Fronteras agrícolas para combatir el hambre

El hambre tiene rostro en nuestros territorios, y ese rostro sigue siendo las comunidades más vulnerables (…) los campesinos, los grupos étnicos y marginados”


Las caras de la desigualdad son más visibles hoy en día que en cualquiera otro tiempo, las brechas son profundas y el problema se acrecienta de manera acelerada sin dejar de preocuparnos la parsimonia de las agendas públicas que no son contextuales a las realidades de los territorios. Nos enfrentamos pues, a la pobreza rural, a los efectos negativos del cambio climático, la necesidad de una alimentación sana y saludable con accesibilidad para todas las personas, a planes de desarrollo que han perdido los hitos de la inclusión social – económica y los sistemas de producción sostenibles. De este modo entendemos que el combate directo a la pobreza solo suele ser un discurso de la demagogia de muchas prácticas políticas que piensa de manera idealista, pero se alejan del pragmatismo eficaz.

Existe un hambre visible, no lo podemos negar, donde su realidad tangible es la desigualdad; claramente la pandemia afloró más el problema, en especial en las personas de la ruralidad, las familias campesinas, los afros, los indígenas y aquellas en condición de discapacidad. El hambre tiene rostro en nuestros territorios, y ese rostro sigue siendo las comunidades más vulnerables, reitero, los campesinos, los grupos étnicos y poblaciones marginadas.

Estos escenarios nos invitan a una fuerte reflexión sobre el impacto que está creando la imposibilidad de gestionar una estrategia ambiental, agraria y de sostenibilidad; si no sabemos leer los tiempos y los efectos negativos que están presentes en el cambio climático seremos afectados en uno de nuestros baluartes más sagrados, nos referimos al agro. Ya vemos con dolor las pérdidas de cosechas, que se sintetizan en un riesgo latente para seguridad alimentaria, que afectará directamente a la canasta familiar, y en lo oculto de esta vicisitud, sufre en silencio la agricultura familiar campesina, nadie calcula la pérdida de alimentos, el golpe económico, el retroceso del agro y el no desarrollo de lo rural.

De este modo, estamos llamados a pensar en buenas prácticas agropecuarias, donde nuestras veredas sean despensas alimentarias, fortalecidas en sistemas productivos con agricultura climática inteligente, pero que a la vez estas iniciativas propicien la conservación de los recursos naturales.

Necesitamos fincas agroindustriales, competitivas y con mercados ganados entre la articulación de ciudad y región, queriendo así una verdadera planeación del agro desde el concepto de la sostenibilidad ambiental. Nace entonces en estos discursos y planteamientos el querer y poder crear fronteras agrícolas que armonicen la agricultura con la biodiversidad, no hay otra forma de combatir el hambre.

Sergio Augusto Cardona Godoy

Comentar

Clic aquí para comentar

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.