Una vez más, los resultados de las pruebas PISA (Programa para la Evaluación Internacional de los Alumnos) nos dejan en una situación preocupante. Más del 50% de los estudiantes colombianos de 15 años no alcanzaron las competencias básicas en lectura, matemáticas y ciencias. La afirmación del presidente Gustavo Petro, de que «Colombia tiene un sistema educativo que ha fracasado», no es más que una confirmación de lo que muchos ya intuíamos. Y aunque su afirmación puede parecer difícil de asimilar, los datos respaldan su postura.
En matemáticas, por ejemplo, casi ningún estudiante en Colombia logró un alto rendimiento, correspondiente a nivel 5 o 6, mientras que en lectura y ciencias apenas el 1% de los alumnos logró ese desempeño. Estos resultados son inaceptables y nos obligan a reflexionar sobre las causas de este fracaso.
Es importante destacar que las pruebas PISA no solo evalúan el conocimiento de los estudiantes, sino también su capacidad de aplicar ese conocimiento para resolver problemas. Por lo tanto, los resultados conocidos pueden verse afectados por una variedad de factores, incluyendo la calidad de la educación y el enfoque pedagógico, entre otros.
En todo caso, estamos frente a los resultados más bajos para los países miembros de la OCDE, y una vergüenza que pone a Colombia en una posición comprometedora a nivel mundial. Esta realidad no es una sorpresa repentina, porque desde hace tiempo se venía observando con preocupación la decadencia de nuestro sistema educativo.
La situación es crítica, y es necesario hacer una pausa reflexiva. Los maestros, especialmente los que están afiliados al sindicato de FECODE, deben cuestionarse su papel en este fracaso educativo. ¿Dónde ha quedado la verdadera vocación de educar en medio del activismo politiquero? ¿Cómo es posible que el interés en agendas políticas haya desplazado la atención de lo que realmente importa: la calidad de la enseñanza que se ofrece a las futuras generaciones?
Los resultados de las pruebas PISA son un llamado urgente a la acción. Los estudiantes colombianos merecen recibir una educación de calidad que los prepare para competir a nivel global. No podemos ignorar la realidad: el sistema educativo ha fallado, y es responsabilidad de todos, especialmente de los maestros, enfrentar este desafío.
La politización de la educación ha llevado a una desatención alarmante de las necesidades reales de los alumnos. Las disputas políticas internas y los juegos partidistas han desviado el foco de lo esencial. Es el momento de una reflexión honesta y profunda por parte de los maestros, quienes tienen en sus manos el futuro de Colombia.
La crisis educativa exige una evaluación y reforma profunda de nuestro modelo educativo para que se haga imperativo priorizar la excelencia académica y el desarrollo integral de los estudiantes.
Pero, a pesar de los preocupantes resultados, hay una luz de esperanza al final del túnel para la educación con el proyecto de ley estatutaria de la educación que se está tramitando en el Congreso de la República, que busca renovar el modelo educativo en todos los niveles en el país, con el objetivo principal de ampliar el reconocimiento del derecho a la educación, incluyendo todos los niveles educativos.
La ministra de Educación, Aurora Vergara Figueroa, ha destacado la importancia de esta iniciativa, afirmando que «la ley estatutaria nos invita a pensar como país cómo vamos a educar a las próximas generaciones».
En todo caso, los educadores deben asumir la responsabilidad que les ha sido confiada: la de formar ciudadanos capaces, críticos y comprometidos con el progreso del país. El futuro está en las aulas, y es responsabilidad de los maestros garantizar que los estudiantes estén preparados para enfrentar los desafíos del siglo XXI.
La educación no puede seguir siendo un terreno de disputa política; debe ser un faro de esperanza y oportunidad para cada estudiante colombiano. La conciencia de los maestros es clave en este proceso de transformación. El llamado es claro: es hora de dejar atrás las disputas políticas y concentrarse en lo esencial, porque la educación de calidad es la llave para el progreso y la prosperidad de Colombia en el futuro.
Y como dijo el filósofo de La Junta: «Se las dejo ahí…» @LColmenaresR
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