Todo está consumado. Federico Gutiérrez volverá a La Alpujarra y convertirá a Medellín en una trinchera antipetrista. Todos, absolutamente todos los factores políticos, sociales y económicos están armónicamente alineados para validar su inminente victoria. Creería que solo un terremoto mediático o judicial de grandes proporciones podría truncar lo que considero es una verdad de a puño.
El exalcalde tiene el camino despejado y desde varios sectores se asume que ganará con un único mandato: recomponer el esquema de cooptación denominado gobierno corporativo (su primera decisión será remover la junta directiva en EPM); y, en dosis justas y necesarias, ajustar cuentas con Quintero dedicándole un “libro blanco”.
Pero la victoria de Fico no solo será resultado de un generalizado voto castigo hacia Quintero (quien será un gran derrotado en las próximas elecciones), ya que, a su vez y más por inercia que por estrategia, también le termina favoreciendo la incapacidad del centro para reagruparse en un perfil equidistante a los factores reactivos de los extremos, y, en menor medida, la parálisis de una izquierda atrincherada en el lastre Quintero.
Lo cierto es que Quintero liquidó y caricaturizó el sentido político de lo alternativo e independiente en la disputa por el poder en Medellín. Tomará un buen tiempo y varias coyunturas criticas -con un importante relevo generacional en el censo electoral- para que los sectores que se autoperciben como alternativos se sacudan ese lastre y vuelvan a ser una opción de poder.
Por el momento, la anécdota del independiente “sin jefes o partidos políticos” se deberá guardar como un chiste para una futura generación de incautos.
Volviendo a Fico, la matriz que lo viene apoyando resulta siendo un frente monolítico, que, sin fisuras o grandes remanentes, transversaliza lo político, lo económico y lo mediático. De ahí que su campaña no sea ni la sombra de la que emprendió en 2015 -cuando se presentó como una suerte de centrista ante la línea dura del uribismo representada en esa elección por Juan Carlos Vélez- o si acaso en su campaña presidencial. Cuando infestó el país de vallas, afiches y pasacalles.
El Fico versión 2023 es un personaje resignado que decidió guardar su aspiración presidencial (sin renunciar a ser una ficha estratégica en lo que la derecha ha denominado como “la recuperación del país desde las regiones”) y que tiene la certeza de ser profeta en su tierra. Por ello, se da el “lujo” de no asistir a debates, asumir discusiones que se escapen a su control, y algo bastante curioso, anular antológicamente a todos sus adversarios.
No los personaliza y hasta los desconoce como rivales.
Digo curioso porque en la contienda presidencial fue un candidato que siempre buscó alcanzar un posicionamiento a escala nacional a costillas del reconocimiento de Petro, cayendo en una surte de obsesión enfermiza que hasta lo llevó a tomar decisiones desafortunadas, como esa vez que, convencido de que Petro era el artífice de todos los males del país, le dio por llevar un cartel con su fotografía a un debate televisado. Ese fue el día que perdió la posibilidad de disputar una segunda vuelta.
Ahora, ese es un punto que simbólicamente no le quiere entregar a sus adversarios, pues sabe que si los reconoce los pone a su nivel y les ayuda a ampliar su radio de reconocimiento. Así fue como gobernó a Medellín, desconociendo sistemáticamente a los sectores opositores y teniendo el absoluto control mediático de la discusión pública. Es Fico siendo Fico.
Y así ganará, y así volverá a gobernar.
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