Colombia es un país de extremos en donde sólo hay buenos y malos, nos es imposible creer que alguien pueda ser bueno teniendo defectos, pero si creemos en los malos que nos dan pequeñas dosis de bondad.
La madrugada de este viernes fue el momento ideal para que la oposición tomara un momento de vulnerabilidad personal del senador Álex Flórez, para crear el escenario de incertidumbre al que nos han acostumbrado, tomando ventaja de una discusión que, si bien se subió de tono, fue debidamente controlada y actualmente se encuentra con diferentes investigaciones para establecer el nivel de falta disciplinaria en la que haya incurrido el congresista. A pesar de esto y sin importar la garantía al debido proceso, ya muchas personas juzgaron y condenaron el actuar del político al que hasta hace una semana aplaudían debido a su constante participación y denuncia de los falsos positivos que se registraron en el corregimiento del Chochó, por el que ahora se encuentran detenidos 10 policías y una persona prófuga de la justicia.
Los opositores del gobierno actual aprovecharon la oportunidad para ser los primeros en crear una imagen satanizada del congresista, quien venía desde el mes pasado con la glorificación del pueblo colombiano por la labor que anteriormente mencioné, lo que resulta un poco contradictorio y conveniente, puesto que cuando se trata de defender al expresidente Álvaro Uribe Vélez, son los primeros en discutir con aquellos que lo señalan como culpable de los falsos positivos sin tener una condena por esos hechos en su contra, exigiendo respetar la presunción de inocencia, en cambio para apoyar la mala imagen de Flórez, sacan a flote rumores y delitos por los que la justicia colombiana no lo ha encontrado culpable.
Los actos del senador son completamente reprochables y merecen ser evaluados por los entes competentes, no obstante, es impresionante la manera en la que los colombianos nos hemos apropiado de la cultura del linchamiento social, en la que después de enaltecer a alguien, quedamos expectantes a cualquier error para desmeritar cada buena acción que esa persona haya hecho. Con esto no quiero decir que no levantemos la voz ante los comportamientos indecorosos que puedan llegar a tener nuestros dirigentes, a lo que me refiero es que ya es momento de elevar nuestros malestares a las autoridades competentes y dejar de buscar la justicia en manos inexpertas o malintencionadas, que tienen el propósito de manipular este tipo de situaciones para hacerse acreedores de la democracia, cuando en realidad buscan que alejemos nuestra mirada de sus aliados políticos.
También se hace necesario que los colombianos reconozcamos que nuestros servidores públicos no fueron elegidos con base a su perfección, que son humanos con virtudes y defectos, que lo importante es cómo se desempeñan en el cargo para el que los escogimos; recordemos que los seleccionamos porque son el reflejo de nuestros pensamientos y deseos para hacer un mejor país.
Colombia es un país de extremos en donde sólo hay buenos y malos, nos es imposible creer que alguien pueda ser bueno teniendo defectos, pero si creemos en los malos que nos dan pequeñas dosis de bondad.
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