No hay tragedia sin desenlace. La guerra del Estado colombiano con la guerrilla de las Farc finalizó en términos formales con la firma del Acuerdo de La Habana, en el Teatro Colón. Sin embargo, es verdad que siguen existiendo otro tipo de manifestaciones violentas en los diversos territorios en cabeza de otros grupos armados ilegales como las guerrillas, las denominadas bandas criminales y las disidencias de las Farc. Este resultado, aunque complejo, es ya un avance significativo para la tarea constante de cualquier Estado: su construcción. El inconveniente, no es entonces el Acuerdo con las Farc o sus disidencias, el problema, considero, es la lenta construcción institucional que se enfrenta a una población enérgica que cada día exige más; en pocas palabras, seguimos teniendo un Estado del siglo XIX para una sociedad del siglo XXI.
El sociólogo francés Gastón Bouthoul desarrolló y formuló la disciplina de la polemología, que no es otra cosa que el estudio científico de la guerra. Lo interesante de esta disciplina es que permite un acercamiento bastante objetivo sobre las guerras a partir de un concepto denominado: “motivaciones guerreras”, es decir, los motivos que impulsan a las personas y sociedad a desarrollar acciones violentas y configurar contiendas. Ahora bien, Bouthoul no ha sido estudiado en profundidad y, en muchos casos, cuando se estudia es mal interpretado. La polemología no es una oda a la guerra, por el contrario, es un llamado a entenderla en todas sus dimensiones para poder formular una salida social y política a este fenómeno particularmente violento. Y ¿cuál es esa salida? Sencillo, la paz.
Pero la paz entendida más allá de una categoría que pertenece a valores ideales como los de igualdad, justicia o libertad, como lo explica el politólogo Pere Vilanova; también yo agregaría un valor asociado al amor. Una paz que implique una disminución de la destrucción, el desorden, la violencia y la muerte. Por eso, Bouthoul propuso, a mediados del siglo XX, que la paz se podía determinar por el aumento de los fallecimientos por causas naturales. En un Estado se empieza a experimentar el paso de la guerra a la paz cuando sus niveles de muerte institucional (uso de la violencia legal del Estado) y privada (grupos armados ilegales) se reducen; su población vive más y la defunción natural se establece en los índices estadísticos con regularidad y constancia. Lo más interesante es que la muerte institucional es reemplazada por altos índices de libertad, el reconocimiento de la dignidad y la seguridad de las personas.
Así pues, el paso de la guerra a la paz paraliza bruscamente la muerte institucional y privada. Al mismo tiempo, empieza a acelerar la mortalidad natural. Esto entonces debería ser un asunto fundamental al momento de hablar de la paz en Colombia. Considero que la paz sí llegó al país, pero todavía no nos damos cuenta. Claro, a veces la metamorfosis cuesta entenderla incluso creerla, sobre todo cuando se confunde la guerra con otros tipos de amenazas como el crimen organizado, el crimen común e incluso el terrorismo. Estos problemas existen en todas partes del mundo y derivan en otras calamidades sociales, políticas y hasta culturales. Como colombianos, este 11 de marzo elegiremos Congreso y el 27 de mayo presidente, ojalá que los políticos electos sigan ganando la paz, en especial en esas zonas donde el Estado parece una narrativa del pasado. La paz se gana y la guerra se evita ¿Preparados?
Pedro Piedrahita Bustamante
@piedrahitab
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