Finanzas campesinas

“Nuestro mayor aporte a las finanzas campesinas es comprarle directamente al pequeño y mediano agricultor que con esfuerzo sale al pueblo a ofrecer sus productos frescos…”


Hagamos un ejercicio. Piense que gana $19.253 al día y trate de administrar ese dinero para cubrir sus necesidades y gustos. ¿Le alcanzaría? ¿No? ¿No podría comprarse la ropa de marca que le gusta ni el café en una cadena de tiendas internacional? Bueno, pues un campesino colombiano gana aproximadamente el 65,8% de un salario mínimo legal vigente según datos del DANE para el primer semestre del año 2019. Es decir, que para el año 2020 sería un ingreso aproximado de $577.594, unos $19.253 diarios, valor del ejercicio planteado.

Revisando el informe sobre caracterización de la población campesina en Colombia para la vigencia 2019 del DANE, el 31,8% de la población colombiana de 18 años y más se identificó subjetivamente como campesina. Un poco más de 15 millones de colombianos se dedican a la agricultura. En otras palabras, cerca de 3 millones de familias campesinas trabajan la tierra de sol a sol para ofrecernos una despensa alimentaria fresca y variada, subsistiendo con unos ingresos muy bajos que obstaculizan el mejoramiento de su calidad de vida y el desarrollo sostenible de sus cultivos.

La economía campesina siempre se ha visto afectada por diferentes aspectos, el difícil acceso para adquirir tierra propia, los altos costos en insumos agrícolas, las vías terciarias en malas condiciones y las políticas gubernamentales que no tienen coherencia ni continuidad en el tiempo, son unos de ellos. Como consecuencia de estos problemas, del poco acompañamiento al sector agricultor y de la pobreza que obliga a los jóvenes a salir del campo a la ciudad en busca de nuevas oportunidades, las tierras se están quedando sin manos que la cultiven. El campo se está convirtiendo en un lugar poco atractivo para los jóvenes pues en su gran mayoría han vivido la experiencia de crecer en un entorno inestable financieramente donde los cambios climáticos, el bajo poder de negociación y las incertidumbres del mercado no dan por sentado el éxito de un cultivo.

Sumado a los problemas ya mencionados, con la entrada en vigencia de los tratados de libre comercio, se esperaba introducir nuestros productos agrícolas en mercados extranjeros, aumentando la producción y ampliando la oferta nacional e internacional, pero el país no estaba preparado en temas de inversión, industrialización y acompañamiento al sector agrícola para competir a nivel mundial. La baja competitividad del sector y la desigualdad de condiciones frente a mega empresarios agrícolas de otros países, han llevado a que cerca de 22 cultivos agrícolas nacionales estén desapareciendo y que productos como el trigo, frijol, algodón, café y tabaco, estén en alto riesgo.

Normalmente, un campesino que no cuenta con la tierra ni los recursos económicos suficientes para iniciar su proyecto productivo, comienza por negociar con el propietario del terreno el costo de arrendamiento del mismo o el porcentaje de la cosecha que aceptará en contraprestación. Luego, busca el capital necesario para la compra de semillas e insumos agrícolas y para asegurar  el dinero necesario para el pago de jornales en caso de requerir trabajadores. Realiza todo el trámite de préstamo en alguna entidad bancaria o cooperativa y cuando recibe el dinero, empieza el trabajo duro. Cultivos transitorios como el tabaco, frijol, maíz, papa y cebolla, pueden oscilar entre 3 y 5 meses hasta su cosecha. Tiempo durante el cual el campesino deberá sortear diferentes riesgos como el clima, las plagas y que se le acabe el dinero que tenía como capital.

Si el campesino logra que su cultivo se desarrolle con éxito, deberá entonces iniciar el proceso de cosecha y posteriormente, negociar el precio con intermediarios o en algunos casos, con el consumidor final. De este dinero que recibe, deberá pagar el arrendamiento del terreno, jornales pendientes, la deuda en la entidad financiera y quizás algunas deudas menores que hubiese requerido de más. Y ahora sí, podrá determinar cuánta utilidad le generó su trabajo.

La otra cara de la moneda es lamentable. Si el cultivo, por el contrario, no tuvo éxito, y el campesino no tenía asegurado contra riesgos su cultivo, deberá buscar la manera de iniciar un nuevo endeudamiento para cubrir la pérdida y encomendarse a todos los santos para volver a empezar un nuevo cultivo. Y así es la vida financiera de la mayoría de los campesinos. Trabajando en tierra ajena, endeudándose bajo mucho riesgo y confiando en que su labor hecha con amor y esfuerzo le genere grandes recompensas.

Nuestro mayor aporte a las finanzas campesinas es comprarle directamente al pequeño y mediano agricultor que con esfuerzo sale al pueblo a ofrecer sus productos frescos. Eso sí, no le pida rebaja, valore el gran sacrificio con que lleva a su casa productos para la despensa y de paso, con el voz a voz, ayúdele a crear publicidad para que aumente sus ventas. Los beneficios son muchos: podrá consumir alimentos frescos y saludables a precio justo, aporta al sostenimiento de una familia campesina apoyando el desarrollo económico de su pueblo o ciudad, se reduce la contaminación que se causa por efectos del proceso de comercialización y se ayuda a conservar la diversidad alimentaria de las diferentes regiones.

Deisy Katerinee Vanegas Vargas

Contadora Pública, Tecnóloga en Gestión Empresarial, Especialista en Revisoría Fiscal y Contraloría. Apasionada por los temas económicos, financieros y sociales.

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