiento recibido de países amigos y bien intencionados. Su lógica de guerra, reclama a gritos respuesta. ¡Amor, con amor se paga! Al igual que a los pillos, que ahora hacen fila en la Paz Total, a estos desvencijados señores de la guerra solo los mueve la codicia, todo les importa un bledo, menos su bolsillos. Todavía no entienden lo que hoy nos jugamos: los sueños, la esperanza, la dignidad.
Mientras los discursos del cambio climático, la biomasa amazónica y los ríos voladores hacen estragos en las buenas conciencias, nuestro histórico y gran río muere víctima de la deforestación y la contaminación. El Magdalena, el Gran Río de la Patria, es alimentado por por 500 afluentes y 5000 arroyos, pasa por 13 departamentos y 128 municipios y beneficia a 32.5 millones de compatriotas. Me pregunto: ¿para el Gobierno de la Vida habrá proyecto más grande y glorioso que recuperar la cuenca del Gran Río de la Magdalena? ¿Habrá un proyecto con más dimensión económica que la recuperación de la navegabilidad del Magdalena? ¿Habrá un proyecto de más envergadura histórica que volver la vida a la arteria fluvial del país? ¿Habrá un proyecto de reforestación y conservación más ambicioso que el cuidado de las cuencas que alimentan nuestro rio? ¿En fin, hay algo más hermoso, humano y justo que volver la vida al Rio de la Patria? Para este proyecto que necesitamos más: ¿campesinos o políticos?, ¿guardabosques o congresistas?, ¿pactos con el pueblo o componendas nauseabundas? ¿Necesitamos más Monos Márquez o más Roys Barreras?
Y bueno, mientras se diserta sobre las grandes agendas ambientales globales y los cambios climáticos, los casquetes polares y las energías limpias, nos ahogamos en las basuras. En Colombia se producen al año 13 millones de toneladas de residuos sólidos urbanos, mal llamados basuras, de los cuales siete millones y medio son orgánicos biodegradables. Estos residuos llevados a un proceso de compostaje representarían tres millones y medio de toneladas de abonos orgánicos por año, con lo cual se supliría, y en mucho, las dos millones de toneladas de abonos químicos que importamos al año. Todo esto sin sumar las miles de toneladas de biomasa producidas en el sector agropecuario, entre las cuales se encuentran los 15 kilos de boñiga que diariamente depositan cada una de las 28 millones de reses que pastan en los campos.[1]
Sí en Colombia logramos que todos sus habitantes reciclen, estaremos en presencia de una verdadera revolución en la convivencia y en la llamada cultura ciudadana. Un ciudadano o ciudadana que recicla cuida de él y de ella, de su entorno y del planeta, es un ser abierto a asumir nuevos cambios, hábitos y rutinas de cuidado. Después de la veda del cigarrillo en lugares públicos, reciclar sería la otra estrella a alcanzar en materia de convivencia.
Sin políticos, sin congresistas, sin lagartos, sin jefes de partidos y sin mermelada, se podría iniciar ya en todo el país, una gran campaña de reciclaje que tendría por nombre su propio objetivo: CERO BASURAS. Se tienen todos los instrumentos legales, la arquitectura institucional y los recursos para iniciar ya el aprovechamiento de los residuos sólidos, el fin de los rellenos sanitarios y la muerte por inanición, de los pulpos mafiosos que manejan las basuras.
Cancelar al corrupto Congreso, a los partidos y sus jefes, dejar de arrodillarnos a las caducas aristocracias herederas del esclavismo y suspender la tomadera de tinto en oficinas de oscuros abogados, sería la gran reforma en la manera de gobernar el Estado, de avanzar hacia una gobernanza popular. Firmar el gran Pacto Social por la Sostenibilidad y crear un un Frente Amplio con el pueblo y para el pueblo, para darle soporte, serían la gran epopeya del Cambio. No se trata de llamarnos a apoyar y movilizarnos por las grandes reformas ya fracasadas, se trata de hacernos gobierno y ciudadanos del mundo reciclando y cuidando nuestras aguas y nuestros bosques. Este sí, el gran proyecto de vida.
Estamos listos para vivir una verdadera epifanía social, representada por una hermosa, aterrizada y mínima propuesta ambiental, que financiaremos con parte de los recursos provenientes de la reforma tributaria aprobada. Este proyecto de Cambio, nos volvería a la vida y al amor por la naturaleza, fundamento de nuestra permanencia sobre la tierra. ¡Colombia será un país verde sin politiqueros, corruptos y bandidos gobernando!.
Así las cosas, hay que mandar al diablo la vieja clase política corrupta que, ligada a los partidos políticos, nos han llevado a la muerte y a la ruina moral y económica, que han embrutecido al pueblo hasta lograr que este se niegue a sí mismo el pan. Hay que mandar a la mierda a la guerrilla sexagenaria y jurásica que se ensaña en la población que dice defender, hay que abrir las mazmorras para los pillos y hay que hablar seriamente con los movimientos sociales que creen que este no es el gobierno del Cambio, sino el administrador temporal de una piñata.
Hay que dejar de repartir puestos y presupuesto a quienes han robado nuestras esperanzas y nos han arrastrado por las cloacas de la ignorancia y la humillación. Hay que sacarlos ya a la calle para que vivan y se reproduzcan sin recursos públicos. En vez de ellos, Pacto Social con el pueblo, sin los politiqueros, sin mafiosos y sin los conciertos para delinquir llamados partidos políticos. Pacto entre nosotros para borrar la estirpe maldita qué nos quiere negar una segunda oportunidad sobre la tierra.
Las revoluciones pueden escribir la historia y las reformas señalar un rumbo, pero solo los cambios profundos podrán salvar la vida.
Medellín. Abril 5 del 2023
Todas las columnas del autor en este enlace: https://alponiente.com/author/jesus-ramirez/
[1] Datos suministrados por el Dr. Aníbal Sepúlveda, Gerente de EartGreen Colombia
Don Jesús Ramírez, buenos los comentarios, pero más portante sería ponerlos en práctica. El camino es que se postule cómo candidato y defienda sus opiniones.
Porque borra mi comentario?
Nelson Mandela, quien también fue guerrillero, y marxista-leninista para más señas, cuando estaba postulado como candidato a la presidencia, rompió con su hija y con su esposa por sus diferencias políticas con ellas; también rompió con varios de sus antiguos compañeros del Congreso Nacional Africano por detalles como los que se mencionan en este artículo. Mandela afirmaba que había que gobernar con algunos de esos racistas opresores y así lo hizo. No tengo una solución, ni siquiera una elección de bando en este tema, pero vivo convencido de que hay que cogobernar con esas escorias, tal y como también lo hicieron los españoles tras la muerte de Franco. No todo lo deseable es ser combativo porque también hay que saber negociar.