“¿Qué tal si mensualmente hacemos tomas culturales, artísticas, conciertos con artistas locales y regionales hasta pasar por las 31 veredas de Jericó y el corregimiento de Palocabildo?”.
Desde hace más de cincuenta años, en Colombia, la población dejó de ser mayoritariamente rural a urbana por las condiciones que genera la modernidad. En los centros urbanos, sea pueblos o grandes metrópolis se concentran las mayores fuentes de empleo, mejor acceso a servicios públicos, educación, cultura, vías, infraestructura; comercio y opciones para todos los gustos. Anteriormente, los trabajos estaban más relacionados con temas de agricultura, si se quiere, muy artesanal, que no son aspiracionales para las nuevas generaciones. Seguramente ven en otros sectores como la tecnología, la ciencia, las ingenierías, mejores opciones de desarrollar su proyecto de vida.
Creo que esas condiciones han agudizado el abandono histórico del Estado al campo colombiano y que sean pocos los jóvenes los que quieran quedarse en sus veredas. El sueño de la mayoría es irse al centro poblado o a la ciudad a buscar un mejor futuro. Además, cuando todos los desarrollos en materia de infraestructura, cultura y educación, por poner algunos ejemplos, se concentran principalmente en los cascos urbanos y los rezagos quedan en la ruralidad.
Justo que por estos días que se celebra el Festival de la Cometa en Jericó, se me ocurre cómo empezar a descentralizar este tipo de eventos en las veredas y el corregimiento del municipio para que toda la población los pueda disfrutar. Incluso esto podría generar un valor turístico adicional al llevar -enlazados con este evento- turistas a veredas que de cualquier otra manera no irían por falta de conocimiento o porque estos lugares no están en el radar de los atractivos turísticos.
Conozco casos de municipios como Guática en Risaralda que hacen algo similar: un año, las fiestas se hacen en el casco urbano, al siguiente en el corregimiento de Santa Ana y al tercer año en el de San Clemente con el propósito de integrar a toda la población. En el caso de Jericó recuerdo que se ha tratado de hacer algo similar y festivo en las veredas Buga y La Soledad, pero no han tenido consistencia.
Siempre se ha dicho que el Estado tiene una deuda histórica con los campesinos y por supuesto que unas festividades no van a solucionar de fondo esas brechas entre lo urbano y lo rural, pero pueden servir de herramienta para generar empatía e integración. Es difícil que una persona que siempre ha vivido en un centro urbano y que poco contacto ha tenido con el mundo veredal conozca de sus problemáticas, retos y necesidades. Si empezáramos a generar estos acercamientos tendríamos el contexto y aportaríamos ideas y soluciones para buscar el bienestar e interés colectivo de la población.
¿Qué tal si mensualmente hacemos tomas culturales, artísticas, conciertos con artistas locales y regionales hasta pasar por las 31 veredas de Jericó y el corregimiento de Palocabildo? ¿Qué tal la realización de talleres de manera consistente con los jóvenes de cada una de estas veredas y corregimiento? Que puedan plasmar sus temores, sus sueños y las posibilidades que tienen para lograrlo.
Logísticamente no es una tarea sencilla porque requiere capital humano, tiempo y esfuerzos económicos pero la única manera de poner en la misma página las expectativas de tan diversos pensamientos es estando presentes en todo el sentido de la palabra. Que todas las personas sin distingo del lugar y estatus se sientan importantes y tenidas en cuenta, tal vez, ese puede ser un camino que sirva para romper la polarización y que puede iniciarse, con algo tan sencillo, como unas fiestas en la ruralidad que inviten a la unidad y a la construcción en medio de la diversidad.
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